Una enigmática ciudad ubicada en la provincia de Cienfuegos luce un desconcertante paisaje de altos edificios semiconstruidos y torres de hormigón por acabar, parques, escuelas y canchas deportivas que no llegaron a ser más que un proyecto sin concluir.
Sin embargo, no se trata de una urbe antigua castigada por epidemias o huracanes, ni está al borde de un volcán, ni se está hundiendo en el mar. Se creyó que un día en este enclave radicaría la ciudad nuclear de Cuba. Pero no fue así.
Corría el año 1976 y en medio de la Guerra Fría, la Unión Soviética proyectó construir una gran planta nuclear en Juraguá, un lugar ubicado exactamente al poniente de la bahía de Jagua en Cienfuegos, en el centro sur de Cuba.
Con sus dos reactores, sus instalaciones redimensionarían la deficiente red de energía eléctrica de la Isla, pues uno solo de esos motores sería capaz de abastecer al 15% de la demanda energética cubana. Ello implicaría una reducción de la dependencia de las importaciones petroleras y generaría miles de puestos laborales.
De tal suerte se comenzó a erigir una pequeña ciudad, a siete millas del domo nuclear. Este enclave sería el hogar de unos trece mil habitantes en un futuro no muy lejano, y para tales fines se dispuso la construcción de unas 4.200 viviendas.
Familias de científicos, ingenieros y operarios interactuarían a diario en un espacio donde todas las comodidades estarían garantizadas. En fin, en cierto modo se trataría de la más joven y moderna ciudad cubana.
Y casi se logró concretar aquel sueño cubano soviético, de hecho la Ciudad Nuclear o Nuclear City fue oficialmente inaugurada el día 13 de octubre de 1982, aunque sin haberse concluido.
Cientos de rusos arribaron para supervisar el crecimiento de la nueva urbe, y los preparativos para el empleo de la tecnología nuclear en Cuba. Sin embargo, cuando en 1989 la Unión Soviética cayó terminaría entonces toda la financiación de Moscú. Sería el fin de la gran ilusión cubana y la vuelta al sosiego por parte de los Estados Unidos, que ya veía con alta preocupación el crecimiento de tan amenazante enclave a solo 260 millas de la Florida.
Nada se decía en la prensa, mientras los nuevos residentes comenzaron a marcharse, y las grúas dejaron de trabajar sobre los altos edificios. El 2 de septiembre de 1992 quedó paralizada temporalmente la mayor obra industrial de la historia de Cuba. Pero aquella paralización no fue coyuntural.
En 1996 ambos gobiernos trataron de reiniciar de nuevo la obra buscando la participación de algún otro país financiador, pero la Ley Helms-Burton promulgada por el Congreso de Estados Unidos echó cualquier posibilidad por tierra, ya que permitía al gobierno estadounidense sancionar a cualquier país que ayudase en asuntos nucleares a Cuba.
Algunos pocos residentes aún se debaten entre quedarse y esperar un mejor futuro o marcharse a alguna ciudad cercana. Aunque hay vida en la Ciudad Nuclear, los jóvenes lo tienen claro: no quieren vivir en una ciudad fantasma.
*Las imágenes de este texto son cortesía del fotógrafo Darmon Richter
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