La Habana amaneció gris este sábado. A las siete la mañana ya se apreciaba en el Vedado el efecto del viento sobre las copas de los árboles. Poca cosa, comparado con las rachas huracanadas que a esa misma hora estaban azotando Cayo Santa María, al norte de Camagüey, a sólo 50 kilómetros de Caibarién.
Los habaneros más madrugadores hicieron cola al amanecer para comprar pan en panaderías de la capital, como una visitada por CiberCuba en la Habana Vieja, en la que, por cierto, no había pan. Lo que sí abundaban eran las caras de resignación y una larga fila a lo largo de toda la acera. "Esto era sabido. El pan había que haberlo comprado desde ayer", señala un cliente.
En la calle, el ajetreo de cada día. La Habana es un ir y venir de personas, un derroche de energía cinética a todas horas incluso en vísperas de la llegada del huracán más temido: Irma.
Las tiendas han empapelado sus vidrieras para proteger los cristales de las fuertes ráfagas de viento. Muchos se apresuraban a asegurar las puertas de comercios como el Bazar francés, los últimos minutos de calma antes de que comience a diluviar.
Todos saben que lo peor está por llegar.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: