Zoé Valdés Martínez (La Habana, 1959) Nació cuando el castrismo llegaba al poder, todo el poder. Fue en mayo, mes de aguaceros; que ella ha convertido en literatura hasta convertirse en la voz femenina más irreverente de la cultura y la política de Cuba.
La culpa fue de su abuela y su mamá que la quisieron con una sola condición, que fuera inteligente y así lo hizo, primero como redactora jefe y vicedirectora de la revista Cine Cubano, contratada para sustituir a Antonio El Niño Conte, de viaje en el extranjero; hasta que dio el salto a La nada cotidiana, que es un libro insoslayable en la literatura del siglo XX.
París, donde vivió antes, como esposa del escritor y diplomático Manuel Pereira; es su abrigo, donde ha creado y ha criado a su hija Attys Luna, una joven con la mirada creativa de mamá, pero ya a salvo de pañoletas y consignas.
Zoé es boquidura y polémica, quizá porque convive con dos maridos desiguales y litúrgicos, Rilke y Arenas, que no le perdonan una; cuando la hieren, se refugia en sus siguarayas predilectas que comparten la letra G, de ganadores: Gastón Baquero y Guillermo Cabrera Infante.
Con los dineros de Planeta por Te di la vida entera (Finalista del premio en 1996) pudo acogerse al buen vivir e instalarse en esa zona templada que Europa ha sostenido frente al castrismo, conocida como una política de diálogo crítico con la dictadura.
Zoé eligió ser látigo y cascabel, y paga un precio por ello. No siempre acierta, no siempre es justa con todos; se sumerge en refriegas de la que no siempre sale bien parada, pero es coherente hasta la saciedad y en su prosa y poesía se leen desgarros, pero también unas ganas locas de vivir y amar porque nació un Sábado de gloria, que es víspera de resurrección.
Tu voz cultural y política es de las más desgarradas e irreverentes de las mujeres de Cuba. ¿Cómo la construiste y cómo consigues esa estridencia inteligente?
No sabría explicar eso que has visto, aunque sé, intuyo a lo que te refieres… Yo nunca quise ser la niña más hermosa de la escuela, anhelaba ser la más inteligente, y así ha sido toda mi vida. Mi madre y mi abuela -las que me dieron toda la libertad del mundo-, al mismo tiempo me impusieron una disciplina de lecturas y de estudio; a partir de ahí y respetando siempre esas imposiciones suyas yo podía hacer lo que me diera la gana, vagabundear si así lo deseaba. He aprendido de los libros y de la vida, y también de la muerte, del dolor de la enfermedad, del amor y del desamor.
No hay un segundo en el que no aprenda algo.
No pretendo más que aprender, que es mi verbo favorito. Sin embargo, no me considero estridente. En cualquier caso, si la inteligencia lo es, entonces sí, pero sólo en esa dirección. Creo mucho en el don y las obligaciones y sacerdocio con ese don.
Truman Capote decía que cuando Dios te da un don, también te da un látigo. He aprendido a perfeccionar el don a auto-flagelaciones limpias, sin contemplaciones.
Tu último libro de narrativa es un intento de reconstrucción de una zona dolorida y dolorosa de la memoria cubana, el batistato. ¿Por qué lo escribiste y cómo ha influido en tu percepción del siglo XX cubano, escribir Pájaro lindo de la madrugá?
Esa ha sido la razón, tal como lo dices en la pregunta. El objetivo principal era tocar con la verdad un fragmento de esa zona perjudicada y olvidada, zona de dolor y vergüenza de la memoria cubana. Para ser sincera, la escribí por una deuda con mi abuela, que era muy batistiana, y además orgullosa de serlo.
Mi abuela de origen irlandés, batistiana y muy cristiana y también santera. La deuda se fue convirtiendo en promesa conmigo misma, me propuse culminar la investigación, y después escribir la novela. Nunca fue una biografía novelada, desde el inicio fue una ficción histórica lo que me propuse. La diferencia radica en el tratamiento de la historia en dependencia de los personajes, y no al revés.
La historia de Cuba es apasionante hasta 1959. Cuba se convirtió en un país muy próspero durante la República, sin obviar los montones conflictos que cualquier país de la región poseía a montones, aunque sin los logros de nuestra isla.
Cuba sería el futuro, ya lo era en 1957. Fulgencio Batista y Zaldívar, con sus defectos incluidos, situó a Cuba en lo máximo a nivel internacional, y a nivel nacional el crecimiento era indudable, todavía hoy ese crecimiento es incuestionable, al comprobar que las mismas construcciones de cualquier tipo continúan siendo los pilares de todo, hasta del micro-éxito social-ideológico, pese al horror advenido con el castrismo.
En 1959 se inició un proceso de retraso y amodorramiento que no ha cesado hasta hoy. El batistato construyó sin parar, el castrismo no se ha detenido ni un segundo en destrozar y desmoronar lo que el batistato construyó. Lo peor, lo que con mayor encono ha destruido, es la moral de los ciudadanos.
No quiero irme de la historia pasada, sin pedirte que cuentes cómo te llevas con Baquero. ¿Qué buscaste en Gastón y que has hallado?
Gastón Baquero es uno de mis santos. Para mí Dios es la Poesía, que es Diosa, la Diosa Blanca de los celtas. Gastón es uno de esos santos. Lo descubrí desde Cuba, muy joven, y debo decir que fue gracias a Fina García Marruz. Fue ella la primera que mencionó a Gastón Baquero delante de mí, y yo me despetronqué a buscar su poesía.
