En el deporte como en la vida, hay quienes podemos cumplir nuestros sueños y quienes no; sin embargo, los valientes no solo lo intentan sino que luchan a brazo partido por conseguirlos.
No me equivoco si les digo que ese es el caso del pitcher zurdo Pavel Pino, ex integrante del equipo insignia de la pelota cubana, Industriales.
En mi carrera he encontrado de todo (como es en la viña del Señor), deportistas a quienes les gusta ser entrevistados, los que huyen desesperadamente ante la cámara pero son gentiles y correctos; los que, groseramente, irrespetan tu labor; aquellos serios y modestos y otros, “relambíos” y carismáticos que son brote espontáneo de alegría y risa.
Pavel Pino entra, precisamente, en la categoría de los modestos, decentes, serios, correctos y siempre prestos a responderte las preguntas, tanto en las victorias como en los reveses y en esta ocasión no ha sido diferente, pese a estar el zurdo de la capital en un momento aún no feliz.
“La primera vez que empecé a jugar pelota fue en el parque de Puey (barrio periférico de la la ciudad de La Habana), guiado por mi abuelo. Nunca se me olvida que cogí una piedra y se la tiré a mi abuelo y le dí en un ojo; rompí sus espejuelos, y aquello por poco me quita los deseos de volver a un terreno de béisbol; por suerte, no ha sido así.
“Siempre comencé los ciclos, o sea, iniciaba por mi edad en escolares, cadetes y juveniles; le llamamos primer año en cada categoría. A los nueve años en el Centro Deportivo de mi localidad, el Ciro Frías, di mis primeros pasos.
“Primero jugué la inicial y el jardín derecho, pero mi profe Cairo me indicó que mi futuro era en el montículo. Al principio era muy descontrolado, daba muchas bases por bolas, pero me fui arreglando y ya en las edades 15-16 años, o sea, cadetes en esos tiempos, me destaqué e hice la preselección de la capital, pero no el equipo, algo que me decepcionó porque yo había ganado seis juegos con solo un fracaso. Al año siguiente paso a entrenar en la Academia de la Ciudad Deportiva y allí el entrenador Héctor Camejo me enseñó mucho, me convirtió en un buen lanzador. Fue y es un padre para mí.”
Pavel avanza y en la categoría juvenil sigue las orientaciones de los preparadores Eduardo, Ulacia, Alvin, Castillón, el Morao y Pacho, todos excelentes personas, que también influyeron mucho en el joven pero fue Cairo el que determinó que lanzara.
“Obtuve seis victorias sin derrotas en los juveniles y me gané un puesto en la escuadra provincial. Estuve muy bien, siete y uno el balance de ganados y perdidos y tercero en promedio de carreras limpias, lo que me valió para hacer la preselección nacional. Hice muy buena preparación pero no me llevaron al CUBA. Eso fue con 18 años.”
Precisamente con esa edad, el zurdo Pino hace el grado para el entonces segundo equipo de la capital, Metropolitanos, e impactó tanto que apenas con 19 años participó en el JUEGO DE ESTRELLAS y fue seleccionado para la preselección nacional, pero, cosa extraña, tampoco hizo el CUBA. Al año siguiente entra a los Industriales, nada menos que bajo la tutela del sino el mejor, uno de los mejores entrenadores de pitcheo del país, José Elosegui, “quien me enseñó lo que sé, completó mi preparación previa”.
“No fue él nada más, no, los jugadores azules (Industriales) me dieron todo su apoyo, era ése un gran conjunto; entrenadores, peloteros, todos me ayudaron mucho; les agradezco mucho a mis manágers. Mención aparte para ese gran cátcher que es Frank Camilo Morejón, te guía, te ayuda, es inteligente, es un muro.”
Cuba ha tenido pitchers zurdos de máxima calidad; muchos, fácilmente hubieran podido lanzar en Grandes Ligas: “Changa” Mederos, Jorge Luis Valdés, Omar Ajete, Adiel Palma. “Ése, ese mismo, el cienfueguero, es mi ídolo. Verlo lanzar era una delicia. Cuánto hacía, sus movimientos en el box, su control.”
Pitcher de recursos, con un amplio repertorio: recta, curva, cambios y sinker, el lanzamiento que tiró en el momento más crucial, Pavel Pino no ha sido un chico con suerte. Nunca confiaron en él y constantemente lo bajaban a la reserva azul, algo que lo sacaba de paso. Su pérdida de confianza fue en aumento.
“Quizás la desconfianza que tenía en mí me empujó a salir del país y buscar nuevos horizontes. Casi no lanzaba, estaba cansado de estar en un equipo y no poder lanzar, y yo sabía que podía hacerlo. Partí de mi Patria, fue algo muy difícil, nunca pensé que llegara ese momento. Mis padres llorando no se me quitan de la mente. Tuve que tragar en seco. Yo quería jugar. Seguir adelante. Después lloré, lloré mucho. Es el momento más triste de mi vida. Aún recuerdo aquel día en el aeropuerto, la cantidad de familiares y amigos que me despidieron. Tener que dejar a mis padres, a mi sobrina Paula Patricia que tanto amo…”
Y me pregunto yo, ¿ha valido la pena esa cruel separación, aún en República Dominicana, entrenando, tratando de llegar y sin resultados visibles?
“En Quisqueya me han pasado cosas jamás imaginadas. Sustos, atracos, hambre, sin tener un entrenador. Hay que hacer mucho sacrificio para llegar, para tratar de conquistar mis sueños. Aquí muchos venimos con las esperanzas de jugar, si no en Grandes Ligas,en otros campeonatos que nos den, al menos, para vivir holgadamente, pero si no encuentras al llegar a la persona correcta, pasan los días, las semanas, los meses, los años y no logras firmar un contrato. Extraño mucho a mi familia, muchísimo. Ya llevo dos años y me sobrepongo. Tengo que seguir adelante, tengo que llegar. No soy yo solo. Hay un éxodo del béisbol cubano porque tenemos talento, nos sacrificamos, queremos llegar a las Grandes.”
¿No sería mejor regresar?, pregunté al zurdo capitalino. No todo el mundo puede triunfar.
“No, para nada. No pienso regresar. Hay que seguir. Nada más que pueda voy de visita por mis padres, mi familia, mis amigos; pero a eso nada más”, añade Pino quien añade “no quiero despedirme sin agradecerle a mi papá y mi mamá por darme la vida; decir que amo a mi gran familia; que respeto a todos los que me han apoyado, que no olvido a mi gran amigo, tempranamente fallecido, el lanzador Luis Felipe Díaz. Estoy luchando desde los 9 años, así que seguiré haciéndolo”.
Y la alegría me daría a mí amanecer un día y escuchar un juego entre los Mets y los Cubs, o de cualquier otro, anunciando como pitcher abridor al zurdo Pavel Pino. Sería el mejor pago a un muchacho que no para de luchar y que merece todo el reconocimiento de la que siempre será su afición, la cubana.
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