Treinta y un año después de las Causas 1 y 2, la corrupción vuelve a sacudir al complejo militar-empresarial Castro S. A., que primero convirtió a policías en ladrones con el pretexto de burlar el embargo norteamericano y luego concentró todo el poder financiero en un administrador único: El General de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.
La fórmula soviética de Raúl Castro Ruz de todo el poder para los suyos tiene la ventaja de garantizarse el control absoluto de la valla, donde gallo que desafine, pierde; pero implica el inconveniente de que cualquier escándalo salpica a quienes se supone simbolizan la pureza revolucionaria y cobran por vigilar al resto de combatientes y civiles.
El castrismo cerró mal el triángulo Ochoa-La Guardia-Abrantes porque destruyó el Ministerio del Interior, incluida su estructura de Orden Interior, humillando a personas que dieron los mejores años de su vida a la causa ¿revolucionaria?, y convirtió a Raúl Castro en zar y, a su entonces yerno, en el amo de llaves de la caja de caudales; muerto el sensato General de División Julio Casas Regueiro, Luis Alberto se convirtió en el gato con botas.
La jubilación por enfermedad de Fidel Castro Ruz facilitó que los viejos guardias coparan la estructura civil del virreinato castrista, apartaran de puestos claves o hicieran renunciar a gente civil con formación humanística republicana e impusieran su cómodo e ineficaz método de Tablas de reportes regulares y el ordeno y mando.
Tanto poder carga sobre los militares la responsabilidad de lo bueno, lo regular y lo malo y como, en su mayoría, no habían disfrutado de las mieles del poder, pues en estos años han combinado la defensa de la patria; léase del poder verde oliva, con los vacilones triple Jota, que tanto encandilan a los cuadros de la revolución: Jama con curda, Jevas y Jolgorio.
Hizo mal Raúl Castro Ruz con ordenar ese esquema y hace mal el presidente Díaz-Canel, sus ministros y el Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) con aceptar y no modificar un status quo erróneo y dañino para Cuba, que necesita un ejército y unas fuerzas de seguridad con prestigio de cara a una transición a la democracia.
La caída en desgracia de la vicepresidenta primera de CIMEX y sus compañeros de fechorías, debería ser aprovechada por el poder civil para equilibrar la correlación de fuerzas con los militares y su administrador único; devolver los uniformados a los cuarteles y llenar de sensatez y honradez la gestión pública; imprescindibles en una coyuntura tan adversa.
Una correcta interlocución con Estados Unidos y la Unión Europea exigirá la adopción de prácticas de transparencia y a estas alturas, los mandamases cubanos debían saber que la corrupción es muy castigada por los ciudadanos, lo mismo en democracia que en dictadura.
Tampoco valen ya, los golpes de efecto contra coleros, acaparadores y demás lúmpenes urbanos hijos del castrismo empobrecedor. La culpa de la escasez crónica de Cuba es de Fidel y Raúl Castro Ruz, que afianzaron su esquema de dominio destruyendo la pluralidad republicana y la base económica heredada del capitalismo en 1959.
La República no es el ideal que pintan algunos, pero tampoco debió ser tan negativa cuando alumbró una Constitución como la de 1940 y a la llamada Generación del Centenario; aliviada de su pena de cárcel por la gracia batistiana en 1955.
El castrismo no inventó la corrupción, pero su prolongación en el poder ha generado infinidad de prácticas delictivas institucionales y populares; al menos los cubanos pobres tienen la disculpa de la supervivencia, pero sus jefes no, porque han hecho de la apropiación indebida su estilo de vida.
Vender artículos de primera necesidad en dólares a quien se paga en pesos y con márgenes de hasta un 300% también es robar, apropiarse del 75% del salario de sanitarios enviados a trabajar al extranjero también es robar, aplicar una multa del 10% a quienes operan con dólares en efectivo también es robar.
Y todavía hay quienes defienden que tanta tropelía se hace para salvar la revolución y el socialismo. Ya no se atreven a hablar de patria porque la patria fue lo primero que se robaron, luego la nación y así de mal va Cuba.
La casta verde oliva sigue jugando con fuego, manteniendo una actitud zarista de desprecio hacia la mayoría del pueblo cubano, que está empobrecido, pero no es tonto. Y aparecer salpicado de corruptos les restará fuerza como interlocutor y provocará recelos en Washington y Bruselas.
Abusar reiteradamente de la nobleza de un pueblo puede provocar la toma del Palacio de la Revolución por los humildes y; en el holocausto, morirían los pobres, pero también los ricos, que son los que más tienen que perder en esas indecentes zonas congeladas de Cuba.
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