Todas las leyendas ―inciertas aunque populares― surgen para bien o para peor, para deificar o estigmatizar a sus personajes.
La trascendencia de Martí no escapa a lo mítico: normal entonces que en torno a su figura se tejan leyendas que se hundan hasta lo más sensible de su espiritualidad: la poesía.
Una de estas le atribuye la autoría de un poema cuyo contenido no se asocia con la imagen que históricamente generaciones de cubanos se han hecho de Martí.
Las circunstancias de la composición del poema son estas:
Mientras vivía en Zaragoza, Martí asistía regularmente a un café donde cada noche se reunía con otros jóvenes exiliados alrededor de una gran mesa redonda de mármol blanco a beber vino y a debatir sobre el independentismo cubano.
Una noche, al llegar, vieron sobre el mármol de la mesa una cuarteta escrita por algún español.
Estos patriotas cubanos/ Son animales de cerda/ Son todos unos marranos/ Y más mierda que la mierda.
Al leerla, los jóvenes cubanos se sintieron insultados pero Martí, sin perder las formas, escribió al lado las siguientes estrofas.
La Cagantina
Me cago en Prin y Topete (generales españoles)/ en Silveira y Castelar (políticos españoles)/ y en todo peninsular/ desde Madrid a Albacete.// Me cago en Doña Isabel/ la Reina puta y cabrona/ y en su Ministro Carmona/ y en Don Julio Pimentel. (amante de Isabel)// Me cago en el Guadalete (río de España)/ y en toda su gente guapa/ yo me cago hasta en el Papa/ y por cagarme en conjunto/ me cago hasta en el punto/ que ocupa España en el mapa.// Me cago en Roma y Cartago/ en las estrellas y el sol/ y si Dios fuera español/ ¡Hasta en Él también me cago!
El español anónimo contratacó:
Me cago en Céspedes y Quesada (hijo de Céspedes)/ me cago en la bandurria y el güiro./ y luego me limpio el culo/ con la estrella solitaria.
No está de más recordar que “La Cagantina” no figura en ninguna edición de la poesía martiana, como tampoco la anécdota consta en ninguna biografía sobre el Héroe Nacional.
Pero si su autenticidad es dudosa, ¿de dónde surge? ¿Quién o quiénes la transmiten y cómo?
Actualmente la anécdota de “La Cagantina” se multiplica en la red, copiada y pegada de blog en blog, sin contrastar ninguna de las veces su veracidad ni referir su fuente anterior al formato digital en que hoy se le divulga, aunque siempre que se reproduce se da por creíble.
¿Por qué?
Porque a menudo, antes que la verdad, preferimos el mito, ese papel misterioso que aguanta cualquier historia que le pongan sin que nadie se cuestione nunca quién y cuándo empezó a escribirla.
El mito no requiere pruebas: se sostiene por la fuerza y necesidad de existir sin más, para complementar historias y literaturas oficiales, para confirmar prejuicios, reforzar sospechas, para desconfiar de cuanto conocemos y cuanto se nos ha contado del modo en que se nos contado: por ejemplo, que Martí no era ni tan Santo, ni tan Apóstol, ni el ponderado escritor que habitualmente leemos, sino simplemente un hombre que a veces también escribía textos obscenos.
Martí pudo escribir “La Cagantina” por la misma razón que Maceo pudo darle un piñazo el 5 de Mayo de 1895 en la Mejorana, sin existir una sola prueba de ambas cosas pero por la voluntad de los que a lo largo del tiempo y la cultura imaginamos textos e historias paralelos a los reales.
La leyenda es esa literatura que llega adonde no alcanzan las certezas históricas, que llena vacíos como los de las páginas arrancadas del Diario de Campaña de Martí, que rescribe la realidad incluso con el riesgo de tergiversarla pero sin que esto no nos importe en verdad gran cosa, incluso agradecidos de que así suceda.
Con las leyendas pasa como con la pornografía: nos relacionamos contradictoriamente con ellas, públicamente renegamos de su credibilidad y conveniencia, aunque luego en la intimidad nos rendimos a la fascinante idea de que puedan ser ciertas.
Igual pasa con “La Cagantina”: muchos arremeten contra la autoría martiana del poema, así como contra todo el marco narrativo que la sostiene, argumentando que entre 1871 y 1875 Isabel II ya no era reina de España como se afirma en el poema, y que no existe un solo texto obsceno escrito por Martí.
Se niegan rotunda, tercamente, a imaginar a un Martí procaz.
Más bien prefieren describir su estancia en Zaragoza con dramáticos tintes de pobreza, enfermedad y dolor en hospitales aragoneses donde fue operado dos veces, muy alejado de alcohólicas tertulias en cafés.
De igual modo, apuntan como verdadero autor de la composición al republicano liberal mexicano Ignacio Ramírez Calzada, quien en una disputa con el monarquista español Emilio Castelar escribió:
“Ya estoy en tierra española/ cagándome en cada cual, / desde la princesa real/ hasta la humilde Manola. // Me cago en Prim y en Topete, / en Weyler y en Castelar, / y en todo peninsular/ desde Madrid a Albacete. / Me cago en el Guadalete/ y en toda su gente guapa.../ y para hacer buen conjunto/ ¡yo me cago hasta en el punto/ que España ocupa en el mapa!/ Me cago en Roma y Cartago, / en las estrellas y el sol, / y si tú eres español.../ ¡recoño, hasta en ti me cago!".
Sin embargo, pese a todos estos argumentos, los mitómanos no nos damos por vencidos tan fácilmente.
¿Sólo esas tesis bastan para desechar la oportunidad de que los cubanos contemos con un poema martiano tan soez como divertido?
La alusión anacrónica a Isabel como reina de España pudo tener un mero valor simbólico, sobre todo si recordamos que el verdadero rey en ese momento era Amadeo de Saboya, cuyo origen italiano no le serviría a Martí en el poema para denigrar a una corona autóctonamente hispánica.
Por otro lado, los textos son muy similares pero no idénticos. Martí, quien conoció personalmente a Ignacio Ramírez, puedo haber modificado y mejorado el texto original. De hecho, el presunto texto cubano es muy superior al mexicano.
De todos modos ya sabemos lo que pasará: al final “La Cagantina” seguirá siendo el eterno poema apócrifo y bastardo de Martí que nunca leeremos en su Poesía Completa, pero el que muchos atrevidamente continuaremos deseando que haya escrito de veras.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: