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En Santiago de Cuba hay un silencio que atormenta, perturbador, es insoportable; el ambiente es raro. Esta es una ciudad bulliciosa, de personas que gritan al hablar, de música en la “camioneta” y gente que hacen una fiesta en sus hogares y que convidan, con el escándalo, a la participación de los vecinos... pero Santiago aún está asfixiada por la noticia.
Ya no sé si es duelo exacerbado, o hastío de una televisión que rompe contra todos los postulados más básicos de la teoría de la comunicación: una sobresaturación que provoca, en el mejor de los casos, apagar el equipo; en otros, una actitud escapista hacia el llevado y traído “paquete”.
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Las calles están silenciosas. El dolor es real, hay llantos que ni el mejor actor puede igualar, es sufrimiento solidario de ese que se contagia como una epidemia y provoca sollozos; pero también la apatía y hasta la alegría reprimidas y que se comparte con guiños de complicidad solo entre quienes se conocen muy bien pues nunca se sabe quién está escuchando o mirando, y en estos tiempos los ojos se multiplican, también la paranoia.
En Santiago se vive hoy una extraña mezcla. A Fidel, y que no quepa duda, lo lloran personas de todas las generaciones. Las imágenes no son burdos montajes de “Photoshop”. Hasta la Plaza de la Revolución y el antiguo ayuntamiento llegan miles de personas; unas casi como la actividad en su plan de trabajo diario, otros como expresiones muy sinceras, de corazón, que levantan una señora con muletas de su cotidiano sillón y la convidan a rendirle un homenaje a un cuadro y unos puñados de flores, pero igual de cálido.
Muchos llegan hasta esa fotografía y la miran como si estuviese el Comandante en Jefe en persona, con el grito en el cuello por todas las palabras que se quedaron sin decir... las lágrimas brotan en los rostros de cualquiera. El dolor de muchos es sincero, con ese llanto común en los niños cuando falta el aire y no salen las consonantes.
La capital de la historia, de la música, de los carnavales, el sitio de reposo de José Martí (que jode a no pocos habaneros), también la provincia donde están el antiguo Cuartel Moncada (uno de los museos más visitados en Cuba) y el Santuario de la Virgen de la Caridad (sin dudas uno de los lugares que más miradas atrae al año en el país) ahora sumará otro sitio de perene vigía: el sepulcro de descanso final de Fidel Castro. Llamarlo así, es suficiente, él no necesita más epítetos para ser recordado, para bien o para mal.
Como si no fuese suficiente todos los trabajos que aquí se han realizado en los últimos años por el medio milenio, ahora la urbe se engalana aún más para recibir, en su última “caravana”, a Fidel Castro: se pavimentan calles, se pintan fachadas, se acondicionan luminarias.
Poco a poco se develan algunos de los detalles del último recorrido de Fidel en Santiago de Cuba, todos quieren saberlos. Que esta urbe haya sido escogida como su sitio de descanso final entraña una gran responsabilidad y emoción. Sus cenizas estarán en el Parque Céspedes, donde recibirá un homenaje en el mismo sitio donde proclamó el triunfo de la revolución de 1959, también en la Plaza de Marte y en el antiguo Cuartel Moncada. Antes paseará por varias calles de la urbe, muchas de las que sintieron sus pasos en vida.
“Quisiera que el recorrido de sus cenizas llegara hasta la Granjita Siboney”, leen el mensaje que una señora hizo llegar hasta el programa En Línea Contigo, que transmitió el canal local con motivo de las exequias, “quisiera que el recorrido llegara hasta Ferreiro para que mi madre, una señora mayor, pudiera participar”, dice otra mujer, “cuándo podremos rendirle homenaje en su tumba”, interroga una tercera. Los reclamos son sinceros y justos, incluso desde el punto de vista histórico.
La avenida “Patria”, esa que las autoridades insisten en llamar “Juan Gualberto Gómez – Flor Crombet” y que sin dudas es el más moderno vial de la ciudad, enlazará dos puntos importantes en la vida de Fidel: la Plaza de la Revolución (escenario de trascendentales acontecimientos y donde será despedido, según cálculos, por más de 300 mil personas de Santiago y otras provincias del oriente) y el Cementerio Santa Ifigenia, sitio donde serán inhumadas sus cenizas. La razón, al menos para mí es un misterio, igual que la cercanía de la tumba de Estrada Palma a la de José Martí, y presuntamente, a la del propio Fidel.
Dicen que Santiago es la ciudad más revolucionaria de Cuba. Así lo es. El amor que sienten por Fidel es genuino. Es imposible decir los por cientos, pero las lágrimas de muchos son testimonios irrefutables. Quizás por eso descansará aquí Fidel Castro, tal vez por eso, en una ocasión dijo y legó una de frases que más emocionan: “Gracias, Santiago”.
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