El librero de la calle Reina hizo el resto, y me ayudó en eso. Yo, cada noche le rezo a mis santos magnos de la poesía, a mis maestros literarios, antes de irme a dormir.
Mi relación con Gastón Baquero, como con José Martí, Dulce María Loynaz y con Guillermo Cabrera Infante es muy mística, dependiente, leal y por qué no, a veces irreverente. A Reinaldo Arenas no le agradaría que yo tuviera una relación mística con él, pero la tengo, es místico-demoníaca, porque como escribió Rilke: Todo ángel es un demonio. Lo que lo define a la perfección.
¿Cómo recuerdas a ese otro grande de Cuba que fue Guillermo Cabrera Infante?
Guillermo Cabrera Infante fue el escritor cubano que me abrió los ojos al lenguaje habanero, o "hablanero" -como le llamaba el- y a su libertad, la libertad de los rejuegos y dobles sentidos. Fue un gran amigo y consejero, como lo sigue siendo su viuda Miriam Gómez. Además, también fue un escritor muy generoso conmigo, y un exiliado valiente.
Esto último de una inmensa y envidiable verticalidad por la que sufrió, pero de la que estaba muy orgulloso, y a la que fue fiel hasta el final. Cada una de sus novelas compendia la música, el cine, la pintura, la cubanía o "habanía", las luces y las sombras de aquella isla.
Cuba semeja un descampado. ¿Cuál es tu evaluación de su literatura, y quiero que poses tu mirada en lo que se escribe dentro y fuera del tardocastrismo.
No, no soy nadie para evaluar nada, no es de mi cuidado e incumbencia. Aunque sí pienso que la verdadera literatura cubana desde el siglo XIX se escribe en el exilio.
Poseo y nutro una admiración y amor inmensos por algunos escritores cubanos exiliados, los que leo y sigo desde hace años. Su obra los ha convertido en mis amigos. Son seres enteramente libres. No se puede escribir sin libertad.
Con hambre, con carencias materiales, se puede escribir, pero no sin libertad. Hay excepciones: Los que alcanzan un nivel de alienación máxima para crear pese al daño que supone vivir bajo totalitarismos y tiranías ideológicas. Esos casos son contados y, contados con los dedos de una mano, sobrarían dedos.
Hace 40 años de la estampida de Mariel, acontecimiento al que has dedicado tiempo y espacio reflexivo. Cuéntales a los lectores de la edad de tu hija y menores, qué pasó en Cuba en 1980.
En 1980 en Cuba aconteció una de las mayores explosiones de dolor y desesperación que ha ocurrido en el siglo XX. Fue profunda y masivo-definitiva. Profunda porque la gente buscaba escapar hacia la libertad de manera frontal, perdieron el miedo, perdieron todo, mucho, pero al final ganaron la libertad.
Masivo-definitiva porque la cantidad hizo temblar a la tiranía y a Castro mismo. No tengo otra frase para calificar Mariel: Acto de valentía admirable.
Ese suceso produjo una narrativa única en la sociedad cubana, una literatura excepcional, y un arte incomparable. No ha habido creadores más lúcidos que los que fueron convocados y surgidos por y de los sucesos de Mariel.
Fue una explosión social que suscitó una transformación cultural. Sólo ha sucedido en Cuba, que yo sepa, de esa forma tan peculiar. Y otra vez el mar, por medio, para citar a Reinaldo Arenas.
El mundo está sufriendo la pandemia de coronavirus, ¿cuál es tu visión de la emergencia sanitaria; cómo lo está afrontando Occidente y cómo se ha vivido en Francia?
Más que pandemia a mi juicio se trata de una plaga. El concepto plaga incluye la arista política, que desde luego no hay que eludirlo de ninguna manera.
La emergencia sanitaria ordenada por parte de los líderes políticos ha sido incierta, mal informada, pues ha habido muy poca información real, sólo alarmas; nefasta, en una palabra.
Sin embargo, el trabajo del personal sanitario y médico ha sido insuperable, han trabajado con muy pocos recursos y con menos información. Se han crecido en función exclusivamente de la vida, sin el apoyo necesario de los políticos e inclusive a contracorriente de ellos y de su ideología y ambición de poder de a tres por quilo.
Por otra parte, Occidente siempre llega tarde a todo, desde hace décadas. Occidente beneficia siempre a los otros por encima de nosotros. Lo que me pareció más descriptivo relacionado con el tema es que en un momento de máxima emergencia Occidente no podía ni siquiera ofrecerse lo mínimo: Mascarillas, gel desinfectante, soluciones mínimas... Debieron comprar nuevamente la pacotilla al Partido Comunista de China, que es el proveedor máximo de la plaga, y el iniciador de esta guerra.
Comprarle al sistema político que ha provocado la derrota por adelantado de Occidente es como mínimo ilustrativo de la derrota. Porque esto ha sido una inmensa derrota, y la estaremos padeciendo mucho más allá de la plaga, mediante la crisis económica que se nos avecina, y de la que nadie más es culpable que el Partido Comunista chino.
Cuentan que París bien vale una misa. Si un lector de Cuba, tuviera la posibilidad de viajar a la Ciudad Luz, ¿que no debía perderse?
No debiera perderse la ciudad misma, su vida diurna y nocturna, sus numerosos fantasmas; aunque también aconsejaría que buscase un espacio en su agenda para un momento de recogimiento en el Cementerio de Père Lachaise donde descansan restos de personalidades históricas cubanas, como los de María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, la Condesa de Merlín, que es la autora, entre otras joyas de la literatura franco-cubana, de Viaje a La Habana.
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