La idolatría al comandante no ceja. Aturden de tanto machacar y exaltar su figura. Pero nadie habla de esos errores que Raúl, cual cura, dijo perdonarle. Pongamos pues un muy "sublime" ejemplo de esos múltiples e imperdonables errores que tanto han costado al pueblo cubano.
Se supone que los trabajadores sociales cumplen importantes tareas en apoyo a los más necesitados. Ellos, en general, se caracterizan por ser personas de una alta sensibilidad y modestia. Seres humanos que luchan por lograr el bienestar de aquellos a los que representan. En Cuba, el papel que les asignó Fidel fue muy diferente.
¡Ultrajante el poder depositado en ellos!
En el año 2006, Cuba llegó a tener 80.000 trabajadores sociales y el dueño del país hablaba de estos como si fueran una panacea única y exclusiva de su propia invención. El comandante hizo creer a muchos que podíamos darnos el lujo de contar con tal exorbitante cantidad. A tal punto llegó la valoración que él hacía de sus condiciones morales y su trabajo que el pueblo los bautizó como los "hijos de Fidel" y el defenestrado Carlos Lage dijo en su momento: “Que no se podía concebir al país sin ellos".
En el año 2006, Cuba llegó a tener 80.000 trabajadores sociales y el dueño del país hablaba de estos como si fueran una panacea única y exclusiva de su propia invención.
De paso aprovecharé el tema para exponer un ejemplo de cómo se maneja la justicia por la más alta dirección del país y hasta qué punto llegó la impunidad de estos jóvenes, elevados por Fidel, al rango de "salvadores de la patria".
A mediados de noviembre del 2005, los trabajadores sociales comienzan su trabajo de "intervención" y fiscalización en los CUPET. En ese, su primer día de labor, en el "Oro Negro" del Naranjito, debato con ellos y cuestiono el actuar de Fidel y Raúl, calificándolos como dueños del país.
El acto, sin proponérmelo, devino en mitin de repudio, pues a mis espaldas y en señal de apoyo se fueron agrupando algunas personas y más de 15 vehículos formaban cola.
Días después de este incidente, me veo en la obligación de personarme en la Estación de Policía de Arroyo Naranjo, pues habían circulado el auto del amigo que iba conmigo ese día. Permanezco detenido en esa Estación de Policía desde el jueves en la noche hasta el domingo en que soy liberado, luego de imponerme una multa de 200 pesos por: ¡Desacato!
De entre los siete que se encontraban en las mismas que yo conversé con Fernando: me dijo que llegó a la gasolinera y el carro venia sin chapa, pues se las acababan de robar y no le quisieron despachar la gasolina. Que mantenía una fuerte discusión con los trabajadores sociales cuando llegó, de la nada, una patrulla y sin que mediara la más mínima explicación, se lo llevaron detenido.
Ya detenido, al requerir a "Cabilla", el subteniente que llevaba mi caso, la presencia de los jóvenes pues lo declarado por ellos no se avenía a la realidad, el primer teniente que estaba al frente de tan "delicada tarea" me dice que por órdenes de Fidel: "A esos jóvenes no se les podía molestar".
Ya detenido, al requerir a "Cabilla", el subteniente que llevaba mi caso, la presencia de los jóvenes pues lo declarado por ellos no se avenía a la realidad, el primer teniente que estaba al frente de tan "delicada tarea" me dice que por órdenes de Fidel: "A esos jóvenes no se les podía molestar.
Varios oficiales me demostraron su disgusto por lo que conmigo hacían. A Cabilla, en el interrogatorio se le fue: “¡Imagínate esto viene de arriba!” Agregó que había otros en mi caso y todos éramos gente responsable. Entrando al local donde me encontraba, una casa enfrente de la estación de Policía, un recluta del Minint me dijo, muy bajito: “No se preocupe señor, lo van a tener aquí dos, tres días y después le van a poner una multa”.
Un oficial de la reserva comienza a interrogarme y al percatarse de qué iba el asunto, tira la pluma sale de la habitación y grita: “¡Cabilla!, yo no estoy para esto, me voy”. Y se fue.
En el cuerpo de guardia, esperando para firmar la multa, entra el jefe de la estación y me pregunta, muy seco: “¿Usted, ciudadano, por qué está aquí?” Cabilla le habla al oído y el oficial se sienta. Me pone la mano en el hombro y me dice: “Compadre cómo se te ocurre meterte con los niños lindos de Fidel”.
En el local donde llenan mis datos para confeccionar la multa, entra un capitán, y me pregunta que cuál era el número de la chapa mi carro. Le dije que yo no tenía carro. Le explico. Suelta una risa y dirigiéndose a los otros les dice: “¡Esto es una mierda!”
