Pocas veces mis entrevistados me sorprenden; incluso, aquellos cuyas profesiones no son deportivas son para mí personas tan conocidas que sus respuestas no suelen ponerme “out en home”.
Sin embargo, con la judoca Danieska Carrión, titular mundial juvenil y dos veces medallista del orbe entre las adultas, reconozco que algunas de sus respuestas no me han dejado llegar “safe” a primera.
¡Qué te diré! Primero, es un placer conversar contigo; te conozco como te conocen millones y me enorgulleces al entrevistarme.
Diminuta, piel morena, los vivaces ojos de esta santiaguera se opacan al recordar su paso por la selección nacional de judo.
Todo lo que brilla no es oro; yo he tenido que aprender a vivir dejando detrás un pasado oprobioso y miserable, un verdadero calvario que constituyó mi camino por el equipo nacional.
Me asombras. Es la primera vez que converso con una judoca de altos resultados que me adentra por ese camino.
Pues será que yo caía mal, porque por lo demás… Voy a empezar diciéndote que en mi continuo desarrollo personal aprendí un término muy utilizado para llamar a sujetos que impactaron en nuestras vidas negativamente y de alguna forma, perdonarlos: “maestros verdugos”, aquellos que vienen a enseñarnos, del modo más cruel, algo en nuestra existencia ¡eso fueron esos personajes en aquel momento! (me refiero a mis entrenadores Ronaldo Veitía y Javier Rodríguez)
Todo ese calvario está aparejado con tu peso corporal. Aquél que sepa un poquito de deportes sabe lo difícil que es estabilizar un peso al pasar los años, máxime en categorías inferiores. Sé que pasaste un infierno para mantenerte en los 48 kilos ¿por qué no te subían como era lo natural?
En efecto, hacer los 48 kilogramos fue sumamente difícil, devastador diría yo, hasta al punto de perder la salud y la vida. En mis últimos dos Juegos Escolares con la edad de 15 y 16 años, respectivamente, competí en esa categoría.
Al llegar al equipo grande estuve parte del año en los 52 kilos pero me ví forzada a bajar a 48 para asistir al Campeonato Mundial Juvenil de Cali, Colombia 1998. Esperaba que después de ese evento podría subir pero me obligaron a mantenerme; por consiguiente tuve que aprender a vivir sin comer y beber agua porque cuando lo hacía, no podía hacer el peso y por ende, me expulsaban de la selección.
Conocí a muchos deportistas de diversas especialidades que vivieron experiencias similares pero a este grado de maltrato físico y psíquico, no.
¡Qué sabes tú Julita!
En varias oportunidades te has referido a que te botaron del Cerro Pelado sin más ni más. En realidad ¿qué pasó?
A ciencia cierta no puedo darte una respuesta que convenza porque ni yo misma sé. No tuve mucha suerte; a veces me cuestioné si caía bien… ¡sí, porque también tenías que caer bien!
Y está aquello de que no tenían espacio para mí en 52 kilogramos. Imagínate ahí estaba Legna Verdecia, una gran judoca, no por gusto es campeona olímpica de Sydney pero lo que más pesaba era que su esposo en ese entonces era el entrenador Javier Rodríguez y yo, más joven y entusiasta era una sombra en la división.
Fue así que en abril de 1999 quien estaba presente y firmó mi baja fue el propio Javier, ya que las primeras figuras se encontraban de gira por Europa con Veitia.
Para que se entienda mejor: no es para nada contraproducente mantenerte en una división si hacer el peso corporal está dentro o no muy lejos de tu peso ideal pero en mi caso, los 48 kilogramos estaban sumamente lejos.
Encima de eso, los entrenadores implantaron un sistema que exige que te mantengas en un rango que ellos crearon. Para poner un ejemplo y usar mi caso, mi IBW (peso ideal) es de un mínimo de 51 kg y un máximo de 62 kg. Este sistema me exigía algo totalmente abusivo por mi constitución corporal: estar debajo de 51.
