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Cuando se hable de la historia del movimiento paralímpico cubano, una figura ha de sobresalir por su propia dimensión de campeona.
Como persona, es amiga, compañera, hija, madre, esposa, hermana. Como ser humano, su ternura y delicadeza hacen que la admiremos y respetemos.
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Hablamos de Yunidis Castillo, la santiaguera de 29 años que vio hace muy pocos días, como una lesión le impidiera materializar la hazaña de cuatro años atrás en Londres: sumar otras tres medallas de oro paralímpicas a su ya impresionante saldo de cinco cetros dorados.
En efecto, tras ubicarse segunda en el salto de longitud en la prueba carioca, Yunidis era la favorita para imponerse en las finales de 100, 200 y 400 metros, especialidades en las que reina con récords mundiales y paralímpicos en la categoría de T- 46, o sea, miembros superiores amputados por encima del codo.
“Al sonar el disparo en la final del hectómetro, me lancé en pos de una nueva presea pero el dolor en mi pierna izquierda me impidió seguir corriendo, aunque logré alcanzar la meta, caminando, en una muestra de respeto a la disciplina que tanta gloria me ha dado
“Julita, te digo que creía que el mundo se me venía encima. Tanto sacrificio, tantos meses de preparación, incluyendo dos en México, alejada de mi bebé que ya va a cumplir dos añitos, y ver cómo se esfumaban mis seguros triunfos, que además de ser personales representaban mucho en la ubicación de nuestra delegación en los Juegos.
“Las palabras de mi compañera y amiga Omara Durand me enaltecieron, me hicieron recobrar parte de mi autoestima cuando ella me dedicó sus medallas. Fue algo muy bonito que me tocó mis fibras más profundas, me conmovió , fue algo que se tradujo en paz y satisfacción, aunque sigo triste, ¿por qué voy a negártelo?”
Yunidis dedica palabras emocionadas para los triunfos de sus compañeros, pues una vez más es el deporte rey la insignia del movimiento paralímpico cubano, encabezado esta vez por Omarita con sus tres títulos dorados.
Un reconocimiento especial para la mujer que la entrena desde el año 2004, Miriam Ferrer, quien ha sabido aunar en una sola persona a la profesora, la madre, la amiga.
“Yo era judoca entre los convencionales cuando en el 1998 sufrí un accidente de tránsito que me privó de uno de mis brazos. No me gustaba el atletismo, para que veas, y fue mi destino, ser grande en las pistas.
“Comencé en el 2001, en la Academia Provincial de Santiago, entrenada por Jorge Alberto Gonce. Ese mismo año tomé parte en el Campeonato Nacional y en los Parapanamericanos del deporte en Argentina. Allí alcancé el oro en el salto de longitud y los 200 metros. Cuando regresamos integré definitivamente el seleccionado alumna de Miriam Ferrer en el 2004.”
Más de treinta medallas de oro en Mundiales, Juegos Olímpicos y mítines internacionales y sus récords en los 100, 11 segundos 95 centésimas; en 200, 24, 46 , y en 400, 55,72 son una muestra inequívoca de la grandeza de esta chica que une a todo, su gran espiritualidad.
Cristiana devota, gusta de la música salsa, romántica, reguetón (incluyendo el que se dedica a ensalzar a Dios) y baila de todo, como misma ella dice “lo que no me sé, lo invento”.
Tiene muy buenos gustos en cuanto a los perfumes de su predilección: Carolina Herrera, Hugo Boss, Pittbull mientras el mejor regalo que pueda recibir es un ramo de tulipanes.
Su pequeño Gabriel, bello jabao que amenaza desde bien pequeño con quebrar cuanto corazón femenino se le ponga delante, es junto a su esposo, un apuesto italiano llamado Samuele, su mamá Elena y sus dos hermanos Yunierkis y Yuleidis (varón y hembra por eso de las confusiones de nombres) sus grandes pasiones, su vida, a la cual piensa dedicarse con mucho más tiempo.
“Estoy muy agradecida de la medicina cubana. Un grupo multiciplinario dirigido por el profesor Anillo me atendió nada más regresar, y dictaminó una ruptura completa del recto femoral de la pierna izquierda, seria lesión de la que espero recuperarme pronto aunque mi propósito es estar al lado de Gabriel y de mi familia. Creo que he dado lo mejor de mí y aunque estoy joven, quisiera dedicarme a ellos”
Con su dinámica de siempre, ese carácter que la hizo crecerse tras los embates de la vida, su sonrisa delicada y sus grandes ojos soñadores, Yunidis Castillo prosigue su andar por la vida, una hermosa vida que muchas cosas buenas debe reportarle.
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