El presidente Peña Nieto no la tiene fácil, le tocó a él encabezar un enfrentamiento que de por sí era inevitable al momento que en el norte recuperasen eso que les ha dado excelentes resultados por más de 200 años “las leyes existen para cumplirlas”. La construcción de un muro como medida de contención de la inmigración ilegal comienza a ser realidad a pesar de lo que piense, en muchos casos hipócritamente, el resto de la humanidad.
La opinión pública mexicana, su clase política (al menos públicamente), México todo, ha convertido la construcción del muro y la exigencia de que el mismo sea financiado por parte de México en una afrenta a lo más profundo del orgullo patrio. El blanco favorito lo constituye la valoración de la estridente personalidad del actual ocupante de la Casa Blanca (loco, maniático, esquizofrénico, es lo que se maneja por lo bajito).
Son comunes los comentarios de que México tiene otros cuarenta y tantos tratados aparte del TLC, que es momento de relanzar su relación con China y medio mundo, hasta el mismísimo presidente ha prometido garantizar seguridad y protección para sus coterráneos en la unión americana. El ex presidente Vicente Fox se ha envuelto en una cruzada antiamericana propia de la época de la guerra con ese país.
Claro, nadie señala que los beneficios reales de esos 40 y tantos tratados adicionales pesan menos que la tinta y los papeles sobre los cuales fueron suscritos, que en China se compra muy fácil, pero venderles es harina de otro costal. Hasta este momento el superavit que se tiene con EUA es más o menos similar al déficit que se tiene con China, el cual asciende a más de 60 000 millones de dólares anuales y contando.
Algo realmente increíble es que el presidente se comprometa a brindar seguridad y protección a los mexicanos que se encuentra en USA. Really? Los problemas de seguridad son muchos más graves dentro de la unión mexicana Sr. Presidente y están muy lejos de estar garantizados, ¿De que está hablando ud.?
El ex presidente Vicente Fox siempre ha sido un tipo simpático; ahora ha hecho toda una explosión de orgullo nacional en contra del presidente Trump, pero estuvo bien calladito y medido cuando el incidente “comes y te vas” protagonizado con el dictador de La Habana, país que ni siquiera tenía la voluntad de pagarle una deuda añeja por más de 400 millones de dólares.
México debería entender que actualmente la frontera norte no es más que una gigantesca válvula de escape por donde fluyen sin contener consecuencias de diversos problemas domésticos y estructurales, como la pobreza crónica, criminalidad, corrupción gubernamental, impunidad, entre otros ¿O es que se entiende que la emigración es un viaje de turismo que se toma por placer y entonces un “infame” muro se empeñará en impedir?
No, realmente no es así, y quienes lo saben mejor son los que han emprendido ese (muchas veces riesgoso) viaje, que saben que nada tiene que ver con el deseo genuino de vacacionar.
Más de 30 millones de hispanos de origen mexicano viven en los Estados Unidos. Se estima que alrededor 11 millones (la población de Cuba) decide vivir todos los días y voluntariamente como ilegales en un país extranjero, en la mayoría de los casos en condiciones de inferioridad con respecto a los residentes legales y ciudadanos, sin que nadie les escatime la posibilidad de regresar, lo cual podrían hacer en cualquier momento sin consecuencias aparentes.
Sin embargo, eso no pasa; por el contrario, siguen llegando y seguirán, porque un muro no detendrá el deseo natural del ser humano de procurarse una vida mejor, al tiempo que las causas originales que provoca este proceso permanecen más erguidas y fuertes que el muro que se pretende construir, eso sí se pondrá más difícil, vergonzosamente más difícil.
Martí decía “Cuando los pueblos emigran los gobernantes sobran”. Prece ser que para una porción suficiente de mexicanos este dilema se resuelve (a lo cubano), “para el norte que es más corto que después nos arreglamos”.
El caso es que ahora una parte importante de americanos consideran que este proceso perjudica sus propios intereses, conspira en contra de sus costumbres e identidad cultural, y en contra de ese hábito (raro en nuestra gente) de obedecer la ley. Este sentimiento contribuyó de manera importante a que hoy Trump sea presidente.
