Por obra y gracia del santoral católico, hoy es ‘mi’ día.
Por herencia de mi padre, a su vez herencia de mi abuelo, a su vez de mi bisabuelo, y así hasta desvanecerse en la niebla de un pasado familiar que mi recuerdo no abarca, me llamo Francisco sin saber exactamente a cuál de los 18 Franciscos del santoral debo ese nombre, si es que se lo debo a alguno de ellos.
No saberlo me otorga una prodigiosa libertad: darme el lujo de elegir entre los 18 cuál es ‘mi’ Francisco. Y claramente la elección ha recaído en un día como hoy, 4 de Octubre, en San Francisco de Asís.
Quizás en mi decisión haya pesado el hecho de que cada 4 de Octubre sea un día peculiar para los cubanos, algo que también soy, aunque esto último sin haberlo elegido.
Por obra y desgracia de la esclavitud negra, en Cuba, paradójicamente, se dio un prodigio cultural: la cercanía, hermandad, sincretismo, como quiera llamársele, entre dos personajes hasta entonces distintos, distantes, para algunos puede que incluso incompatibles: San Francisco de Asís y Orula.
Da igual que las ortodoxias católica y santera, preocupadas cada una por la pureza de sus dogmas y cultos, no den demasiada relevancia a esa poética fusión mediante la cual dos cosas diferentes son una y otra a la vez.
La religiosidad popular cubana, que trasciende la mezcla entre las dos grandes ramas católicas y yorubas, incorporando espiritismo, masonería, curandería, solo puede celebrarse como una fiesta de imágenes superpuestas, una fábula transcultural, una sala de espejos que permite la herejía, el misterio, la fantasía, la extrañeza, la devoción y a veces también el temor.
Solo la poesía de las religiones, de las mitologías, puede explicar que a partir de un día, no sabemos exactamente cuál, uno o varios negros esclavos, no sabemos quiénes ni dónde, eligieran la frágil figura del fraile italiano para esconder bajo sus vestiduras mendicantes la fe clandestina en Orula, Orisha de la adivinación, del oráculo supremo.
Quizás en la santidad de Francisco de Asís, uno de los mayores testimonios de sabiduría cristiana medieval, algunos vieran la sabiduría, inteligencia y astucia de Orula.
Quizás fueron los estigmas visibles de la crucifixión en manos, pies y costado cuyo sangrado hizo sufrir a San Francisco hasta el día de su muerte, las señales en las que los devotos a Orula avizoraron al gran sanador de impresionantes conocimientos médicos.
Como otros santos estigmatizados, Francisco ocultaba sus heridas a la vista pública por considerarse portador indigno de las señales de la Pasión de Cristo. Iba con las manos entre las mangas del hábito y los pies cubiertos por medias y zapatos.
Sanó a cojos, paralíticos, ciegos, tullidos, epilépticos, poseídos por demonios. Convivió con leprosos de los que antes apartaba la vista; oraba, ayunaba, mendigaba con pobres y compartía su comida con ellos, en harapos, él, que perteneció a una familia acomodada.
Hoy es común ver por la Plaza de San Francisco de La Habana bandadas de palomas, caballos refrescados en la fuente por los cocheros, y sobre todo turistas, esa plaga incesante y roedora de patrimonios culturales que devoran todo con sus cámaras y teléfonos.
San Francisco consideraba a los animales tan criaturas de Dios como las humanas.
Predicaba a aves que lo escuchaban durante sus sermones y no volaban hasta que él no las bendecía.
Apacentaba y protegía lobos que asolaban las comarcas.
San Francisco de Asís es el santo patrón de los animales.
A Orula se le inmolan chivas, gallinas negras, palomas y venados. Se le ofrenda ñame, coco, albahaca blanca.
Orula conoce el misterio del ser humano, de la naturaleza, el principio y origen de todas las cosas, Orishas incluido. Concede al hombre conocer su futuro e influir sobre él.
Benefactor y consejero mediante la revelación del destino a través del secreto de Ifá, otorga seguridad, apoyo y consuelo ante la incertidumbre de la vida. Con su ayuda todo es posible. Sus sacerdotes pudieran ser los más organizados, místicos y sabios.
Sus colores son el verde y amarillo.
No tiene bailes en su honor.
Su lugar en la casa debe ser acorde a su realeza, lejos de profanaciones, por lo que se descartan dormitorios, baños, cocinas.
Se le atiende cada 25 días desde la pureza física y moral: abstinencia sexual, de alcohol o drogas mínimo 24 horas antes, sin menstruación ni mal humor.
Cada 4 de Octubre, estemos en la Isla o fuera, recordamos entrañablemente estos detalles como una avalancha de trozos de Cuba que nos asaltan y no nos dejan este día: los estigmas, las animales, el misterio humano, la naturaleza, el destino, el verde, el amarillo, la plaza y templo habaneros de San Francisco, templo no religioso sino sala de conciertos, o sea, templo de algo tan espiritual para los cubanos como nuestras propias devociones: la música.
Si estás hoy, mañana, o ya has estado antes por la Plaza de San Francisco, como las palomas, como los caballos de los cocheros, como un turista más, pásate por allí o evoca ese paseo pensando en algunas de las cosas que hemos mencionado.
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