El lunes, en la estación de Policía, al dejar constancia del pago de la multa, hay una primer teniente conversando con dos jóvenes miembros del Tribunal Municipal de Arroyo. Le extiendo el comprobante. Me pregunta que con qué patrulla había sido el problema. Con ninguna -le contesto- y vuelvo a explicar.
"Ven acá, desde cuándo esa gente es una autoridad para que le pongan una multa a este hombre, dice uno de los jóvenes del Tribunal".
-"Ni te metas en eso. Es una orden de arriba".
-"Ves, por cuestiones como esa es que la gente está disgustada".
Como puede verse Fidel Castro dio categoría de autoridad policial a estos adolescentes, no porque lo meritaran, sino porque a él, como en todo, le fue oportuno hacerlo.
El engaño y el despilfarro
Los trabajadores sociales en Cuba no optaron por esta labor por vocación y tras haberse graduado, sino que se les orientó primero al Trabajo Social y se les brindó la oportunidad de estudiar una carrera universitaria. Todo ello conjugado con un salario superior al de graduados universitarios.
Tampoco era necesario que tuvieran la vocación ni la experiencia social. Las tareas que realizarían no necesitaban en nada de tan importantes herramientas.
Conocí a varios de ellos, los llamados a resolver problemas "fundamentales" de Cuba y el de algún otro país amigo.
Lisandra, "la China", estudiante de preuniversitario llegó a ser jefe de un grupo de estos "imprescindibles”. "No tenía problemas para obtener una carrera universitaria, pero tal vez no la que yo quería y me vino la oportunidad con los trabajadores sociales”, dice.
Le pido me aclare lo de la oportunidad y si la labor social para la que la prepararían era de su agrado.
No tendría que hacer exámenes de ingreso. Me pagarían trescientos y pico y el trabajo lo manejaría a mi antojo.
"No tendría que hacer exámenes de ingreso. Me pagarían trescientos y pico y el trabajo lo manejaría a mi antojo. La labor social para nada me interesaba. Pero no fui yo sola. A la mayoría de los que conocí y fueron cientos, poco o nada les interesaba el trabajo que deberían desarrollar. Todo fue un medio para lograr algo. Y los varones se pusieron las botas".
Ella, después de graduada de Derecho jamás trabajó para el régimen. En la actualidad labora por cuenta propia y está haciendo las gestiones para irse del país.
Roly fue uno de los que según la China: ¡Se puso las botas! "Mira, amigo, a mí en nada me interesaba ese trabajo, lo mío era escapar del Servicio Militar y obtener una carrera universitaria, porque con mis notas, ¡jamás! Los varones casi todos estaban por lo mismo. Y además, nos pagaban".
El trabajó en el cambio de refrigeradores y me dice que lo que vio hacer a sus “incorruptos” compañeros fue tremendo.
"Ni yo, que jamás simpaticé con estos comunistas, me atreví. Vendieron cupones de refrigeradores. Cuadraron con mecánicos y les sacaban las máquinas y gas freón. Y hasta vendieron algún equipo de esos que se encontraba en muy buen estado. Para qué seguir. Hasta robaron en algunas casas".
Nunca terminó la carrera y desde hace años vive en Miami.
Julián y Jorge, los "jimaguas del Martí", tenían su reputación muy bien ganada y estudiaban en un preuniversitario en el campo.
"Qué Trabajo Social ni nada por el estilo. Lo nuestro fue porque éramos unos barcos y unos bandidos del pre y lo más seguro era que fuéramos directo para el Servicio, cuando no para la cárcel", explica Jorge- . Y los maestros vieron los cielos abiertos cuando nos fuimos con eso de los trabajadores sociales", añade Julián ahora.
"Nosotros siempre quisimos 'pirarnos' para la yuma. Y nos lanzamos en aquello para ver qué sacábamos. Fidel se antojó con nosotros y empezó a darnos hasta el dinero que la gente que “pincha” de verdad no ganaba".
“Mi hermano y yo sí ¡nos sacamos la lotería!, nos ubicaron en ¡una gasolinera! Ni te imaginas el "baro" que hicimos. Nos pagamos la lancha y nos quedamos con unos cuantos miles para gastar en Miami".
"Asere, allí no hay invento, mi “brother” –es Jorge-. Tienes de todo, pero hay que doblar el lomo que es lo que la gente aquí no hace. Claro con la….que pagan".
Deyanira podía obtener por cualquier vía la carrera universitaria que hubiera querido, pero optó por hacer Trabajo Social. Me explica algunos criterios que ella manejaba al respecto de sus funciones.
