Dicen que las piedras que caían de la lastimada fachada del Hotel Imperial, a lo largo de varias décadas, eran como lágrimas de un gigante derrotado que compartía su miseria con los transeúntes. Por más años de los que muchos recuerdan estuvo abandonada esta joya del patrimonio ecléctico del oriente de Cuba –como la llaman los expertos–, y aún así sobrevivió los terremotos, los ciclones, el paso del tiempo, y hasta el olvido…
El que fuera “uno de los edificios altos” de Santiago de Cuba y que tantos ojos deslumbrados provocó en la urbe, junto al también emblemático y aún agonizante cine teatro Oriente, tienen un lugar especial en el corazón de los santiagueros, quizás porque representan una época donde ser feliz era más fácil y costaba menos, o porque muchos de los que hoy peinan canas sí los vieron en su momento de mayor esplendor, crearon algunos de sus mejores recuerdos, y después sufrieron los años del ocaso de estos sitios.
Son muchas las razones por las cuales el “Imperial” es considerado una “joya”. La primera es que tiene el sello del que sin dudas es uno de los más importantes arquitectos, el renombrado Carlos Segrera, considerado el precursor de la modernidad en Santiago de Cuba. Otra fue su altura, muy poco común para la época entre los años 1914 y 1915, la que causó admiración en la población.
Una característica que sin dudas singulariza este edificio es su elaborado diseño de decoración que se resume a una sola idea: ningún piso luce igual a los demás. Los balcones que recorren ambas fachadas del inmueble, junto a la inigualable, deslumbrante e impactante (y muchos más adjetivos cabrían aquí) vista panorámica desde el roof garden, prometen, y cumplen, visuales de la urbe que solo conocían quienes décadas atrás pudieron disfrutar de este hotel.
Desde aquí, y luego de su reparación, hasta el más conocedor, experto y santiaguero reyoyo vuelve a redescubrir la tierra caliente de Cuba, sus terrazas, esa complicidad entre el cielo, las montañas y el mar, y en especial, la calle “Enramadas”.
Por eso, si en Santiago de Cuba una noticia fue acogida con agrado y felicidad contagiosa y sincera, en medio del intranquilo y desenfrenado ambiente constructivo por el medio milenio de fundada la urbe, en 2015, esa fue la reparación del Hotel Imperial.
El suceso también fue comentado en las redes sociales donde la nostalgia brotó inmediatamente: lo bella que era la antigua tienda “La Francia”, las excelentes visuales desde el piso superior, las parejas que aquí pasaron su luna de miel o que se hospedaron en una de sus habitaciones la primera vez que visitaron la “Capital del Caribe”, los bellos tejidos que se vendían en “La Francia”…
“En estos cuartos habitan suspiros // y espíritus de antiguos enamorados, besos encendidos, // conversaciones secretas, sollozos, caricias, discusiones // de amores hasta entonces eternos y que terminaron entre estas // paredes.”, escribió el poeta Jesús Cos Causse en 1999, y también decía “Cuántos hombres que caminan ahora por la ciudad // y miran sin importancia el portal del hotel no saben // que sus padres, Juan o María, Pedro o Isabel, Jorge o Nora, // comenzaron a crear sus cuerpos y sus corazones y sus canciones // en el fuego de amor de este edificio un poco colonial // y un poco romántico y donde la historia está como detenida // y nada puede borrar su presencia de piedra, su imagen de ángel.”
Casi con el mismo interés que hoy un joven en Cuba sigue los calendarios de competiciones de los equipos Real Madrid y Barcelona, así se perseguían en Facebook las imágenes y las noticias relacionadas con la intervención constructiva en el Hotel imperial, desde su anuncio hasta su terminación y apertura, entre finales del 2016 y principios del 2017.
Ubicado en la privilegiada intersección del Corredor Patrimonial Las Enramadas y la calle Santo Tomás, a pocos metros del Parque Céspedes –el corazón de Santiago de Cuba–, y con 39 habitaciones, que incluye tres junior suite, de mayor confort y con un pequeño recibidor de acceso independiente, el Hotel Imperial es un paliativo a la urgente necesidad de la urbe de incrementar su capacidad de alojamiento, precisamente cuando hoy es la ciudad, su gente, los eventos culturales, el patrimonio y la historia, los principales atractivos de la “Capital del Caribe”.
La apertura del “Imperial” coincidió con la de otra conocida instalación, El Gran Hotel, con lo que Santiago de Cuba, dispone de dos nuevos destinos turísticos, de ciudad, y ubicados ambos en el emblemático y reverdecido Corredor Patrimonial Las Enramadas. El segundo, posee 42 habitaciones, el bar Los Gaticos, el restaurante San Félix y el lobby bar Panorama. Ambos son operados ahora por el Grupo Cubanacán, con la marca Encanto.
Ni en sus años de abandono el “Imperial” pasaba desapercibido entre los transeúntes, y lo que era antes una de las mayores vergüenzas, es en la actualidad uno de los edificios más bellos de la urbe. Aunque no pocos dudaron ver su terminación, y veían el avance como el cangre, “para los lados”, hoy detienen su marcha, miran para arriba y suspiran, quién sabe si por el precio de sus servicios y productos, por las nubes, o por la belleza recuperada.
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