Buena parte de la zona patrimonial de La Habana se ha revitalizado gracias a Papito, un emprendedor cubano que ha transformado una callejuela del barrio Santo Ángel en el ahora conocido Callejón de los Peluqueros, gracias a su proyecto comunitario ArteCorte.
"El sueño era crear un lugar que dignificara el oficio, y creo que eso dio origen en el tiempo a hablar del museo vivo de la barbería y la peluquería", dijo a la agencia Xinhua el barbero Gilberto Valladares (Papito).
Valladares, de 48 años, aprendió a cortar el cabello desde que tenía 16 y, después de trabajar en varias barberías y peluquerías estatales, en 1999 decidió montar su propio negocio en su casa en la calle Aguiar, en Santo Ángel.
"Papito" convirtió la sala de su hogar en un "museo vivo" donde atesora, y aún utiliza en la atención a los clientes, antiguas máquinas registradoras y vetustos sillones de barbería, uno de ellos del siglo XIX.
Esa barbería, con el paso de los años y al calor de la apertura del gobierno hacia el sector privado, se transformó en el proyecto ArteCorte que en la actualidad reúne en el callejón a una veintena de negocios que emplean a un centenar de vecinos.
Según recoge el reportaje de Xinhua, con el respaldo de la Oficina del Historiador de la ciudad, "Papito" comenzó a invertir parte de sus ganancias en la modificación de la cuadra, donde lo primero que hizo fue abrir una escuela de barbería y peluquería en un viejo inmueble restaurado.
Más tarde, abrió una escuela de cantineros y en ella también se califican jóvenes que no trabajan ni estudian o por diferentes motivos han tenido problemas con la ley, como es el caso de Joan Manuel Silva, quien allí cambió su vida después de pasar dos veces por la cárcel.
"El proyecto ArteCorte cambió mi vida”, asegura Silva. “Le dio a mi vida un giro de 360 grados porque antes de entrar a este proyecto yo estaba disociado de la sociedad y me cambió la vida en el sentido de que me ayudó a reincorporarme a la sociedad", acotó.
El interés por “devolver el esplendor a las ruinas” comenzó a atraer a amigos y comenzaron a florecer negocios de venta de artesanía, así como los restaurantes El Fígaro y La Farmacia, y una pequeña galería de arte.
"Yo siento que es productivo mi trabajo porque mi espacio le permite a las personas que viven en la comunidad acercarse al arte, y también he contribuido como profesor en la formación estética de los niños y jóvenes que viven en el área del proyecto", afirma el pintor Luis Puerta.
ArteCorte promovió además la creación de un parque infantil, cuyos aparatos tienen el diseño de distintos implementos de barbería, y donde corta el cabello de los niños Asiel Alemán, uno de los jóvenes egresados de la escuela de barbería, cuya vida también cambió al acercarse al proyecto.
"Me dio la oportunidad de salir adelante, a demostrar al mundo lo que sé hacer con las manos, que se pueden hacer cosas con las manos y se puede mejorar al mundo", consideró Alemán.
En la actualidad, el Callejón ha devenido un punto de referencia a la hora de visitar la capital cubana. Como atracción turística, se ha incluido en los recorridos que brindan varias agencias de viaje. "Siempre asociamos a la economía con números, dinero, divisas, pero en ArteCorte encontramos en la economía social también el capital humano como otra manera de crecer en el compromiso social", asegura “Papito”.
En tal sentido, el proyecto también auspicia y organiza talleres para niños y jóvenes sobre pintura, arqueología, danza y hasta un pequeño torneo de fútbol sala, además de dar atención a la Casa de abuelos Nueva Vida, que durante el día acoge a medio centenar de ancianos de la comunidad, recoge el medio.
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