“Díaz-Canel va a ser el próximo presidente de Cuba. Ya lo están preparando para eso”, me aseguró recientemente Maritza, una ingeniera de 57 años, miembro activo del Partido Comunista de Cuba y vinculada desde joven a otras organizaciones ceñidas al gobierno.
Ella lo dice con la mayor naturalidad del mundo. No le ofende que sea de conocimiento público quién gobernará su país a partir de 2018, incluso antes de que un resultado electoral lo revele. Claro, ello asumiendo que se hicieran elecciones en Cuba. De ser así ¿se ajustarían al actual sistema electoral representativo?
De todas formas, Raúl Castro dejará el poder en 15 meses, o eso dice él. Pero el desenlace de este cambio todavía nos resulta un misterio. Sabemos que por ley de vida, el octogenario verdeolivo tiene que retirarse antes de hacer un ridículo público debido a su edad, pero no sabemos cómo, exactamente, pasará el batón al siguiente “afortunado”.
Eso sí, de que Miguel Díaz-Canel (Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba desde febrero de 2013) es el elegido no hay duda. Lo saben todos los que pertenecen activamente a las organizaciones político ideológicas del país, desde los líderes de la UJC y los Comités de Base, hasta los jubilados de la Asociación de Combatientes.
Lo sabemos todos, incluso los más despistados, a raíz de su creciente protagonismo en la más mínima actividad política, económica y social del país. No hay acto, gala, clausura o firma de convenios en la que no participe. No hay reportaje que no lo alabe, ni notas periodísticas que no lo señalen, sin ninguna sutileza, como el ejemplo de líder revolucionario y continuador de las ideas del Partido.
Cualquier sociedad civilizada consideraría este estado de complicidad gubernamental como un insulto a lo que debería nacer desde una genuina voluntad política del pueblo, pero ya sabemos que en Cuba la cosa marcha diferente. Hace décadas ya, que los cubanos perdimos cualquier tipo de voluntad, cualquier tipo de voz.
Lo cierto es que por primera vez en más de medio siglo una persona que no se apellida Castro podría aspirar al poder en Cuba. Un hombre (claro está), blanco, relativamente joven, que viste de civil y hasta resulta atractivo.
En la isla, lo comparan con Richard Gere por sus canas bien cuidadas y su porte de galán, apunta un reporte de la agencia AFP. Pero más allá de su físico, hay que recordar que este hombre ha sido el primero en hablar de una apertura real de la nación hacia el mundo y hacia sí misma.
Un profesor de la Universidad de Columbia, Christopher Sabatini, explicó a AFP que Díaz-Canel “ha sido un buen soldado en la sombra. De todas maneras tiene ante sí tres grandes retos: el primero será lidiar con los históricos; lidiar con una generación que quiere cambios; y con el Ejército, pero aquí podría contar con el apoyo de Alejandro Castro Espín”.
“No veo otro rival que Díaz-Canel ni otro escenario”, opinó por su parte Ted Piccone, del centro de estudios Brookings Institution en EE.UU. “Pero hemos visto en el pasado jóvenes preparados para el liderazgo, y que luego fueron removidos del poder”, acotó.
Lo que suceda en 2018 aún está por ver. Sea quien sea, el sucesor del gobierno de los Castro tendrá que lidiar con los altos índices de migración de jóvenes y una de las tasas de envejecimiento más altas de América Latina, como apunta la publicación.
El “heredero” tendrá más de un reto en su gobierno frente a una economía socialista disfuncional y azorada por la crisis en Venezuela, su principal aliado, así como la administración de un impulsivo y conservador Donald Trump en EE.UU, a iniciarse el próximo enero.
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