El pasado 2 de febrero el músico cubano Boris Larramendi, quien reside en Miami desde hace algún tiempo, sacó a la venta su nuevo álbum, llamado “Samurai”, distribuido por DistroKid y disponible en Itunes.
Los seguidores de Boris saben que el ex integrante de “Habana Abierta” es un chorro de alegría en perfecta combinación con altas dosis de sinceridad, algo que vuelve a quedar evidenciado en estos doce temas que acaba de publicar.
Estamos ante canciones que rebosan experiencia de vida a flor de piel, carpe diem en estado puro y en equilibrada consonancia con lo que Enrique Enrisco ha llamado ―con mucho acierto― “sabiduría de gurú mataperro”.
Sin renunciar a sus orígenes, a su jerga, a su esencia, a su alma... Boris madura, saca conclusiones, y sigue pa'lante, como sólo él sabe.
Refinado como un samurai que planta cara a la vida, pero que al mismo tiempo no renuncia a la conga, a sabiendas de que "nunca falla", Boris le canta a su Mayami de acogida, al exilio y también a la Isla de sus entrañas.
Larramendi sabe que Cuba es ese rincón que lo habitará por siempre, y no lo oculta ni lo disfraza:
Siempre te extraño un poquito cuando me siento más rico
y aunque me pese
llevo tu canto en el mío, tu cruz amarga mi vino
tu amor me duele
“Tú ves, yo no lloro”, cantaba Boris en uno de los temas icónicos de Habana Abierta, y aquí rescata esa idea. El músico es consciente de que ha dejado mucho en el camino, y que los sacrificios no han sido pocos, pero no se arrepiente porque sabe que la vida es superar miedos y vencer retos con disposición de valiente samurai.
En el aspecto musical, el disco ha sido ejecutado casi íntegramente por su autor, con puntuales colaboraciones de Jorge Gómez en el piano, Kiki Ferrer en la batería e Ivette Falcón en el violonchelo. La carátula es obra de Lauzán.
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