Cuando Jorge Luis Rodríguez viajó a Cuba a ver a su familia en diciembre pasado, como venía haciendo habitualmente, jamás imaginó que regresaría a su casa en Tampa, donde vive desde 1994, con parte de su pierna derecha amputada.
A Jorge, de 55 años, se le hizo una pequeña herida en un pie, una "ñáñara", en buen cubano. Y a pesar de ir al médico varias veces, el resultado siempre era el mismo: unos cuantos antibióticos y para la casa. Al final, gracias a la gestión de un amigo, fue ingresado en el Instituto Nacional de Angiología, de La Habana. Pero la infección ya estaba arraigada.
“A los seis días de estar allí, viene un médico y me dice: 'Tenemos que amputarte los cinco dedos'. Yo me impresioné mucho y llame a mi hijo”, relató a Martí Noticias.
Su hijo Jorge describió la situación que vio en el centro médico. “Vi las condiciones: las sábanas supuestamente blancas, con manchas negras, que todos sabemos lo que son: sangre. Entré al baño y allí vi que había gusanitos. Para calentar el agua hay que usar unos calentadores que los pones en el cubo y si metes las manos te electrocutas”.
“Lo de la insulina me traumatizó. Por la mañana le devuelven a cada paciente las agujas de insulina y por la tarde regresan con un pomito y ahí meten las agujas de todo el mundo. Yo se lo conté a los médicos aquí y no lo podían creer”, añadió.
Pero su historia no terminó ahí. Para curar la herida, los doctores le pidieron a Jorge que les trajera vinagre. Después de conseguirlo, limpiaron la herida de su padre dos veces. La última cura fue con vinagre solamente, por 24 horas. Eso le “cocinó” el pie a Jorge Luis.
Lo que más le impactó a su hijo fue el maltrato de los doctores, que solo cambió con los regalitos que él les daba.
El joven ha denunciado el caso de su padre, y por ello ha recibido amenazas de muerte en Internet. Ya lo ha denunciado ante el FBI.
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