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La belleza implícita en la bandera de Cuba como punto de partida para tocar los temas más sensibles que inquietan a la sociedad cubana deviene el aliento de vida que mueve la obra del multipremiado artista plástico Michel Mirabal.
Recién galardonado con la distinción Doctor Honoris Causa por el Auditorio del Senado de México, Mirabal se ve a sí mismo como un “vengador anónimo” que proyecta las problemáticas más comunes de los cubanos, y las suyas mismas, a través del arte.
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La denuncia social, la cubanía y el tratamiento de conceptos como “Patria” marcan la obra de este cubano que se desdobla una y otra vez sobre los colores y la composición única de la insignia nacional.
Imponiéndose a un daltonismo que padece desde pequeño, el triángulo rojo y las franjas azules y blancas de Mirabal, entre otros tantos ejes temáticos de su pintura, han protagonizado, hasta el momento, casi sesenta exposiciones personales y colectivas alrededor de todo el orbe.
Según varias bibliografías, muchas de sus piezas de gran formato integran colecciones de importantes instituciones como la fundación Rockefeller y los museos de Bellas Artes de Medellín y Bogotá en Colombia; así como las fundaciones “Martin Luther King” y Afroamericana, en Nueva York.
De igual forma, su firma adereza las colecciones privadas de grandes figuras como Gabriel García Márquez, Mohamed Alí, el magnate Donald Trump, Danny Glover, Angela Mizzoni, Quincy Jones y el guitarrista Carlos Santana, entre otros.
De acuerdo con el articulista y filólogo cubano Vladimir Pérez Casal, el uso de la bandera no es exclusivo Michel, pues ha sido objeto de muchos de los artistas de los últimos años como Warhol, Johns y Rauschenberg, pero Mirabal “la hace distinta cuando la desfragmenta, la une y la separa entre pétalos de rosa y espinas, en un constante proceso de construcción y desguace de la realidad de la Isla”.
Y como Cuba es sujeto recurrente que se rinde a las pinceladas de Mirabal, no asombra entonces que, a tono con la nueva era que atraviesa el caimán antillano, una obra de este artista sea la ilustración que acompañe la tarjeta bancaria MasterCard del Stonegate, primera de un banco estadounidense en usarse dentro de la nación caribeña.
El propio presidente de los EE.UU, Barack Obama, lo congratuló por su trabajo y agradeció formalmente que su obra conformara el dossier visual y cultural que acompaña hoy las nuevas relaciones bilaterales entre La Habana y Washington. Por si fuera poco, el mandatario prometió guardar celosamente una de sus piezas en su casa de Chicago.
Pero más allá de los logros y el reconocimiento internacional, este cubano se siente completo solo si vuelca sobre los niños de su comunidad las mieles de la enseñanza artística. Por ello, mantiene desde hace un buen tiempo un taller para infantes sin amparo filial, donde enseña las técnicas del dibujo y la pintura, así como moral, cívica, historia de la música cubana y del arte en general.
Nieto de la cantante haitiana Martha Jean-Claude, amiga personal de Celia Cruz, y del pintor y periodista Víctor Mirabal, Michel nació en el seno de una familia humilde de Cayo Hueso, pero expuesto en todo momento a las influencias directas del arte y la sensibilidad hacia el mundo que lo rodeaba. Se graduó de la Escuela de Diseño y posteriormente cursó estudios de pintura en la conocida Academia de San Alejandro. Trabajó además para la casa productora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica y para el Ballet Nacional de Cuba.
Hasta el sol de hoy, Michel ha ganado sendos lauros, entre los que cuentan el Primer Premio de Dibujo Salas, Santo Domingo, República Dominicana; la Medalla de Plata Expo Trastiendas por la Asociación Nacional de Galerías de Argentina a la mejor exposición extranjera, Buenos Aires, Argentina; el Primer Premio Dibujo Maxin, Miami, Florida; el Primer Premio Mundial Beca Rockefeller de artes plásticas, Nueva York.
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