México, por el bien de las mayorías los mexicanos, no debería botar el sofá. Convendría seriamente de una vez por todas tener la voluntad política e intentar resolver los problemas de índoles domésticos que son los que realmente originan el fenómeno de la emigración ya sea legal o ilegal. No hay nada que justifique que una cerca sea la diferencia entre una vida digna y otra donde es común la penuria.
Solo para poner un ejemplo echemos un vistazo a la ciudad de Nogales, en donde una oxidada cerca divide a Nogales Sonora (México) de Nogales Arizona (USA) como resultado de la guerra México-americana de 1846-1848 y una compra posterior de territorio en 1853.
La cerca constituye la menor de las divisiones: mientras en Nogales Arizona el ingreso promedio por familia supera los 30,000 dólares anuales, en Nogales Sonora no se llega al tercio de ese monto. Mientras que en Nogales Arizona los jóvenes están mayormente en las escuelas y la mayoría de los adultos tienen mínimo el pre universitario terminado, en Nogales Sonora mayormente los adultos no exhiben ese nivel educacional, ni la mayoría de los jóvenes están precisamente en las escuelas.
Las condiciones de sanidad y demás servicios públicos dejan también mucho que desear del lado sur de la frontera al compararlo con el lado norte de la misma. Los índices de criminalidad e impunidad resultantes de la corrupción política son diametralmente diferentes, resultando negativo para el lado mexicano. Abrir un negocio suele ser mucho más fácil en Nogales Arizona que en Nogales Sonora.
Alguien podría inclusive esgrimir posiciones racistas para tratar de explicar de algún modo el por qué de esta desigualdad entre las dos ciudades que comparten la misma geografía, clima, tipo de suelo, el mismo aire.
No faltará quien diga que la ascendencia azteca revelaría la consecuencia del por qué la vida sea tan difícil en el lado sur. En Nogales ambos lados comparten los mismos ancestros, disfrutan la misma comida, pudiéramos hasta atrevernos a decir que hasta culturalmente las raíces son las mismas. El problema son las instituciones y el sistema político basado en cuotas de privilegios anclados en la corrupción que invariablemente persisten en México.
Entonces no es Trump ni mucho menos USA el enemigo verdadero. Hay que reconocer que USA, en todo caso, ha absorbido parte de esos problemas originados al sur de su frontera, al punto que 40 millones de nosotros hemos optados por vivir en la Unión Americana ya sea legal o ilegalmente, por las garantías de bienestar y seguridad que encontramos de este lado.
Otra cosa es cierta, México está enfrentando un pico del viejo dilema de siempre que presupone el compartir frontera con la democracia más sólida del planeta y primera potencia mundial, al mismo tiempo en que ha persistido en tener una mentalidad tercermundista a exprofeso, encabezada por su clase dirigente y una elite interesada más en mantener sus cuotas de privilegios que en el bienestar de la sociedad en su conjunto.
En medio de todo esto Carlos Slim se despierta y promete tener una receta para luchar en contra de los “embates” de Trump y, de paso, sacar a México adelante. Retóricamente nos podríamos preguntar, ¿dónde estaba el ingeniero en los últimos 50 años? si no fuera estar ocupado en pertenecer a los punteros de la lista de Forbes.
Magistralmente Benito Juárez señalaba “el respeto al derecho ajeno es la paz”, pues entonces no le neguemos al vecino del norte el derecho genuino de proteger el imperio de sus leyes. Al contrario, México, aunque duela y moleste admitirlo, debería sacar además de cierta cuota de agradecimiento, un inmenso pragmatismo que le ayude a potenciar los beneficios de esta envidiable condición geográfica. Debía decidirse francamente por “Hacer México grande de una vez”.
Sin embargo, el panorama se antoja pesimista, el riesgo de persistir en el necio orgullo, la idiosincrasia por un lado y el oportunismo por el otro, más una izquierda rancia gerenciada desde La Habana que debe de estar afilándose los dientes y preparando el festín. El camino que tome este diferendo será importantísimo para el resultado de las próximas elecciones. Subestimar la capacidad de la Isla en influir en otros, constituye algo más que un suicidio masivo. El ejemplo de Venezuela, últimamente Colombia entre otros, así lo demuestra.
Si esa izquierda se encumbra en México, ni las más inaccesible de las murallas bastaría para contener, inclusive, a los que hoy clavan asta con bandera en tierra y quieren mandar al carajo a los Estados Unidos.
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