Corría la década del 60 en Cuba, había triunfado la Revolución. Las mansiones que quedaban intactas desde que se había regulado el proyecto urbanístico del Vedado -a finales de siglo XIX- comienzan a temblar ante el mal augurio de una retórica gubernamental cada vez más comunista.
Con la fuga masiva de la burguesía cubana (algunos se fueron voluntariamente con la esperanza de un pronto derrocamiento, mientras que otros fueron coaccionados con la expropiación de sus patrimonios), descendientes de marqueses, condesas y nuevos ricos de la danza de los millones (1920) dejaron atrás hermosas propiedades que se quedaron a la deriva y, gradualmente, pasaron a ser gestionadas por el Estado.
Numerosas casonas neoclásicas que a día de hoy pueden ser avistadas en el Vedado habanero fueron siendo despojadas de sus muebles de maderas preciosas, de sus pisos de mármol de Carrara, de sus vitrales y ornamentos de plata y bronce, entre otros materiales invaluables, además de las joyas y vajillas que los propietarios no habían podido vender antes de partir.
Con el paso de los años, algunas de estas portentosas edificaciones terminaron convertidas en empresas y organismos estatales o en unidades multifamiliares destinadas a paliar la crisis de la vivienda en la capital (lo que se conoce como solares).
Otras, salvo unas pocas de marcado interés museable, no corrieron con tanta suerte y sucumbieron a un prolongado letargo que, tras décadas de abandono, culminó en la necesaria demolición.
Al respecto, el reconocido arquitecto Mario Coyula, calificaba el uso de estos inmuebles para acoger oficinas estatales como “focos de perturbación” que generaron estacionamientos y talleres, a menudo convertidos en cementerios de vehículos; almacenes, comedores y hasta huertos propios. “Solamente en el área de La Rampa, la más valiosa de Cuba, hay unas cuantas hectáreas desperdiciadas en esos usos”, alertó en su libro Regulaciones urbanísticas del Vedado (2006)
“Otras mansiones se han convertido en tiendas que venden en dólares. Esto se ha dado con más frecuencia en Miramar, repitiendo el éxodo hacia el oeste de los antiguos estratos privilegiados, huyendo del olor a pobreza”, escribió Coyula.
El auge de estas oficinas y viviendas improvisadas desde la década de los 80 -apunta- degradaban la imagen urbana en las zonas más céntricas de la capital, imponiendo a vetustos edificios neoclásicos y eclécticos sus estridentes colores corporativos (como el azul de ETECSA).
Entre las que lograron salvarse de esta desidia y que, aún con modificaciones, ostentan buena parte de su belleza arquitectónica de antaño se encuentran la mansión florentina del acaudalado político italo cubano Orestes Ferrara, el ahora Museo Napoleónico; la Casa de María Luisa Gómez Mena, Condesa de Revilla de Camargo, hoy Museo de Artes Decorativas; la llamada Casa de las FEU, y la residencia de la Condesa de Loreto, actualmente dependencia de la cancillería cubana.
A continuación, resumimos algunas de las tantas edificaciones (mansiones, quintas y chalets) que pasaron a ser administradas por entidades estatales o fueron cedidas a Vivienda para acoger a varias familias:
- Residencia de la familia Loynaz y del Castillo. Ubicada en la esquina de Línea y 14. Aquí habitó por muchos años la familia del Mayor General de la Guerra de Independencia, Enrique Loynaz del Castillo, padre de la renombrada escritora y poetisa cubana Dulce María Loynaz. Fue construida en los albores del Vedado, cuando apenas existían edificaciones en la zona, lo que permitía ver el mar desde ella. Según el historiador cubano Eusebio Leal, en su mítico jardín el célebre pintor Guillermo Collazo ejecutó La siesta, uno de sus más bellos lienzos.
- Villa Lita, hoy Biblioteca Servando Cabrera Moreno. Se sitúa en la avenida Paseo entre las calles 13 y 15. Contaba con vitrales de la vidriera española-francesa Maumejean y la catalana Ballesteros, así como con las esculturas y preciosos mármoles travertinos y de Pietra Santa que fueron adquiridos por su propietario, el italiano José Pennino, reconocido comerciante de mármoles. Los mármoles traídos a Cuba de Pennino fueron usados también en obras del Centro Asturiano y el Monumento a Máximo Gómez. Desde 1922 a 1926 la casa fue arrendada por Carlos Manuel de Céspedes (hijo), quien fuera Presidente de la República en 1933, durante el llamado Gobierno de los Cien Días.
- Palacio renacentista con tintes de Art Decó de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró, el romance más escandaloso de la época, hoy Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (Paseo y 17). Casada en Tampa con un adinerado propietario, la matancera Catalina Lasa era considerada una de las mujeres más hermosas de la alta sociedad cubana. En una fiesta conoce al viudo Pedro Baró, otro rico hacendado, con quien se va a vivir pese a que no existían ninguna ley de divorcio entonces (fue aprobada en 1917 por Menocal).
Ambos amantes lograron una audiencia con el Papa en Italia, quien los bendijo y anuló el anterior matrimonio. La mansión que le construyó Baró a Catalina marcó un punto de giro en la arquitectura cubana moderna. La estructura fue proyectada por los célebres arquitectos Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, mientras que sus jardines fueron diseñados por el francés Forrestier, uno de los artífices de los cambios operados en la época en los Campos Elíseos. La casa fue calificada en su momento como la mansión más bella de La Habana.
- Casa de Cosme Blanco Herrera, (Línea entre D y E, hoy sede del centro cultural la Casona) Fue la residencia del presidente de la Nueva Fábrica de Hielo S.A, dueño y principal accionista de la cervecería La Tropical, propietario de los Jardines del mismo nombre. Con dos pisos, puntal alto e imponentes columnas, la enorme casona se distingue por una profusa ornamentación de su fachada, preludio del advenimiento del Neobarroco y el Art Nouveau en la Isla.
- Casa de Fausto Menocal y Deop, ávido político cubano y hermano del Presidente de la República de Cuba, Mario García-Menocal (1913-1921). Hoy funge como Palacio de los Matrimonios (esquina de las calles N y 25). Con estilo principalmente ecléctico, fue diseñada en 1921 sobre un promontorio rocoso por Emilio de Soto, uno de los arquitectos más reconocidos de la época.
- Quinta de los Rosarios, hoy escuela secundaria básica Fructuoso Rodríguez. Ostenta una torre con cúpula de trencadís cerámico con una decoración en damero, muy inspirada en las corrientes arquitectónicas del movimiento modernista vienés liderado por el pintor Gustav Klimt. Utiliza volumetrías y formas geométricas que recuerdan a la influencia Klimt, al frente de la llamada Secesión Vienesa.
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