El abuelo del Peter, un amigo de la secundaria, me lo dijo una vez en Puerto Padre: "Esta gente odia a los habaneros". Se refería a todos los rebeldes que gobernaban y hoy, ya cayéndose a pedazos, siguen gobernando la revolución más mezquina que se pueda imaginar.
Voy a tener que pensar que -como en todo lo demás-, aquel viejo pícaro tenía toda la razón, si no, resulta imposible a esta altura entender por qué cierran la posibilidad del emprendimiento, de la imaginación, de la creatividad, de la invención en beneficio del pais, de toda sociedad; porque a partir de ahora el que está jodido no mejorará por el hecho de que jodan al que está empezando a despegar, mucho antes lo más probable es que jodan bien a los dos.
Ya se escuchan voces "abducidas" advirtiendo que será malo para quienes querían montar algo, pero quienes ya lo tenían funcionando seguirán sin problemas. De eso nada: desde esta misma noche el que tenga un negocio y no sea hijo de un general se despertará con pesadillas y sudores fríos varias veces en la noche, no vivirá en paz, sobre todo porque cuando una dinámica de crecimiento y desarrollo de esta especie se corta así abruptamente, el entusiasmo muere, la fuerza muere, el optimismo muere, la cadena de crecimiento, la motivación, el incentivo para el emprendedor, mueren.
Cuando una dinámica de crecimiento y desarrollo de esta especie se corta así abruptamente, el entusiasmo muere, la fuerza muere, el optimismo muere, la cadena de crecimiento, la motivación y el incentivo para el emprendedor, mueren
Deben tener desconfianza, y quizás con mucha razón desde su punto de vista, a la rapidez con que el cubano cuando ve una posibilidad de trabajar con beneficios reales, lo hace día y noche y termina levantando una compañía, como hicieron en Cuba mientras se podía y como lleva haciendo por todo el mundo la diáspora desde 1959. Deben pensar que en menos de lo que canta un gallo los van a tener a su altura y, en breve, siendo el motor de la economía, y nada deben desear menos esa sarta de inútiles que encontrar la horma la de sus zapatos en sus otrora víctimas, con todas las cuentas pendientes que hay.
De otra manera es imposible explicar que un gobierno detenga a una incipiente clase media que comienza a dar soluciones, tímidas aún pero reales, genuinas, autóctonas.
No solo la Historia no los absolverá, sino que les tiene preparado un capítulo en un área del libro cerrada herméticamente a causa del hedor y la fetidez que desprenden sus páginas.
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