Desde diciembre del año pasado, Perú se enfrenta a un período de lluvias intensas a lo largo de los Andes y la costa norte del país. La situación ha empeorado en los últimos días y el país vive graves inundaciones que han provocado grandes avalanchas de lodo.
Según cifras oficiales del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional, hasta el sábado 18 de marzo casi 100.000 peruanos perdieron completamente sus viviendas y más de 600.000 personas y más de 165.000 viviendas resultaron afectadas.
Datos de la Cruz Roja, por su parte, cifran en 78 los fallecidos y 20 las personas que continúan desaparecidas.
A mediados de la semana pasada, el río Rímac, que atraviesa la capital peruana, y su afluente, el Huaycoloro, se desbordaron. Al mismo tiempo se produjeron una serie de tormentas intensas en ciudades de la costa norte.
Desde la mañana del miércoles 15 de marzo y hasta ayer día 20, el suministro de agua potable fue suspendido en prácticamente la totalidad de la capital por las pésimas condiciones de higiene que sorportaba el Rimac.
Ahora, después de la tragedia, voces públicas y privadas reconocen la necesidad de replantear el ordenamiento territorial y urbano y evitar la construcción en orillas inundables, caminos de avalancha y quebradas secas, territorios invadidos en los últimos años.
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