"A mí en lo particular el trabajo no me desagrada, lo que pasa es que aquí lo que realizábamos era lo que a Fidel le diera la gana y todo con un trasfondo político o mejor dicho, politiquería barata".
Me habla sobre los cambios de refrigeradores. "Tremendamente asqueroso. No le pagas al trabajador lo suficiente para que pueda comprarse un buen equipo y luego te apareces, de buena gente, y le vendes la porquería de refrigeradores chinos, que te costaron una basura, en cerca de 400 CUC".
“No chico, la mayoría no eran ejemplo de nada, solo que a Fidel convenía erigirnos en paradigmas de la juventud cubana. Qué responsabilidad puede tener un adolescente para desempeñar una tarea como la de los CUPET. Él hablaba de “logros”, en nada mencionó todos los problemas que esto trajo.”
La joven se graduó de Comunicadora Social y hace cinco años aplicó y trabaja como aeromoza de Cubana de Aviación.
Converso con Alejandra, graduada en Derecho.
“Eso fue otro de los necios caprichos de Fidel. Los jóvenes ni eran tan inteligentes, ni tan honestos y muchos menos aplicados. Los varones huían en su inmensa mayoría del Servicio Militar y por buscarse cuatro pesos. Increíble, ¡ganaban más que yo!, una graduada universitaria y por demás su profesora”.. “Nos reíamos para no explotar de la indignación.”
Eso fue otro de los necios caprichos de Fidel. Los jóvenes ni eran tan inteligentes, ni tan honestos y muchos menos aplicados. Los varones huían en su inmensa mayoría del Servicio Militar y por buscarse cuatro pesos. Increíble, ¡ganaban más que yo!, una graduada universitaria y por demás su profesora.
“La disciplina… No vale la pena hablar de ello. Si te diré que para sacar a alguno de los hijos de Fidel del trabajo era una desgracia. Teníamos miedo, como todos en Cuba, de chocar con el “cacique mayor”. En cuanto pude zafarme lo hice, pero caí en manos de los de Venezuela. Una verdadera barbaridad lo de esos jóvenes”.
“Ni el 20% de esos “ejemplares” jóvenes cubanos se graduó de sus estudios.”
Alejandra, desde el año 2010, vive en México y es profesora universitaria.
Nuestro pueblo está necesitado, como ningún otro, de experimentados trabajadores sociales, no solo para atender los problemas económicos, sino en primera instancia, para enfrentar los traumas que padece en demasía nuestra sociedad.
Tuve la posibilidad de hablar con Antonio, que estuvo al frente de un grupo de trabajadores sociales en un populoso barrio de La Habana durante el “famoso” cambio de refrigeradores. Me cuenta que ese fue el fin de su relación con el régimen. Al concluir la tarea dejó de trabajar para el estado y entregó el carnet de militante del PCC. En el año 2010, con sesenta y cinco años, se fue a vivir a España con sus hijos y nietos y viene regularmente de visita a su patria.
"No quiero hablar mucho de ello –me cuenta el hombre- me abochorno de haber confiado en un hombre como Fidel. Lo del cambio de fríos fue una estafa al pueblo".
Este otro capricho de Fidel costó al pueblo; sin tener en cuenta el elevado gasto en uniformes, alojamiento, artículos personales y planes de estudio universitarios, solo en salario, no menos de 300 millones de pesos anuales.
“Esos muchachos acabaron en ese trabajo, no solo porque algunos vendieron bonos, sino por la forma en que se desempeñaron. De mi grupo, que recuerde, dos niñas salieron encintas. Uno robo y cuatro vendieron bonos. Sé que en las gasolineras también hubo serias dificultades”.
“La mayoría, como estudiantes, eran muy malos, mediocres y pocos terminaron la carrera. Fidel los encumbró por lo mismo que creó héroes, planes y estrategias, para manipular, ocultar y que la gente se olvidara de los reales problemas".
El circo que armó Fidel alrededor de los trabajadores sociales feneció, quedan ya muy pocos en estas funciones. Pero sesgaron las posibilidades de obtener una carrera universitaria a más de 50.000 jóvenes cubanos que las merecían más que la mayoría de ellos.
Este otro capricho de Fidel costó al pueblo; sin tener en cuenta el elevado gasto en uniformes, alojamiento, artículos personales y planes de estudio universitarios, solo en salario, no menos de 300 millones de pesos anuales.
Pero qué nos puede extrañar si en cuanto a: ¡impunidad, engaño y despilfarro! este régimen sigue siendo insuperable.
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