En Cuba se acostumbra ser devoto de más de un santo. Pero no es ni a San Lázaro, ni a San Judas Tadeo, ni a San Antonio de Padua o a San Francisco de Asís ni a sus equivalentes en la religión africana a quienes nos referimos, sino a otro tipo de santos muy comunes en el habla popular cubana.
Pues sí, se trata de las maneras en que el cubano suele utilizar, precisamente, esa palabra en su día a día. Y si eres de la isla sabes que son varias, que algunas son verdaderamente ocurrentes y cómicas, otras más serias, pero que todas son parte de la cubanidad que nos une y hace que nos comprendamos sin importar dónde estemos y más allá de cualquier religión o ideología.
¿La primera? Tener el santo claro. Pues así te dicen si fue positivo algo que hiciste o dijiste y que antes habías pensado hacer justo así. Por ejemplo, si tuviste una corazonada y decidiste no subir a ese auto y este tuvo un accidente, claro no, ¡clarísimo tuviste el santo ese día! Pero muy distinto es si tienes el santo subido porque eso significa que estás muy furioso.
Por otro lado puedes encontrarte al que le debe a todos los santos (o a las once mil vírgenes como también se dice) que es igual a indicar que está lleno de deudas, le debe a todo el mundo. En este caso lo que le toca es ponerle a cada santo una vela, o lo que es lo mismo: págarle a quien se le debe.
No falta tampoco el que va diariamente a la iglesia y sin embargo actúan de manera totalmente opuesta a lo que los principios religiosos mandan, de esos se dice que comen santo para cagar diablo. Ni los que desvisten un santo para vestir otro, eso es: despojan a alguien o algo de una cosa para dársela a otro que no la tiene. Digamos que le quitas la pieza que hace funcionar a un equipo para que otro semejante funcione. O le quito a una persona algo único que posee para dárselo a otra que tampoco lo tiene.
A quien se le baja, monta, sube o le da el santo es porque cae en posesión o es poseído por uno de los dioses de la religión afrocubana. O sea cuando en un toque de tambores alguien empieza a voltear los ojos y revolverse con contorsiones, se dice que se le subió el santo. Asimismo se denomina a quien se descontrola totalmente y parece estar fuera de sí.
Hacerse el santo, también entre los creyentes del culto afrocubano, señala que alguien mediante determinado rito, recibe una protección sobrenatural. Se sabe que alguien se hace santo porque usa prendas de vestir y accesorios de color blanco con pulsos y collares de los colores de la deidad Orisha de que se trate.
También se emplea para indicarle a alguien que no crees en la aparente actitud de mansedumbre que intenta mostrar. En ese caso le dirás “deja de hacerte el santo” que a mí tu no me engañas o “¡Cómo te gusta hacerte el santo!”.
Padrino de santo, por su parte, es la persona que apadrina a la que se hace santo.
Si alguien no te gusta o no te cae bien dirás que ese fulano “no es santo de tu devoción” y si un una mujer se quedó solterona (sin pareja) entonces “quedó para vestir santos”.
Igual si haces algo que muchos reprueban, pero que también hicieron en algún momento, entonces le dirás “Vamos, caballero’, que aquí nadie es santo”.
Cuando te digan “oye, mejor encomiéndate a todos los santos porque la cosa está mala para ti”, más vale que te pongas a rezar de verdad, a ver si se hace el milagro y tu situación se arregla”.
Y si te tienen en buena estima, te quieren porque eres alguien servicial, justo y generoso (a) entonces seguro dirán que “eres un (a) santo (a)”. Y eso es bueno ¿Verdad?
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