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La selección estadounidense derrotó a su similar cubana por dos goles en el primer partido entre ambos países jugado en la isla en casi 70 años.
El histórico encuentro, realizado en el Pedro Marrero habanero, mantuvo un largo abrazo a cero durante el primer tiempo, resultado que nadie esperaba entre dos equipos con una abismal diferencia de calidad.
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Los visitantes, ocupantes del puesto 22 del ranking mundial, no lograron encontrar la portería del humilde equipo cubano, número 139 del mundo, hasta el minuto 62, por intermedio de Chris Wondolowski, y borraron el sueño del empate 10 minutos más tarde, por intermedio Julian Green.
No obstante, la mala calidad del terreno del Pedro Marrero y la humedad del clima de la isla, una pegajosa camisa de fuerza que se pega y engarrota el cuerpo, fueron la primera línea defensiva de los cubanos.
Ante 7 000 espectadores, más que un juego amistoso, el choque entre Cuba y Estados Unidos fue una nueva pausa de amistad entre los dos países, en un terreno deportivo que sigue lamentablemente siendo uno de los pocos donde las suspicacias políticas desparecen por unas horas.
Áreas de tanto impacto como la cultura siguen mostrando en la isla una mueca retrógrada contra la reconciliación, se sigue viendo al vecino de enfrente como enemigo eterno, mientras el pueblo cubano sigue esperando con ansias el próximo encuentro de béisbol, de fútbol, de voleibol, o de cualquier otro deporte donde se juegue sin odio.
En cuanto a las demás estadísticas del choque, los estadounidenses tuvieron un 60 % de posesión, tiraron 18 disparos a portería, el doble de los cubanos, y lograron su victoria número 11 ante 2 empates.
Dirigidos por el exestrella alemán Jurgen Klinsmann, alinearon por la tropa norteña sus principales jugadores, varios de ellos con militancia en ligas europeas, como Christian Pulisic, Julian Green, Geoff Cameron, John Brooks, Bobby Wood o Timothy Chandler.
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