Krnjaca (Serbia), 14 feb (EFE).- La joven cubana Roseyín Domínguez vive desde hace siete meses, junto a su marido y a su pequeña hija, en una habitación minúscula en el centro de asilo en Krnjaca, en las afueras de Belgrado.
Roseyín asegura haber salido de Cuba "con la esperanza de una vida nueva y mejor," y "por cuestiones de política, (...) porque no estoy de acuerdo con el gobierno".
La joven ya ha solicitado asilo político, y ahora espera una respuesta.
"Mi vida, tengo pensado que mejore mucho. Todo depende del esfuerzo que yo le ponga de aprender el idioma (serbio), de buscar un buen trabajo, de superarme mucho más en esta vida", dice Roseyín, oriunda de La Habana.
Hace ocho meses la familia emprendió el incierto viaje a través de Rusia y Montenegro, países donde los cubanos no necesitan visado para ingresar como turistas.
En Serbia no han padecido represión ni discriminación alguna, aunque el sueño aún es llegar a España, no solo por el idioma común, sino también "por las libertades que hay allí".
"Sería como volver a mis raíces", cuenta Roseyín, que por razones de seguridad prefiere que no la filmen ni retraten.
El caso de esta familia no es único. En los centros de refugiados de Serbia hay en la actualidad 86 cubanos, explica a EFE Mirjana Milenkovski, portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en el país.
Entre los años 2013 y 2015 se registraron 13 refugiados cubanos por año, pero en 2016 el número ascendió a 92.
En Krnjaca, donde se encuentran otros dos cubanos además de la familia de Roseyín Domínguez, hay un millar de refugiados, el 80 % de ellos afganos y el resto de Siria, Irak, Somalia, Burundi y otros países.
Domínguez asegura que a pesar de las diferencias culturales no ha tenido ningún problema con los demás refugiados hasta ahora.
Pasa los días leyendo junto con su marido, mecánico automotriz y técnico de electricidad, y juega con su hija Adriana, de diez años.
En otro pabellón vive Jenly Herrera, un enfermero de 33 años que ya lleva nueve meses en el centro.
"Pedí asilo político (en Serbia) por los problemas que sufrí en Cuba por ser homosexual", explica a EFE.
"A mí y a mi pareja nos maltrataban mucho, nos humillaban, nos discriminaban. Somos pacientes de VIH. No nos daban medicamentos, no nos querían en los centros de trabajo. Fue muy duro", recuerda.
Jenly Herrera dice que empezó a trabajar en varios hospitales en la Isla, pero siempre lo acababan echando cuando se enteraban de que padecía de VIH.
"Qué le queda a un homosexual si no salir a la calle a prostituirse. Esto pasa en Cuba", asegura.
En primera instancia, las autoridades serbias han denegado su petición de asilo, y ahora espera la respuesta a su apelación. Si le rechazan, quiere irse a España.
"España es un país bueno para nosotros, que somos gays. Allí hay matrimonios gay, hay más libertades, nos tratan como seres humanos que somos", dice con brillo en los ojos.
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