El origen del concepto de academia hay que buscarlo en la Grecia Antigua. Así se llamó la institución fundada por Platón, cuyo nombre rendía homenaje a Akademus, héroe legendario de la mitología griega. La academia de Platón estaba en las afueras de Atenas, contaba con un olivar, un parque y un gimnasio. Allí se impartía matemáticas, dialéctica y ciencias naturales. Fue un extraordinario centro de fomento cultural, de cierta forma constituye una de las bases de la civilización occidental. Ha llovido mucho desde entonces: hoy en día, el término academia se refiere a sociedades e instituciones científicas, artísticas y literarias con gran énfasis en la docencia y la investigación. Dentro del amplísimo espectro cultural a las que están consagradas, las artes plásticas constituyen un referente inevitable. Las academias de pintura contribuyeron extraordinariamente (y siguen contribuyendo) al perfeccionamiento de la técnica y la evolución de los estilos de la plástica. Es imposible escribir la historia del arte obviando su influencia; ninguno de los grandes maestros pudo ignorarlas, aunque fuera para combatirlas o menospreciarlas. En determinado momento, el imperio de estas instituciones fue tan absoluto, que muchos creadores lo consideraron tiránico, conservador, opuesto a la más renovadora libertad creativa. Es cierto que en algunos periodos, las academias abogaron obcecadamente por una rigidez formal y conceptual que garantizara la supervivencia de determinados estilos; es cierto que grandes artistas, maestros que terminaron por deslumbrar el mundo del arte, fueron ridiculizados y rechazados de plano por profesores y pintores vinculados a las principales escuelas y talleres. Pero también lo es que las vanguardias, por más que se pretenda asociarlas a absolutas rupturas, se sustentan en la solidez y permanencia del legado académico. Academia no significa necesariamente conservadurismo, inmovilismo, reacción. La historia de la más antigua y prestigiosa institución de las artes plásticas de Cuba pudiera ser un ejemplo. Símbolo de identidad y modernismoA sus 190 años, la Academia de Artes Plásticas San Alejandro es la segunda institución docente más antigua de Cuba, solo antecedida por la Universidad de La Habana. No obstante su longevidad, sigue siendo símbolo de la identidad cubana y el modernismo; es un ejemplo de vanguardia artística en su génesis y desarrollo. La ruta inicial para el surgimiento de una academia de pintura en Cuba quedó trazada a inicios del siglo XIX, cuando el pintor italiano José Perovani, quién había llegado a La Habana invitado por el obispo Espada para la decoración de la Catedral, abrió un taller de enseñanza. Pero no fue hasta el 11 de enero de 1818 cuando oficialmente se funda la Academia Gratuita de Dibujo y Pintura de La Habana, por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, con sede en el convento de San Agustín. A partir de este momento, el aprendizaje de las artes plásticas fue asequible no solo para los ricos aristócratas, sino también para algunas personas con talento y aptitud para la pintura, independientemente de su origen y poder adquisitivo. Su primer director fue el pintor francés Juan Bautista Vermay (1786-1833), quien al morir Perovani llegó a La Habana para encargarse de los frescos que adornan El Templete, monumento neoclásico que indica el sitio de la fundación de la villa. En el año 1832 la academia se nombra San Alejandro, en honor a don Alejandro Ramírez, director de la Real Sociedad Económica Amigos del País y superintendente general, quién no dudó en disponer de su fortuna personal para el desarrollo de este proyecto. Desde su creación la Academia San Alejandro contó con un prestigioso claustro de profesores y directores. En sus inicios conformado por extranjeros (franceses, italianos y españoles), los cuales enseñaban las nuevas tendencias europeas del arte, en diálogo constante con el acervo criollo. Entre ellos podemos mencionar a Francisco Camilo Cuyas, el francés Guillermo Colson, el italiano Federico Mialhe (paisajista y notable científico), el escultor mayorquín Augusto Ferrant y Joseph Leclere, precursor de las clases de modelado en la escuela en 1848. En el año 1879 el pintor Miguel Meleros gana por oposición el cargo de director. Él reforma la enseñanza al introducir el preparado de grises como medio básico de valoración y la utilización de modelos vivos en clases. Gracias a Meleros pudieron ingresar por primera vez mujeres en la institución. A partir de esta fecha le suceden varios directores cubanos como Leopoldo Romañach (al frente de la clase de Colorido) y Armando Menocal (destacado profesor de Paisaje e insigne patriota), que abrieron el siglo XX con nuevos conceptos en la enseñanza. Posteriormente asumieron la dirección entre otros importantes profesores Esteban Valderrama y Peña, destacado retratista; Enrique Caravia; Florencio Gelabert, así como Carmelo González fundador en 1957 de la Asociación de Grabadores de Cuba y quien además extendió la enseñanza al añadir el grabado sobre madera, xilografía y la calcografía. Entre los estudiantes de la Escuela de San Alejandro estuvieron figuras como el Héroe Nacional, José Martí (matriculó Dibujo Elemental en 1867) y el comandante guerrillero de la Sierra Maestra Camilo Cienfuegos, interesado en 1947 en aprender escultura. Pero lo más significativo fue que allí comenzó la formación de algunas de las más grandes figuras de la pintura nacional: Wifredo Lam, Amelia Peláez, Víctor Manuel García, René Portocarrero, Flora Fong, Manuel Mendive, Rita Longa, Antonia Eiriz, Tomás Sánchez y Carmelo González. Son, precisamente, algunos de los nombres que revolucionarían el panorama de las artes plásticas en la Isla. Confirman todos la importancia de una formación académica en el desarrollo de un estilo propio, original, revolucionario. En el transcurso del tiempo la escuela tuvo su sede en diferentes lugares de La Habana: Convento de San Agustín, calle Dragones # 62, Convento de San Felipe, hasta que en 1962 sus aulas y talleres son trasladados al edificio Flor Martiana, frente al Obelisco de Ciudad Libertad, sita en avenida 31 y la calle 100, Marianao. En este año se denomina oficialmente Escuela Taller de Artes Plásticas de La Habana San Alejandro. Con la diversificación del sistema de enseñanza artística en la Isla, la Academia San Alejandro ha dejado de ser la única gran institución de su tipo en el país. Pero haber pertenecido a sus filas sigue siendo un extraordinario aval en la carrera de cualquier artista de la plástica. San Alejandro continúa en la vanguardia. Fuente: CubaSi
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