Martí y la clonación del Tiranosaurio

Quien mejor hoy compare a Martí con Fidel se gana la rifa del viajecito a Rusia o Venezuela.

Fidel Castro y José Martí. © Escambray.
Fidel Castro y José Martí. Foto © Escambray.

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Este artículo es de hace 6 años

A José Martí lo han petrificado, lo tienen ahí entre flores y sin patria pero con amo. Es un muerto al que agitan cada 28 de enero sólo para recordar a las masas que se trata del "autor intelectual" de la intentona del 26 de julio de 1953. El héroe quiso exponer su cara al sol, mientras sus captores mantienen a la sombra lo más luminoso de su pensamiento, ese que se adelantó a la época denunciando los males de una sociedad regida por el igualitarismo colectivista, el férreo comunismo. Quienes son depositarios de cartas y otros documentos escondidos, no quieren un Martí vivo sino un busto mudo, justo a la medida de la dictadura.

Abundan los apologistas que sostienen una improbable continuidad entre el Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el actual bluf del Partido Comunista de Cuba (PCC), dos organismos opuestos en sus esencias y finalidades. El de Martí era sólo una unidad momentánea que daría paso a la diversidad republicana y el libre voto por el mejor proyecto de país, el de Fidel Castro ha sido la desgracia de generaciones que se quedaron varadas a la espera de tiempos “mejores”. El PRC se fundaba en la necesidad de hacernos como nación, el PCC de ha encargado de deshacer cualquier cosa. Ni un solo fondo de los bienes recaudados entre los obreros de Tampa y Cayo Hueso se dejaba de publicar en el periódico Patria, mientras que el actual oficialismo jamás declara cuánto le cuesta al país el sostén de su inverosímil membresía.


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Pero a Martí lo tienen así, mudo, en un cuadro, sin que pueda moverse, sin que los dictadores reciban su verbo de justicia.

José Martí andaba con el cuerpo cargado de tumores, sin una comida digna, ni siquiera podía pagarle a veces al barbero; pero la causa independentista era intocable y cuando desembarcó en Cuba para iniciar la guerra de 1895 vio con asombro y humildad los grados de Mayor General que le impusieron. Hasta bajaba la cabeza cuando al pasar por los pueblos cubanos le coreaban “ahí va el presidente”, tanta era su grandeza que quizá hasta llegó a pensar en su propia militancia como algo transitorio y sólo funcional para el logro de la independencia patria. Nunca se vio como el caudillo típico latinoamericano, menos aún como un pequeño Napoleón caribeño. Su visión de América, si bien era integracionista y contra el dominio del empresariado foráneo, pasaba por el cauce del liberalismo republicano y el fortalecimiento de las instituciones democráticas, nada que ver con el desmadre barbárico de un Nicolás Maduro imponiendo esa Asamblea Nacional Prostituyente. Pero a Martí lo tienen así, mudo, en un cuadro, sin que pueda moverse, sin que los dictadores reciban su verbo de justicia.

La tiranía cubana vendría siendo la primera de la historia en sostenerse durante más de medio siglo, fundando su ideario en la vida y obra del más demócrata de los hombres. Aunque el difunto Armando Hart haya hecho malabares desde su poco leída columna de la revista Bohemia, lo cierto es que poco tiene que ver el Apóstol con el antiproyecto de nación castrista basado en el aplanamiento de la diferencia, el uso de la fuerza y la coerción sicológica y el encerramiento de la población en la isla-cárcel. Nada tuvo que ver José Martí con este pasquín odioso que pesa sobre la Constitución actual, el cual declara por los siglos de los siglos el socialismo castrista. La Carta que no merece el adjetivo de magna, hecha a la medida del traje dictatorial, dejó de mencionar su servidumbre explícita a la extinta Unión Soviética en 1992, comenzó a amalgamar un extraño potaje que prostituye a Martí y establece una paridad entre el Apóstol y la Generación Histórica (o histérica) del 1 de enero de 1959.

Algo queda muy claro para todos, como Martí nadie puede ser, sólo Fidel. Los demás son convidados con furia a gritar su adhesión al Che, pero no al Apóstol porque ello implicaría once millones de amantes de la libertad, sabios y activos en la lucha. Nada más al cenicero Dinosaurio se le permite la paridad con la valiosa moneda martiana, ello con carteles en todos lados, donde se atestigua que “te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió.” El extinto Reptil pareciera funcionar como un Nazareno anunciado por el Juan Bautista (José Martí) del siglo XIX. Ya sabemos que los oficialistas tienen propensión a las profecías incumplidas por incumplibles (de que van, van) y el mesianismo. ¿Cuántas veces no se oyó en las calles eso de que Fidel es un Dios? ¿O eso de Papá Fidel? Ni hablar de la canción mortuoria hecha cuando el deceso del viejo escamoso, la cual no lo comparó con Mahoma quizás por temor a los fundamentalistas islámicos.

De Marx cuando murió dijo Martí que merecía honor por colocarse del lado de los más pobres, del camaján barbudo sólo queda el silencio del pueblo real y la alabanza sobredimensionada de la intelectualidad “progre” esa misma que existía en Europa del Este, traducida a 37 idiomas y que hoy nadie lee. Quien mejor hoy compare a Martí con Fidel se gana la rifa del viajecito a Rusia o Venezuela o cualquier país por ahí, en eso anda más de un periodista chupasangre. Pero citar al Martí amante de la libertad y la dignidad plenas del hombre, al republicano que hizo un partido único sólo para la guerra pero no para la democracia, mentar al hombre que padeció a cabalidad su pobreza porque hubiera proyecto de país, son empresas peligrosas.

Del camaján barbudo sólo queda el silencio del pueblo real y la alabanza sobredimensionada de la intelectualidad “progre”, esa misma que existía en Europa del Este, traducida a 37 idiomas y que hoy nadie lee.

Un día no muy lejano ese José Martí despertará, vendrá hasta nosotros como mismo lo hizo en el Hotel Inglaterra, cuando rompió su copa para no brindar por un régimen opresivo, que le negaba hasta el más elemental resquicio al cubano. Habrá pinos nuevos que barrerán de la faz patria esta peste roja que se ensanchó hasta ahogarnos, esta ideología que se autodenomina gobierno. Algo debe quedar claro, ni Fidel Castro es José Martí reencarnado, ni el PCC es el PRC. En la enseñanza de la Historia de Cuba habrá que saldar los errores y bifurcaciones establecidos por los laboratorios ideológicos del Comité Central, que intentan la clonación contra natura del Apóstol en la carne escamosa del difunto Tiranosaurio Rey.

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