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(Tania Costa / Yani Gil).- Dianelis García Acosta sabe por lo que han pasado en alta mar los 13 balseros cubanos que han sido interceptados este miércoles en Diana Beach, al norte de Miami, a bordo de un bote rudimentario. Cree que todo el mundo merece una oportunidad, más cuando se arriesga la vida. "No es fácil que tengan que virar después de pasar por momentos tan difíciles, con sed, hambre y, sobre todo, el susto de pensar que te vas a morir".
Ella subió hace 11 años a una balsa en Cuba. Estaba embarazada de ocho semanas. Tenía 24 años. "Era joven. No pensaba. Mi novio se quería ir y yo no quería quedarme y que él se fuera", explica a CiberCuba. Ahora no sabe qué responder a la pregunta de si volvería a hacerlo. Por una parte cree que sí, porque ha logrado el sueño americano, pero por otra no, porque le vio los ojos a la muerte.
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La joven recuerda que los muchachos de su barrio se pusieron de acuerdo para armar la embarcación. "Tú pones esto, yo pongo lo otro. Uno compró poliespuma; el otro, los tornillos; el otro, los tubos de regadíos..." Ella se mantuvo ajena a los preparativos, que duraron cerca de un mes. "Fue difícil", dice desde Miami, donde vive y trabaja tras graduarse como 'Register nurse'.
Dianelis solo sabía que la balsa en la que iba a escapar de Cuba estaba escondida en la playa de Brisas del Mar. Hasta que llegó el día de irse. Subió sin más. Hoy admite que eso estuvo "bien difícil". El mar, añade, "no es como uno cree".
Ahora reconoce que "es bueno poder llegar" (a los Estados Unidos) y lograr los sueños, poder ayudar a la familia, que es lo que queremos todos los cubanos, pero el mar es muy peligroso, advierte.
Cuando yo vi esas olas y esas rompientes tuve miedo, pero no me iba a quedar yo sola ahí en la playa. Me dije: si vivo, vivo, y si muero, muero. Ya no podía virar para atrás".
Subió a la balsa. No se había despedido de su familia. "No le dije nada a nadie. Se enteraron cuando estábamos aquí, en los Estados Unidos. Estas cosas tienen que hacerse en secreto porque corríamos el riesgo de que nuestros padres no estuvieran de acuerdo. Éramos jovencitos".
Mientras la balsa se alejaba de Cuba, Dianelis miró hacia atrás. Vio cómo empezaba a perder de vista la costa. "Ves que estás dejando a tu país, a tu familia, pero tienes la certeza de que vas a llegar vivo y vas a poder ayudar a tu gente".
La embarcación empezó a subir y a bajar mientras el litoral se veía cada vez más lejos. En una de esas, cuando subió ya no divisaba tierra firme. "Ahí es cuando asimilas que estás dejando a tu país y te sientes triste".
En la embarcación en la que Dianelis salió de Cuba viajaban 16 hombres y dos mujeres. En el mar, la joven cubana confirmó que la tierra es redonda. "Por donde quiera que miras es agua, agua y agua". De la travesía ella recuerda unas olas terribles, el agua entrando en la balsa, la gente sacando agua... La tormenta. "Llegó el momento en que pensé que no iba a sobrevivir. Creí que me iba a ahogar, pero gracias a Dios, llegamos".
Dianelis revive con CiberCuba la agonía de ver venir las olas. "Cada vez que veía una pensaba que íbamos a volcar. Pasaba una y sobrevivías, pero no sabías si con la otra ibas a sobrevivir".
En esos momentos ella veía la muerte cerca y pensaba en cómo iba a recibir la noticia su mamá, en que no iba a poder conocer al hijo que estaba esperando. Pidió perdón a Dios por lo que había hecho: subir a una balsa. "Había atentado contra mi vida", comenta.
Lo peor, si hay algo peor, son las noches en el mar. "Ves un barco y es una lucecita, un foquito en la oscuridad que, quizás, producto de alucinaciones, tú notas que cambia de color". En medio de todo eso, el agua, recuerda Dianelis, se ve negra, pero en ella se perciben algunos destellos de luz en el fondo. Puede que sean las algas, los peces. "Es horrible porque no sabes de dónde te va a venir la ola. La balsa parecía un papelito en medio del mar".
Estaba convencida de que iba a morir ahogada, pero todos llegaron sanos y salvos.
En los Estados Unidos
La balsa en la que viajaban Dianelis y otros 17 cubanos llegó a Cayo Tortuga. "Si nos hubieran cogido los guardacostas nos habrían virado para atrás". El grupo de balseros bajó muy rápido de la embarcación para poder beneficiarse de la ya extinta ley de pies secos/pies mojados. "Nos cogimos de las manos. Estábamos aquí (en Estados Unidos) y ya no nos podían virar".
En menos de tres horas aquel trocito de tierra se llenó de guardacostas, helicópteros. "En tu cabeza solo piensas: lo logré. Voy a echar pa' alante".
Dianelis, que admite que en Cuba pasó necesidad, recuerda que en los inicios en Miami para ella todo era bueno. "Llegamos y embarazada empecé a cuidar a una señora que tenía Alzheimer. Mi esposo enseguida empezó a trabajar. Pasamos trabajo como todos los cubanos, pero como yo no tenía nada lo valoraba todo. Siempre agradecida".
La joven era enfermera en Cuba, pero con un bebé en los Estados Unidos no podía estudiar, trabajar y cuidar a su hijo. Pasó seis años contratada en un restaurante hasta que pudo terminar los estudios de enfermería. Hoy trabaja como 'Register nurse', se siente valorada y tiene un buen sueldo. "Amo este país. Soy balsera. A veces me molesta el desprecio con que la gente habla de los balseros. Pero yo he logrado el sueño americano. Aquí han nacido mis dos hijos, en el mejor país del mundo; en 2010 me compré mi apartamento, me hice ciudadana americana y he podido viajar a Cuba ¿Qué más le puedo pedir a la vida?"
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