A los dos meses de ganar el Campeonato Mundial Juvenil de 1998 me sancionan por tres meses ya que no pude hacer el peso. Al regresar de esta sanción sólo pude estar poco más de dos meses y ahí me dan baja oficial por el mismo motivo.
No se puede ir contra natura. Resulta insólito que no te dejaran ascender en la categoría.
Puedo asegurarte que no había otra razón. En ese sistema creado por ellos yo no cabía y fíjate, no obstante, dio resultado. Ahí están las medallas pero en mi opinión personal y experiencia es contraproducente para la salud. Y te digo más. En mi caso no tuvieron compasión.
Ellos pudieron conseguir de mí que yo entendiera la razón del por qué 48, hacerme entender que era importante para el equipo, pero… ¡en la forma que lo hicieron como déspotas y agresores! NO. Así fueron de destructores. Hasta afectarse mi salud. Malos tratos físicos y psíquicos, proyecciones de compañeras que eran obligadas a hacerlo una y otra vez ¡en fin!
Y eso que no te cuento lo que nos hacían, a todas, con el equipaje en el avión. Nos engañaban con las libras permitidas y ellos venían cargados.
Siempre fuiste una mujer determinada y lograste regresar al equipo pero nuevamente Javier a principios de 1999 te vuelve a dar baja y ahora te marchas completamente agotada por no comer para hacer el peso ¿cómo entonces logras regresar a la selección y hacerlo de forma convincente pues te ubicaste en los podios mundiales de Múnich 2001 y Osaka 2003 además de ganar los Panamericanos de República Dominicana?
En efecto. La trayectoria como atleta de alto rendimiento tuvo pausas forzadas. En 1996 inicio mi andar por la selección nacional, en noviembre de 1998 me sancionan por tres meses, abril del 1999 me dan baja oficial como anteriormente mencioné, noviembre de ese mismo año entro de nuevo, esta vez como invitada pero mis riñones ya no aguantaron más, me enfermé y como diría el fallecido Ronaldo: “si para lo que te quiero no me sirves… ¿para qué te quiero?”
Fue así que otra vez me tocó marcharme, pero nunca me rendí: ser judoca y brillar en el panorama internacional era todo lo que soñé, era por lo que había luchado.
Entonces otra vez en noviembre del 2000, luego de que mi padre conversara con Veitia en el Campeonato Nacional que se realizó en Santiago, regresé al tatami del Cerro Pelado. Para ese entonces estaba recién operada de una cirugía que casi me cuesta la vida pero nada me pudo parar. Hice el peso que ellos me exigían, los 48 kilos.
Así asististe al Mundial de Münich en 2001.
Empecé ganándole a la rumana Dumitru, quien en Beijing derrotara en la final a Yanet Bermoy pero en cuartos de finales choqué con esa muralla impenetrable que es la japonesa Ryoko Tamura, quien me aventajó. Para conquistar el bronce tuve que ganar otros tres combates después de ese revés.
¿Qué opinas de la mejor judoca del mundo, la histórica Tamura?
Enfrentarla fue sublime, es una oportunidad invaluable. Es un ícono del judo, una mujer admirable.
2003 marca tu último año en la selección nacional de judo, ganaste los Juegos Panamericanos de Santo Domingo, fuiste bronce en el Mundial de Osaka y tomaste la decisión de cambiar el rumbo de tu vida.
Imborrable la marca que dejó en mí ese año. Imagínate que en ese mismo 2003 nuevamente presenté problemas con el peso, me vuelven a sancionar y de nuevo Carrión para Santiago por tres meses.
Chica, si no es un récord lo tuyo es un magnífico average ¿y cómo pudiste ir al Mundial?
Me privaron de la gira por el Viejo Continente que sabes, te enseñaba a todas las rivales que ibas a tener en el Mundial; me quitaron la posibilidad de tan importante preparación internacional. Entonces, la que iba en 48 se quedó; o sea, no tenían a nadie. Así llegué a Osaka y 2 días antes de la competencia peso 49, 2 y como Veitia era tan obsesivo con el peso, se molestó mucho y tomó represalias: en lugar de apoyarme en la esquina, durante los combates estuvo en mi contra todo el tiempo... En fin, en paz descanse; ya lo perdoné.
