El grupo de cubanos que se encontraba en Turbo, Colombia, y muchos otros que han visto "cerradas las puertas" en los cruces tradicionales de la frontera colombiano-panameña, han optado por una decisión salomónica: cruzar la selva del Darién.
Lo han hecho, con la misma magnitud de estoicidad que los ha llevado desde hace meses a una peligrosa aventura: viajar desde Cuba, a los Estados Unidos, por vía terrestre.
Viaje a Ecuador, luego a Colombia, después Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y finalmente Estados Unidos, como si fuera un viaje al Nicho, o subir al Turquino. Y no lo es.
Diario de Cuba nos trae el relato espeluznante de un cubano que cruzó la selva del Darién, y escucharlo, imaginar las escenas que vivió él, y muchos otros que viajaron a través de ese monte inhóspito, es imaginar la muerte al acecho detrás de cada arbusto.
El cruce por la llamada "Loma de la Muerte" le produjo un shock emocional del que todavía no logra recuperarse.
Asegura haber visto seis muertos en el camino, entre ellos un niño junto a su madre.
T.M y A.B, dos personas que hicieron la travesía a través de la selva del Darién en momentos distintos contaron a este redactor su experiencia.
"Mi problema era la mochila; que era donde llevaba todo, el agua, los antibióticos, las cosas de comer. Me caía, resbalaba, me volvía a caer, pero el guía nos había advertido; no pueden parar, no los puede coger aquí la noche. Cuando llegué a la punta de aquella loma, simplemente me dejé caer. Rodé, rodé muchos metros; no sabria decirte cuántos hasta que alguien me aguantó, me dio par de bofetones y me dijo que si yo había llegado hasta allí, entonces era muy pendeja si me dejaba morir, como si fuera una piedra, rodando loma abajo. Perdí el conocimiento; lo último que recuerdo es que abrí los ojos y me ví en una playa; alguien vino hasta nosotros, y nos dieron agua." T.M
A.B, dice no querer volver a vivir esa experiencia. Simplemente asegura que "él creyó que todo sería como en la escuela al campo".
"No creo que vuelva a hacerlo; no lo creo; no quiero ni recordar aquello."
A.B relata que en el grupo en el cuál él iba una mujer abortó y otra tuvieron que turnarse para cargarla.
"La selva es tan espesa, que el guía nos aconsejaba no separarnos del grupo ni para hacer nuestras necesidades fisiológicas. Caminabas dos metros, y te volteabas y no veías nada. No hay como orientarse allá dentro. No hay ríos, no hay casas, apenas un trillo. Es como un infierno, pero verde en vez de rojo."
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