La Habana, 20 oct (EFE).- Una réplica de la estatua ecuestre de José Martí que hay en Nueva York se erige ya en el centro histórico de La Habana. La escultura se ha convertido en símbolo todavía vivo de los puentes entre Cuba y EE.UU. frente al creciente enfriamiento de la relación bilateral en los últimos meses.
La colocación de la escultura culmina 22 años de esfuerzos de la Oficina del Historiador de La Habana por traer a la ciudad una copia de esta obra de la escultora estadounidense Anna Hyatt Huntington que inmortaliza a Martí a caballo en el momento en que es herido de muerte durante la batalla independentista de Dos Ríos (1895).
Su llegada "reafirma que más allá de los extravíos, las políticas erráticas, de los que tratan de destruir los puentes y la comunicación, existe entre las naciones y entre los hombres algo que Benito Juárez señalaba con intensidad: el respeto al derecho ajeno es la paz", afirmó hoy a la prensa el historiador de La Habana, Eusebio Leal.
El literato y prócer libertador José Martí (1853-1895) es la figura histórica más venerada por los cubanos y sus textos aún se enseñan en las escuelas.
Se trata de la única estatua ecuestre que existe de Martí y también la única que plasma su caída en combate: una pieza en bronce de 5,63 metros y 8,5 toneladas de peso cuyo original concluyó la escultora con 82 años y para la que se inspiró en un cuadro de Esteban Valderrama que ya no existe.
"El héroe aparece sublimado por la idea de que va a entregar su vida por una causa justa y excepcional. Había afirmado que 'la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida'", recordó Leal sobre el monumento, "lleno de poesía y de belleza".
El original está en una plazuela del Parque Central de Nueva York, con los monumentos consagrados a los héroes independentistas americanos Simón Bolívar y José de San Martín, en el inicio de la Avenida de las Américas.
Leal recordó que esa obra, regalo del pueblo de Cuba al de EE.UU decidido por el entonces Gobierno republicano del país caribeño, debía inaugurarse el 10 de octubre de 1959, ya tras el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro, "pero los acontecimientos que se desarrollaron luego lo impidieron" (se inauguró en 1965).
Su réplica para La Habana, que tiene la misma base de granito negro e inscripciones que la neoyorquina, llegó a Cuba desde el país vecino a principios de octubre y ya luce en el Parque Trece de Marzo, un lugar con "una alta significación", mirando al mar y cerca del monumento a Máximo Gómez, Generalísimo del Ejército Libertador.
El monumento -cuyo coste no se desveló- ha sido financiado con donaciones de estadounidenses, cubanoamericanos y otros mecenas extranjeros convocados por iniciativa del Museo del Bronx de Nueva York.
Por ello, y por los estrechos nexos que el venerado prócer cubano tuvo con EE.UU, Leal llamó a que la estatua sea un referente para la concordia entre los dos países, amenazada ahora por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y las duras medidas de Washington a raíz de los misteriosos "ataques" sufridos en la isla por diplomáticos estadounidenses.
"Martí vivió 15 años en EE.UU, más tiempo allá que aquí. Fue el hombre que más conoció, en su tiempo y para todos los tiempos, el carácter, la virtud y la luz y las sombras de la gran nación (...). Tuvo en EEUU muchos amigos, amigos que allí Cuba tuvo, tiene y tendrá", subrayó.
Y agregó: "hoy al desvelar este monumento que viene de allá (...) decimos que este es el único camino, no hay otro, porque de lo contrario estaríamos dispuestos como él (Martí) a morir por lo que creemos".
Las vicisitudes en torno a las estatuas de Martí tienen un capítulo propio en las relaciones entre los dos países.
El monumento situado en el habanero Parque Central protagonizó un tenso momento por la enfurecida reacción de Cuba cuando varios marines estadounidenses vejaron en 1949 esa escultura, un hecho que incluso centró el laureado documental del cineasta Miguel Torres "Crónica de una infamia" (1982).
Otra estatua de Martí se alza en el Malecón, en la "tribuna antiimperialista" frente a la embajada de EE.UU, también escenario de un sinfín de fricciones bilaterales.
La escultura, que data de la batalla legal entre 1999 y 2000 por el "balserito" Elián González, representa al prócer "protector y al mismo tiempo acusador", con un niño en un brazo mientras con el otro señala hacia la embajada, símbolo del "imperio revuelto y brutal".
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