¿Qué pasó en tu primer combate contra la francesa Frédérique Jossinet?
Tenía al árbitro principal en mi contra, ni qué decir de mi entrenador que me gritaba barbaridades y la contrincante no era fácil; apenas me pude concentrar. Veitía estaba molesto por lo de mi peso ¡en fin! Perdí sólo por un shido pero ¿te digo algo?... ¡Todo el mundo aquel día me vio ganar a mí!
Pero no quiero recordar eso; lo que sí tendré siempre en mi corazón fue el apoyo de mi compañera Regla Leyén Zulueta, quien me hizo recobrar mis deseos de vencer y de sobreponerme a mí misma cuando estaba prácticamente destrozada, cuando ni mi entrenador me quería.
Así logré recuperar mi concentración y la gala, quien discutió la final con la japonesa Ryoko Tamura, me arrastró en el organigrama y así celebré cinco combates que gané.
En los Panamericanos, otro nivel claro está, vencí en la final a la canadiense Carolyne Lapage. Recuerdo que estaba en osae-komi, le tenía la cabeza apretada y mi entrenador me agobiaba. Por fin, pasó el tiempo y conseguí el triunfo. Yo nunca hice nada por él; sí por mi país, mis padres, mi hermano y por mí.
¿Es cierto que en un torneo en Corea del Sur competiste en 48 y 52 y luego, por pasarte unos gramos en otra lid en Japón, te sancionaron severamente?
Esa fue la historia final como judoca del equipo Cuba. En diciembre del 2003 se realizó un torneo en Corea y Japón. Los entrenadores eran Javier y Veitía. Desafortunadamente estuvimos en México por 4 días y la pesa no estaba funcionando correctamente. En Sudcorea me excedí en seis onzas.
El castigo fue quedarme una semana sin comer; incluso, se me prohibió bajar al comedor. Ambos me amenazaron usando palabras como “te voy a destruir”, recuerdo que estaban conmigo dentro de un elevador y me amenazaron… ¡mis inolvidables “maestros verdugos”!
Salimos a Japón al próximo torneo, hice el peso pero apenas veía a las oponentes. Gané bronce porque me propuse nuevamente no rendirme. Luego competí en 52 kilogramos por equipo y ganamos oro.
¿Cuándo decides abandonar el equipo?
En ese último viaje que hice en el 2003, cuando la conducta de los entrenadores se hizo más agresiva y hostil. Al amenazarme de que al llegar a Cuba me iban a destruir, no me quedó otra alternativa. Ocho meses antes de mi gran sueño: competir en unos Juegos Olímpicos.
¿Primeros pasos en el judo para Danieska Carrión?
Comencé el judo motivado por mi hermano que ya lo practicaba. A la edad de 7 años mi madre nos lleva al área especial de la primaria donde cursaba el segundo grado para hacer el deporte de gimnasia. Realmente todo empezó ahí.
¿Entrenadores de los que guardes lindos recuerdos?
Eulises Legonier Benencio, Manolo Lescay, Ernesto Magallanes y Francisco Mediaceja, entrenadores del área especial y la EIDE que me hicieron amar este ancestral arte marcial. En el alto rendimiento mi figura emblemática es Antonio Bekali.
¿Cómo llegas al Cerro Pelado?
Después que recorrí la base, así como la ESPA Nacional, llegué al Cerro Pelado en octubre de 1996.
¿Qué crees de los cambios del judo? Dos de tus técnicas favoritas el morote-gari y kata guruma no son permitidas actualmente.
El judo antes de estos cambios me gustaba más porque había mucho riesgo. Estos cambios benefician al japonés, por su morfología corporal. El kata gruma se sigue realizando con una versión más sofisticada y el morote-gari, que me dio mi medalla del último Mundial, sí desapareció. Era el agarre de ambas piernas del contrario con los brazos y llevar la espalda al piso.
