Este 4 de octubre los Estados Unidos celebran el Día Nacional del Taco. El taco tiene el día festivo que las “Buffalo Wings” (una de las señas identitarias de la culinaria estadounidense) no han tenido jamás.
Suena alucinante pero no es una iniciativa aislada o una estrategia de tres negocios para promocionar la delicatesen local: no hay cadena de comida mexicana o Tex-Mex hoy en todo el país que no promocione con orgullo sus variantes de tacos y ofrezca descuentos lo mismo en Homestead, Florida, que en los suburbios exóticos de Seattle.
Si a alguien le parece insólita esta celebración de un plato icónico de la culinaria de un país vecino, no conoce los Estados Unidos.
Hablamos de una nación que celebra con el mismo entusiasmo el Saint Patrick irlandés que la independencia, otra vez, de México.
En Saint Patrick los Estados Unidos se llenan de un verde distintivo y los pubs locales ofrecen cervezas típicas de Dublín. En Miami, Coral Gables enarbola la bandera de celebración total por el santo irlandés. Celebraciones que siempre, sin excepción, terminan en borracheras masivas pero sonrientes.
Nada define mejor a los Estados Unidos y su concepto de tierra total, global, plural, cosmopolita por definición, que las festividades que aúpa con efusividad casi infantil.
Si el 4 de Octubre es el Día del Taco, el próximo 14 de Octubre se festeja el Día de la Raza, una rememoración del día en que el despistado almirante Colón habría llegado a las Américas pensando que pisaba las Indias. Y se celebra, por cierto, sin gota de complejos o de rencor.
En Estados Unidos no hay complejos por las banderas. La mayoría de los centros comerciales parecen sedes de Naciones Unidas, con banderas de cuanto país figura en el mapamundi contemporáneo.
Y los chinos de Nueva York y San Francisco han contagiado al resto del país con su celebración del Año Nuevo Chino, con la misma fuerza con que la tradición británica del April Fool’s Day (Día de los Inocentes) forma ya parte de los días marcados en el calendario estadounidense, tanto como el Halloween importado de irlandeses en el siglo XIX.
Quizás Memorial Day, en honor a los soldados caídos, sea junto con Presidential Day (fiestas por el nacimiento de George Washington y desde entonces la reverencia a los presidentes del país), algunas de las pocas fiestas nacionales endémicas de este país donde lo único endémico es asimilar como suyo lo mejor de los demás.
Porque esa es la esencia de Estado Unidos, que quizás debió llamarse “Países Unidos en América”: más un concepto que un país. Una idea universal, incluyente. Un terreno de todos y de nadie, un resguardo a donde huir de los nazis, de los comunistas, de los segregacionistas.
La Ellis Island de New York tiene sabor a taco mexicano, a cerveza de Dublín, huele ropas de judíos, de holandeses, de chinos, de egipcios y libios.
Esa es la idea sobre la cual los Founding Fathers parieron esta nación: un Aleph de razas, de lenguas, de armonía total que le dio a los Estados Unidos su moral universal, su poder de nación admirable en un planeta por momentos provinciano, parcelista, estrecho de miras y costumbres.
Recuérdalo.
No lo olvides en estos días de confusión inducida, de nacionalismos perecederos, de pavor a la aldea global: la hamburguesa estadounidense vino de Hamburgo, el hot dog es una importación alemana, y la pizza de pepperoni… no creo que haga falta explicar dónde nació. Y sin embargo, los tres conforman la cultura e idiosincrasia de una nación sin paralelo en los tiempos modernos.
Cómete un taco mexicano hoy, en Estados Unidos. Aunque te suene extraño, con ello estás honrando los más hermosos sueños de Benjamin Franklin y Thomas Jefferson.
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