España ha negado la nacionalidad a un matrimonio de espías cubanos en la península, pese a que se la había concedido a la hija de ambos, de 15 años, abriendo un escenario incierto para la pareja y respondiendo a la tradicional agresividad operativa de la Inteligencia castrista con un gesto medido, pero contundente, que tensa la cuerda bilateral en el peor momento para La Habana.
Al informar favorablemente que se conceda la nacionalidad española a la hija del matrimonio, aún menor de edad, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) admite -de hecho- que sus padres, espías castristas, conserven su estatus de residentes legales hasta que la niña cumpla los 18 años, cuando sus progenitores podrían acabar expulsados de España.
"Quizá los servicios españoles estén valorando la opción de ablandar a los espías (cubanos) pillados in fraganti para que revelen datos sobre el trabajo realizado por instrucciones de un oficial de la DI que ha actuado en Madrid, bajo cobertura diplomática", aventuró una ex oficial de la DGI de la isla, refugiada en Europa.
La ley favorece el secretismo con que las autoridades españolas están manejando el caso, que les permite incluso elegir al periódico El País -casi siempre alineado con las posturas de La Habana- para informar sobre el caso.
El gobierno español se ha visto contra las cuerdas por su chapuza en el manejo de la rara escala en Madrid de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, de la que ha dado seis versiones diferentes para acabar filtrando que fue un lío promovido por sus socios de Unidas Podemos, financiado en origen por dinero chavista, y de quien el tardocastrismo no se acaba de fiar.
Moncloa ha encajado mal que la Dirección de Inteligencia (DI) de Cuba actúe en España con su tradicional agresividad operativa, especialmente, cuando Pedro Sánchez se ha desmarcado de la política de Donald Trump hacia la dictadura más antigua de Iberoamérica, forzando incluso una visita de los Reyes a la isla, en noviembre de 2019; gesto que desencadenó un debate político en Madrid y generó incomodidad en la Casa Real.
Pero Madrid parece querer calibrar la intensidad del golpe, pues ni siquiera ha filtrado el nombre del oficial de la DI que habría monitoreado al matrimonio espía, aprovechando su cobertura diplomática; aunque una vez "quemado" será llamado discretamente a casa para el desempeño de nuevas tareas revolucionarias.
Otro detalle que influye en el actual escenario de roce bilateral es el antecedente de que el actual embajador de Cuba en España, Gustavo Machín Gómez, fue expulsado de Estados Unidos en 2002, tras ser declarado persona non grata, mientras se desempeñaba como diplomático adscrito a la entonces Sección de Intereses cubana en Washington.
La Habana no ha reaccionado aún a la noticia y -presumiblemente- se pondrá de perfil para manejar el incidente con "low profile" pues su crisis económica crónica, el desplome de Venezuela y la hostilidad de la Casa Blanca, con una probable reelección de Donald Trump, en noviembre próximo, dibujan un año bisiesto aciago para la casta verde oliva y guayabera.
Unidas Podemos, espoleado por sus socios chavistas, intentará matizar el enfado de Moncloa con el Palacio de la Revolución; pero en una parte del PSOE comienza a instalarse la desazón frente a las piruetas comunistas de sus socios de gobierno; mientras la clase política y la sociedad española acusan el cansancio provocado por la renuencia castrista a emprender reformas estructurales que faciliten una transición pacífica a la democracia en la isla.
Empresas españolas con intereses en Cuba, como Meliá e Iberostar, mantienen una discreta presión sobre Moncloa, incluso desde la época de Mariano Rajoy, en favor del mantenimiento de un "diálogo crítico" con La Habana, pero el desplome del turismo extranjero en la isla, los continuos tropiezos de sus Cuentas de resultados con la habitual ineficacia castrista y las sanciones aplicadas por Washington contra sus dueños y principales ejecutivos, en virtud de la entrada en vigor del título IV de la Ley Helms-Burtón, comienzan a hacer mella en sus cuarteles generales.
Recientemente,la mayoría de las empresas de Islas Canarias -que siempre contaron con el apoyo institucional de los distintos gobiernos y de los principales partidos isleños- decidieron abandonar Cuba, harto de los retrasos en los pagos y de la renovada crisis financiera y económica de Cuba, especialmente aguda desde 2012, aunque justificaron su decisión en la asfixia financiera provocada por Trump.
Entre 2012 y 2019, las ventas de empresas canarias con sucursales en Cuba cayeron un 86%, según datos del sector, que aún no ha recibido comunicación alguna desde el gobierno norteamericano sobre posibles sancioens contra ellos, aclararon.
El incidente entre La Habana y Madrid llega en el peor momento para los intereses de Cuba en Europa, donde España conserva un peso específico por su condición de ex metrópoli y sus vínculos históricos y familiares con la isla; porque no ha podido atender sus obligaciones de pago con el Club de París, que ha abierto un compás de espera hasta mayo para intentar cobrar vencimientos no atendidos por el gobierno cubano.
En su estrategia europea, el raulato ha elegido a Francia como socio preferente -en detrimento de España- y concediendo al grupo empresarial Bouygues una posición de socio preferente del complejo militar-empresarial de GAESA y ha preferido a Canadá como interlocutor discreto con Estados Unidos, en vez de la Unión Europea, que manifestó su sorpresa y un ligero enfado con La Habana.
Con este panorama, la incógnita que -desde este fin de semana- recorre los ambientes españoles, europeos y de la emigración cubana consiste en averiguar si la revelación del caso del matrimonio de espías al servicio del tardocastrismo es solo un conteo de protección en el agresivo mentón de la Inteligencia cubana en suelo aliado, o si estaremos asistiendo al principio del fin de la añeja y tolerada impunidad con que los servicios secretos cubanos han actuado en la Madrastra patria, desde la época del Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, un anticomunista que advirtió: Con Cuba todo, menos romper...
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