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Aunque poco se habla de ellos en los medios de comunicación oficiales cubanos, son cada vez más los hombres y mujeres cubanos que emprenden proyectos ciudadanos para enfrentar la discriminación racial en Cuba, que según aseguran empeora a causa del silenciamiento que pesa sobre este problema.
“El activismo tiene mejor cara en los últimos tiempos porque hay un compromiso y expansión del trabajo con la base”, dijo a IPS el ensayista Roberto Zurbano, que destacó nuevas iniciativas enfocadas a áreas nunca antes atendidas como la incidencia comunitaria y asesoría legal para las víctimas de esa discriminación.
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El investigador de la fundación cultural Casa de las Américas remarcó que existen avances, pero sigue siendo “muy mal visto (el activismo antirracista) porque compartió el tabú y el silencio durante más de 40 años sobre la problemática racial en Cuba”.
En este país caribeño de 11,2 millones de personas, 64 por ciento de ellas son blancas, 26 por ciento mestizas y nueve por ciento negras.
Pero la sociedad ve la discriminación por el color de la piel como algo que provoca desunión nacional, remarcó la periodista Gisela Arandia sobre las causas de la fuerte resistencia a abordar el asunto.
“Y no se puede transformar la conciencia social si no hay un discurso público sobre el problema”, reflexionó la promotora de debates al respecto en el sector cultural, quien califica de “muy pobre” aún el reconocimiento por parte de las autoridades de la persistencia y consecuencias de la discriminación racial.
No se puede transformar la conciencia social si no hay un discurso público sobre el problema
“Este tema evidentemente produce miedo todavía hoy, aquí y ahora”, sostuvo.
IPS entrevistó a 11 activistas, Arandia y Zurbano entre ellos, para conocer cuáles son las iniciativas que hoy luchan contra los prejuicios racistas, que aseguran gozan de buena salud en la sociedad a pesar de que la segregación fue eliminada en 1959 y el racismo se proscribe en la Constitución, vigente desde 1976 y reformada en 1992.
“Hay muchas más personas vinculadas al activismo pero de manera desorganizada. No ha habido un liderazgo capaz de reunirnos a todas y todos en una agenda común”, apuntó la educadora popular Maritza López, que junto a Ildelisa Leal y Damayanti Matos, coordina desde 2012 la Red Barrial Afrodescendiente (RBA).
Circunscrito a espacios académicos, esta red de voluntarios llevó por vez primera el tema de la discriminación al lugar más cercano a la gente: los barrios. Ahora llega a nueve comunidades desfavorecidas de La Habana, que es la provincia con más población negra, seguida de Santiago de Cuba, Guantánamo, Pinar del Río y Matanzas.
“Nuestro principal desafío es que no hay percepción de hasta dónde la discriminación racial lastra a las personas, sobre todo después de la crisis (que comenzó en 1991) y en el reordenamiento económico (reforma iniciada en 2008)”, continúo López.
Nuestro principal desafío es que no hay percepción de hasta dónde la discriminación racial lastra a las personas
“Ese desconocimiento hace que mucha gente no se comprometa”, lamentó.
La coordinadora de la red sostuvo que “nos gustaría extendernos al resto del país, pero hay muchos factores en contra. Los activistas somos gente de la cotidianidad, que hacemos esto además de nuestros empleos, y no llegamos a los medios de comunicación”.
La RBA se articula con otras similares y recibe apoyos de dos organizaciones no gubernamentales, el Centro Oscar Arnulfo Romero y el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr, que sí cuentan con la personalidad jurídica requerida.
En el mapa del activismo antirracista cubano asomó en 2011 la Alianza Unidad Racial (AUR), un proyecto jurídico conformado por abogados, fiscales y otras personas, que sin ánimo de lucro acompañan legalmente a víctimas de discriminación racial, sexista, xenofóbica, por edad o género.
Deyni Terry, coordinadora de AUR, indicó que hasta ahora han logrado la solución satisfactoria de cinco casos de personas afectadas y trabajan en otros tres. Además, benefician con capacitación legal a proyectos afines y participan en actividades conjuntas adonde colocan la perspectiva de derechos ciudadanos.
A juicio de esta abogada, el activismo está frenado porque “faltan espacios públicos donde elevar el discurso antirracista, existe descontento y poca atención y apoyo gubernamental”. Consideró que tampoco se “concreta la unidad de acción entre los diferentes proyectos que trabajan estos temas”.
Entre las iniciativas que promueven la inclusión racial, los activistas entrevistados señalaron los blogs, un fenómeno muy particular del contexto cubano, entre los que destacan “Negra cubana tiene que ser”, de la psicóloga Sandra AbdÁllah-Álvarez, y Afromodernidades, del escritor Alberto Abreu.
El escritor, quien vive en la ciudad de Cárdenas, a 150 kilómetros al este de la capital, valoró que, como el resto del activismo, la vertiente antirracista “no es homogénea”.
“Está integrada por grupos y agendas plurales, con diferencias generacionales, de credos políticos, religiosos, formación intelectual, género e identidades sexuales”, explicó.
“En estos momentos está muy fuerte”, estimó el escritor Tomás Fernández Robaina, uno de los fundadores en 1998 de La Cofradía de la Negritud, el proyecto activo más longevo. “Pero no se siente más” porque solo una de las organizaciones existentes ha logrado algún espacio en radio y televisión, indicó.
Como otros activistas, Fernández Robaina participa en el capítulo cubano de la Articulación Regional Afrodescendiente para las Américas y el Caribe (Araac) y la Comisión José Antonio Aponte, dedicada a crear espacios de participación social por la no discriminación racial y monitorear sus manifestaciones en el país.
Las dos redes regionales que tienen capítulos en este país insular son Araac, apoyada por el Ministerio de Culturay la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora en Cuba, vinculada a la Federación de Mujeres Cubanas.
Para los entrevistados, la Comisión Aponte, adscrita a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, es la más escuchada por las autoridades, aunque observan que su labor resulta desconocida por el ciudadano de a pie y no ha logrado el ansiado debate público.
La revolución de 1959 barrió en sus primeros años con la segregación racial e implementó políticas de igualdad para toda la población. Especialistas consideran que las discriminaciones permanecieron solapadas y se hicieron más visibles con la depresión económica surgida en 1991.
Fue en aquella década que el sector intelectual comenzó a alertar sobre la persistencia del racismo y la necesidad de políticas públicas específicas. Las mayores actividades contra el racismo se produjeron en 2011, en el marco del Año Internacional de los Afrodescendientes de las Naciones Unidas.
Incluso, en diciembre de ese año, el parlamento unicameral discutió por vez primera sobre los prejuicios raciales. En 2012, el gobernante Partido Comunista de Cuba acordó “enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel” que son “contrarios a la Constitución y las leyes” y atentan “contra la unidad nacional”.
Texto: Ivet González
Foto: Jorge Luis Baños/ IPS
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