¿Qué preferías suelo o parada?
En ambos me desarrollé muy bien; sin embargo, de pie (Tachi waza) era más avispada que en piso (Ne waza).
Sé que has vivido en Puerto Rico, en Hawai y que ahora vives en Estados Unidos y que tras graduarte en Psicología te has dedicado a la enseñanza.
Sí, viví en esos lugares y ahora me encuentro en Estados Unidos. Los primeros seis años de vivir fuera de Cuba recibí apoyo de mucha gente e instituciones. Ricardo Tuero, entrenador en la Florida, fue uno de los primeros que me extendió su mano. Me he mudado muchísimo.
De Florida me fui a Ohio con personas maravillosas que allí dejé. Luego estuve con el doble bronce olímpico, Israel Hernández, en Texas, donde comencé un camino más sólido en el judo de Estados Unidos formando parte de unos de los centros de entrenamientos del país. Competí a nivel de Estados Unidos en 57kg. Allí comencé una relación y me mudé a Colorado Spring y formé parte de un equipo técnico como asistente junto al entrenador y medallista olímpico Eddie Liddie. Luego de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 me mudé a Hawái.
En 2010 me traslado a Puerto Rico, fui a la Universidad donde hice un bachillerato en Ciencias de Psicología así como dos maestrías, una en conserjería psicológica y otra en Educación Física con una especialidad en entrenamiento deportivo. Trabajé como entrenadora deportiva allí con la ayuda del profesor de lucha Pedro Rojas.
En 2020 vine para Estados Unidos. Me he tomado un descanso del deporte y de las actividades que a nivel profesional hacía. Ya estoy lista para trabajar luego de tres años. Aún no lo hago.
Eres muy familiar ¿qué es para ti tu familia?
La familia es una institución sagrada. Fue algo muy doloroso cuando decidí no regresar. Estuve más de nueve años sin verlos, es algo muy cruel. El sufrimiento de mis padres fue duro, igual mi hermano, quedaron desconsolados. Esta herida es irreversible, es como tener una guillotina contigo, es una presión. Me solidarizo con todo aquel que ha tenido que pasar esto como cubano.
¿Situación del judo, deporte en general y de Cuba actualmente?
El deporte en Cuba desafortunadamente perdió la sólida base que lo mantuvo por años en los niveles más altos del deporte mundial. No hay duda que nuestro país tiene la dicha de contar con personas talentosas, pero se necesita más que eso.
Hay varios factores pero uno importante es la falta de motivación. Se perdió la esencia por la cual el cubano salía a buscar un resultado para su país, quizás porque se dio cuenta de que no valía la pena alimentar el ego de alguien más y seguir sirviendo de conejillo de indias.
Está bien que representes a tu Patria pero en concreto ¿qué ganas con eso? Ya no se compite por amor al arte. No sigo el deporte cubano de cerca. Lo último que vi fueron los Juegos Olímpicos de Tokio y no simpaticé con la dinámica.
Si fueras joven ahora ¿qué harías?
Siguiendo mi mismo ejemplo, si vuelvo a nacer bajo las circunstancias que tuve que hacer deporte… ¡no lo hago!: chantaje emocional, maltrato psicológico y físico, destrucción, robo de identidad, adoctrinamiento, etc, etc, etc. En este tiempo, donde la verdad está para todo el que la quiera ver, no creo que haya necesidad de aguantar ni un mínimo estas atrocidades.
La pequeña Danieska Carrión en su corta y muy inestable carrera (no por su culpa, claro está) es una de las judocas cubanas con mejor porciento de efectividad en combates ganados y perdidos con un altísimo 84 por ciento. Sólo cayó en ocho ocasiones en combates oficiales. Luminoso futuro para esta cubana que merece lo mejor porque ha sabido encauzar su vida y ser plenamente feliz.
¿Qué opinas?
VER COMENTARIOS (2)Archivado en: