El Malecón habanero es uno de los paisajes urbanos más memorables de los cubanos. Para los nacidos en la Isla, la relación con este entorno tiene una significación singular que implica mucho más que sentarte en un muro a ver caer el sol.
Sentarse en el Malecón a “perder el tiempo”
Si alguien visita La Habana y se va sin sentarse en su largo muro, no puede decir que la ha conocido. Quienes no han vivido la experiencia suelen preguntar ¿Qué se hace allí? ¿Pero ir hasta allá para perder el tiempo?
Vivimos una época que se caracteriza por excesivo trabajo, demasiada información y poco tiempo para los planes del día. Incluso en Cuba, donde la vida transcurre en otro ritmo, la dinámica es tan compleja que las horas tampoco alcanzan para cumplir con todo.
Sin embargo, muchos creadores cubanos dicen que necesitan sentarse junto al mar para nutrirse e incentivar su creatividad y su producción intelectual o artística. ¿Cómo es posible que alguien necesite un entorno determinado para crear?
Interactuar con la naturaleza es imprescindible para ser creativos
Dejar que la mente divague es necesario para potenciar la creatividad. Sentarse a conversar, a soñar despierto mirando al mar y perder la cabeza en las nubes es una forma infalible de ganar tranquilidad espiritual y serenidad.
Una vez nos sentimos emocionalmente en calma, somos capaces de centrarnos mejor en las tareas y por tanto somos más productivos. Pero nadie va hasta el muro del Malecón de La Habana a cultivarse emocionalmente. ¿Qué pasa allí que se produce esa magia?
Un paisaje construido para el esparcimiento
El urbanismo es, para decirlo en modo coloquial, la ciencia que controla nuestras vidas silenciosamente. Cuando visites una ciudad y descubras que te sientes cómodo, investiga el nombre de sus urbanistas y descubrirás toda una filosofía de vida detrás de los paisajes.
Se suele pensar que el muro del Malecón fue un proyecto urbanístico diseñado para detener el paso del mar. Sin embargo, muchas personas ignoran que fue concebido como un paseo, un paisaje urbano excepcional.
El Malecón de La Habana tiene 8 kilómetros de largo
La construcción del malecón se remonta al año 1901. Se realizó por etapas y la última correspondió al período de mandato de Batista. Se extiende desde el Paseo del Prado hasta la desembocadura del Río Almendares.
Su amplia avenida de 6 carriles permite una circulación rápida por todo el litoral habanero. A la vez es un espacio de alta calidad paisajística, en el que se integran monumentos y edificaciones, de un modo armónico con el entorno natural.
La ciudad mirará al mar hasta que se seque el Malecón
El Malecón, en tanto constituye un espacio público, fue cuidadosamente trabajado por los urbanistas cubanos. Se tuvo en cuenta cada elemento técnico y hoy sus edificaciones definen el skyline de La Habana que conocemos universalmente.
Durante el día es un espacio hostil para el caminante porque no hay árboles que protejan del sol. Pero, según cae la tarde, los habaneros se acercan a la orilla del mar. Y el borde de la ciudad se transforma.
Es para muchos cubanos el único lugar de La Habana donde no hace falta nada para ser feliz. Porque no existe cosa más gratificante que sentarse a ver pasar el tiempo, en el borde del mundo.
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