Acaban de exhibirlo en el Festival Internacional de Cine de Miami.
Un gran amigo tuvo la bendita delicadeza - dicha inaudita es contar con afectos así - de permitírmelo ver.
Es un fabuloso, documental realizado por una mujer - Anabel Rodríguez Ríos, en su primer largometraje - que cuenta una historia tan cierta como increíble.
A la manera de un cuento - porque parece una ficción - se nos revela una muy dura e inmensamente triste realidad, que es sintomática, por demás, de la enfermedad que desangra a todo un país. *
* Debí escribir a todo un continente. Pero, sé que es transoceánica.
Y que, asimismo, parece expandirse, con fuerza más, en las entrañas de la (in)humanidad.
Arropado por un fenómeno natural, conocido como los relámpagos del Catacumbo, que es un impresionante fenómeno meteorológico - donde las nubes se iluminan, como electrificadas, sin que se escuchen los tronidos* - descansaba, sobre el lado sur de lago Maracaibo, un singular pueblito.
* Pueden verse hasta 60 rayos sin truenos por minuto, casi todas las noches.
Erigido, a fuerza de palos, hondos empeños, grandes esfuerzos y simples sueños.
Rodeado de agua por todas partes.
Y hasta con nombre “garcíamarquiano”: Congo Mirador.
Allí vivían dos mujeres.
Una: furibunda chavista, gorda, a la que le gusta mucho maquillarse - todo el tiempo está como posando para sus entrevistas - que maneja grandes sumas de dinero, ganado porcino, vacuno, administra el pan de la zona, el pescado, tiene negocios - un tanto fulleros - hace continuas cuentas y que, con el apoyo del gobierno - comprando votos, descaradamente, frente a cámara - se convirtió en una especie de alcaldesa. *
* Más o menos, como la Remigia de nuestro San Nicolás del Peladero. O una Imelda Marcos maracucha.
Que, por supuesto, le hacía “la vida un yogurt” a su opositora.
Otra mujer más joven, más agraciada y para colmo de colmos: maestra.
Pero, el tiempo, los persistentes enfrentamientos, la sedimentación y, sobre todo, la indolencia, fueron consumiendo la vida de la población.
Y de un sitio próspero y habitable - aún sigue siendo el mejor de los sitios del mundo para ver el cielo encendido a flashazos, al fin de las jornadas- ha acabado siendo un paraje desolado, inhóspito, “monte y culebra”, como lo tilda uno de sus personajes; donde el amor se ahoga en una ciénaga de desidia, necedad, abandono y vacío, ante la creciente emigración de sus habitantes.
Cualquier similitud con Cuba, NO es pura coincidencia.
Y es que el socialismo no acaba de entender que LO QUE ES DE TODOS, NADIE LO CUIDA.
La secuencia en que la farsante militante que ordena y manda, va a solicitar ayuda al gobernador de Maracaibo - con desayuno incluido - y en el momento de expresarle su preocupación, es interrumpida por una llamada telefónica personal del dirigente, que la deja con la palabra en la boca, además de la única opción de continuar digiriendo su amarillo revoltillo, es tan ejemplificadora de las macabras esencias del populismo, que ni al dramaturgo más avezado se le hubiese podido ocurrir. O a un experimentado director de actores, tan sabiamente, alcanzaría a mostrar.
Las imágenes son de una belleza indescriptible.
Esas casas que se van, escapando del lugar sobre botes, boyando en medio del dolor, se yerguen en blasones, o paradigmas de toda suerte de infames exilios.
La emigración a flote, irse al garete, bogar.
Subsistir inmersos en el abismo.
Y, a pesar de la inmensa pobreza, en este admirable filme, no hay regodeo alguno en la miseria. *
* Es peculiar la especial relación que tienen los niños con la cámara.
Es gente que vive como puede y trata de ser, con empecinamiento, feliz.
Es realismo mágico y lo real maravilloso, al mismo tiempo, en una especie de Venecia, más carente, subdesarrollada, desamparada, en extinción, e intrínsecamente sudamericana. *
* Conocí en Kolkata (Calcuta a) la miseria milenaria de este planeta, junto al antiguo pesar del ser humano.
Ya, eso, no es tercer mundo, gente, es, por desgracia, uno de los vertederos del universo. *
Lo curioso es que, durante todo el metraje, uno no puede dejar de encontrar similitudes, en toda esa tétrica trama, con lo que sucede en nuestro país. *
* Y nuestra imbricación con toda esa tragedia.
En los siniestros personajes con los que habitamos, que nos complican, por gusto, la existencia.
En el lenguaje árido y vacío que emanan de los televisores y los dirigentes.
En la mentira del discurso socialista.
Que habla - y se alimenta - a nombre de un pueblo, al que ni quiere, ni le importa, en verdad, mucho menos, le representa.
Con el viejo cuento de encubrir arbitrariedades, burradas e infamias, con ataques del imperio. *
* Maduro ya me molesta tanto, que prefiero solicitar otro acompañante al plato principal, en todo restaurante, para ni siquiera mencionarlo.
Y es que la pandemia de iniquidades se recrudece, reverdece, como la verdolaga y se propaga.
Mácula, afrenta, canallada, indignidad, injuria, felonía, marranada, ruindad, ultraje, sandez, ineptitud, estulticia.
ÉRASE UNA VEZ EN VENEZUELA no es únicamente la fábula de un pequeño pueblucho, condenado a su eclipse, sino, además, un alegato certero de la falsedad de todos esos procesos, auto titulados “revolucionarios”.
¡Ojalá la mayor cantidad de gente pueda verla!
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