Para Kike, de Ediciones Loynaz, por las puertas abiertas.
Ser uno de los escritores cubanos contemporáneos más cotizados en el extranjero no impidió que Pedro Juan Gutiérrez aceptara darme esta entrevista. Por un momento pensé que alegaría cansancio, pues acababa de recorrer 150 kilómetros para presentar Fabián y el Caos en la Feria Internacional del Libro de Pinar del Río. Temí, también, que su condición de ‘hombre de éxito’ podría levantar un muro de vanidad contra el que se destrozaría mi requerimiento periodístico. Pero nada de eso.
No bien terminó de introducir su última novela en la biblioteca provincial, el adalid del realismo sucio nacional accedió a responderme un cuestionario que, de alguna manera, había elaborado él mismo. Mi intención no era otra que ponerlo a escuchar su propia voz, y por eso cada una de las interrogantes partía de alguna frase que yo había tomado de sus libros o entrevistas.
Se lo hice saber. Le dije que quería confrontar a Pedro Juan con Pedro Juan, y en su rostro surgió una sonrisa a media asta. Total, después de haber sido vendedor de helados, líder sindical, soldado, boxeador, machetero y periodista, un hombre ya se siente preparado para encararlo todo.
Usted ha declarado varias veces que en su juventud se propuso esta meta: “Yo tengo que vivir muy intensamente, tener mucho sexo y viajar todo lo que yo pueda y, sobre todo, no estudiar literatura”. ¿Misión cumplida?
-Misión cumplida. Hubo un momento en que me inclinaba por la arquitectura y de pronto mi vida cambió de rumbo, estudié periodismo, me gradué y eso fue maravilloso, porque me ayudó mucho para escribir después. Fue una especie de entrenamiento, similar al que habían tenido gente como Hemingway, Sherwood Anderson, Dos Passos y otros grandes de las letras norteamericanas. Creo que alejarme de los estudios literarios me ayudó a conservar la audacia y la capacidad para crear sin regirme por los cánones. Si no hubiera sido periodista no hubiera podido escribir las cosas que he hecho. Fíjate que la mayoría de mis libros, desde Trilogía Sucia de La Habana hasta Animal Tropical, han necesitado de una investigación previa en la que utilicé los métodos del periodismo.
“Un escritor tiene determinadas obsesiones en la vida, que a veces las arrastra desde la infancia. En realidad, uno es prisionero de su propia vida”. ¿Me puede enumerar cuáles fueron esas obsesiones en su caso?
-Desde niño fui muy bueno en geografía y tenía obsesión con viajar. Quería conocer lugares diferentes y personas distintas. Incluso durante mucho tiempo pensé en ingresar en la Escuela Andrés González Lines para estudiar la carrera de piloto de altura, hacerme oficial de un barco mercante y así poder viajar. Mis otras grandes obsesiones han sido la lectura y la gente. He tenido muchísimas mujeres y a veces no fue tanto por el interés puramente sexual, sino por hablar con ellas, conocerlas, saber cómo eran sus vidas. Fueron cientos y cientos de mujeres, y eso representó cientos y cientos de investigaciones que estaba haciendo. Era casi como un antropólogo, ¿no?
“Cuando yo empecé a leer con seriedad, a quienes yo leía con más interés era a los narradores norteamericanos del siglo veinte: John Dos Passos, Faulkner, Truman Capote, Norman Mailer...”. ¿Qué encontró en la literatura norteamericana que no veía en la europea?
-La literatura norteamericana refleja la dinámica de ese país. Conozco algo de Estados Unidos porque he estado en varias ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Arizona, Miami, y es increíble como la literatura de esos escritores refleja las esencias de un país joven, violento, donde lo más importante es el dinero. En los cuentos de Hemingway está retratada la forma de ser del norteamericano. El europeo es más distante. Tiene una forma también maravillosa pero diferente de ver el mundo. Digamos, más metafórica. No obstante, no puedo negar lo mucho que me ayudaron las lecturas de Chejov, Mauppasant, Dostoievski, autores fundamentales a los que acerqué en la juventud. Aunque en realidad las primeras influencias que yo recibí vinieron de los comics. Leí toneladas de aquellos muñequitos, y después de eso empecé a ver cine abundante. Aquí se pasaba todo el cine europeo importante y eso me influyó muchísimo. Finalmente, en Matanzas descubrí la Biblioteca Gener y Del Monte, donde estaban todos esos narradores norteamericanos, y eso fue completando mi ciclo de aprendizaje. Con 18 o 19 años ya tenía muy claro que quería ser escritor.
“Yo escribo de lo que veo por la ventana, de mi barrio, Centro Habana, brutal, visceral y lleno de negros pobres”. ¿No cree que esa materia prima literaria podría agotarse un día?
-Eso yo lo dije hace tiempo, cuando andaba metido en el Ciclo de Centro Habana. Después fui pasando de manera natural a otros temas, hice una novela policíaca, escribí sobre Matanzas... También es que a veces uno les dice cosas a los periodistas como para salir del paso, porque lo vuelven loco y uno ni sabe lo que está contestando.
“La sexualidad yo la entiendo como expresión, como deseo de vivir, como expresión de la alegría de vivir”. ¿Qué porcentaje le concede a la sexualidad en el concierto de la felicidad humana?
