“Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” fue, posiblemente, una de las frases que más impactó a los que éramos niños en los años 80.
Sin embargo, no mucho tiempo llevaría a mi generación entender que los errores eran muchos más (en cantidad), que la tendencia a rectificarlos a tiempo.
Dicen que “más vale tarde que nunca”, pero lo cierto es que hay errores que duelen, que tuercen destinos y destinatarios, que arruinan vidas y que han llevado a una nación entera, la cubana, a perderse décadas de buena cultura por un concepto estrecho ―estrechísimo― del deber ser cubano.
Y ella, la Lupe, el talento hecho mujer, la pasión hecha música, tuvo que esperar décadas para no estar prohibida, para no estar proscrita, para no ser considerada “harina de otro costal”.
Muchos años ha llevado su reinserción en la cultura cubana, los suficientes para ser merecedora incluso de un reportaje del Sistema Informativo de la Televisión Cubana (summum del oficialismo audiovisual en la Isla) por los 25 años de su muerte, conmemorados el pasado 28 de febrero.
Pena que en este pequeño homenaje la memoria fuera mala y la autocrítica nula. Dos líneas hubieran bastado para hacer referencia a los muchísimos años que Cuba se perdió la posibilidad de poder homenajear a la Lupe.
Si hubiera escuchado esto, tal vez a la cantante le hubiera dado por volver a aquella letra inolvidable que ella inmortalizó: "Igual que en un escenario / Finges tu dolor barato / Tu drama no es necesario / Yo conozco ese teatro [...] Teatro, lo tuyo es puro teatro".
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