-El cincuenta por ciento. Cuando tienes buen sexo, creo que es importantísimo. Inclusive en los casos que se practica más por deseo animal que por amor. Eso te alegra, te levanta la autoestima, te tranquiliza y hasta te cansa, lo cual te lleva a dormir mejor. Claro está, la vejez va llegando poco a poco y complica estas cosas, pero hay que saber envejecer. A medida que pasa el tiempo vas teniendo menos sexo, pero le vas encontrando la vuelta al asunto y lo sigues disfrutando.
“Creo que soy un tipo muy cálido, muy cariñoso. Puedo ser también muy cínico, muy perverso, muy sádico, puedo tener diez amores al mismo tiempo, pero cuando estoy amando de verdad me concentro muchísimo en una sola persona”. ¿Significa eso que Pedro Juan Gutiérrez cree en la monogamia?
-Lo que pasa es que la monogamia es la expresión del amor. Hay confianza, hay comunicación, hay requerimientos de lealtad..., no es solo sexo. Pero todos tenemos dentro a un diablito que a veces nos asalta y lleva a las infidelidades. En mi vida el diablito siempre ha estado ahí, despabilado, jodiendo las relaciones. Yo me he enamorado varias veces, tengo cuatro hijos de relaciones estables, pero han sido relaciones estables poco duraderas. Es así. Ese es mi karma.
“En el fondo yo creo que hay algo que es fundamental y es que todos los seres humanos tenemos cosas que ocultar, cosas de las que no queremos que los demás se enteren. Y eso es lo interesante”. ¿Siente usted que alguna vez ha podido conseguir desnudar en cuerpo y alma a otra persona?
-A quien más he conseguido desnudar es a Pedro Juan Gutiérrez. Yo estoy haciendo un largo striptease desde el primer cuento de Trilogía... hasta Fabián y el Caos. El resto de las personas me ayudan a ir desarrollando el personaje de libro en libro. García Márquez dijo en una ocasión que lo único que puede hacer un escritor es escribir un solo libro a lo largo de toda su vida, y creo que eso es lo que ha pasado conmigo.
“La sociedad siempre trata, de un modo o de otro, de aplastarte, trata de controlarte, trata de que tú vayas por el caminito hecho, y cuando tú haces otra cosa o dices otra cosa, actúas de otra manera, pues inmediatamente tratan de aplastarte, tratan de controlarte. Yo estoy preparado para eso”. ¿Qué entrenamiento hizo para enfrentar esas situaciones?
-La propia vida me entrenó. Cuba es un país pobre, subdesarrollado, machista, racista, piramidal, y tienes que aprender a enfrentar esas cosas a todos los niveles, desde la familia hasta el barrio y la sociedad. Yo tengo una amiga pinareña que es negra y es pobre; nosotros nos queremos muchísimo, porque nos relacionamos desde hace un montón de años. Esa amiga, cuando yo me quejo de algo, me dice: “No te quejes, que si fueras negro habrías pasado muchos más trabajos”. En la vida tenemos que tener siempre claras las desventajas que deberemos afrontar, de manera que eso nos fortalezca.
Pese a lo anterior, usted sostuvo hace unos años: “A mí me es dificilísimo o imposible escribir fuera de Cuba. Para mí Cuba es fundamental”. ¿Todavía es así?
-Antes sí me costaba mucho poder escribir fuera de Cuba, pero ya no es tan tajante aunque eso no signifique que me he desarraigado, porque soy una gente de costumbres y rutinas. Últimamente he escrito algunos libros en España, un país que llevo veinte años visitándolo. Por ejemplo, Diálogo con mi Sombra lo escribí en Tenerife, y parte de Fabián y el Caos también. Ahora mismo tengo otra novela que espero terminar en unos cinco o seis meses que voy a pasar allá. Pero no soy de los escritores que escriben dondequiera. Hay quienes pueden hacerlo en los hoteles o los aeropuertos, y yo no. Prefiero escribir en mi casa de Centro Habana, con cierto ritual. Allí, como es un octavo piso, por fortuna no llegan el reguetón ni el olor a gasolina de los almendrones. Tengo silencio, tengo una vista al mar... Siento que vivo en un lugar privilegiado.
“El ideal revolucionario no se puede decir que haya fracasado totalmente, porque se mantienen, en esencia, una serie de cosas. Pero evidentemente está en evolución”. Interpréteme esto, casi tres años después de haberlo dicho.
-El hecho de que en Cuba se esté publicando mi obra demuestra que ya no estoy en el clandestinaje ni me miran mal en las editoriales del país, que han publicado dieciséis de mis veintitrés libros. Eso es un signo de que los tiempos están cambiando. Lo que ocurre es que todos queremos que los cambios sean más rápidos para que el dinero circule horizontalmente y podamos vivir un poco mejor.
Hace unos minutos, en la presentación de su novela más reciente, lo oí decir lo siguiente: “Prefiero olvidar. Prefiero vivir el día a día”. ¿Es eso exactamente así?
-No es bueno estar escarbando en el pasado, y eso es lo que hacemos los escritores. Este es un oficio poco recomendable porque te pone un poco neurótico y esquizofrénico. Hay mucho escritor que ha terminado borracho, loco o suicida, y yo creo que es precisamente por estar escarbando siempre en los recuerdos. Lo aconsejable es dejar atrás el pasado y vivir el día a día, obviando incluso el futuro. Yo practico el budismo desde hace años y esa es una de sus máximas fundamentales: vivir el aquí y el ahora. Es mejor eso que estar con temor por el futuro o con nostalgias por el pasado.
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