Pues sí, y está en Santiago de Cuba, aunque muchos de quienes viven en esta urbe desconocen por completo su existencia, y eso que está en el camino al legendario poblado de El Caney, muy famoso por sus mangos tan dulces y jugosos.
El lugar es, incluso, más visitado por turistas de otras naciones que por los propios cubanos, y es, ahora mismo, un destino emergente y preferido por los norteamericanos que llegan a la ciudad más caribeña, y solicitan ir al Jardín de los Helechos en grupos que superan, a veces, las 300 personas, una locura que hasta pone en riesgo la salud del sitio al superar las cargas que soporta, y no hablo de términos económicos ni de turísticos, sino que el propio calor humano puede dañar este frágil ecosistema.
El lugar es más visitado por turistas de otras naciones que por los propios cubanos
En sus predios está la más grande colección de helechos de América Latina, con unas 400 variedades entre autóctonas y de otras naciones que se han adaptado bien al clima de El Caney, también posee el mayor herbario del área del Caribe, con más de nueve mil piezas, y se dice que conserva uno de los mayores conjuntos de ejemplares de bromelia del país, además de 300 especies orquídeas…, y por si fuera poco, se registran más de dos mil 200 ejemplares, de más de mil especies vegetales en el lugar, y todo eso en una antigua vivienda privada de Santiago de Cuba, con una biodiversidad vegetal que aún está en franco crecimiento.
Y a pesar de todo esto, luego de cuatro décadas de existencia, uno de los mayores tesoros de esta institución científica y promotora de cultura medio ambiental es su propio creador: Manuel García Caluff, pues un recorrido con él, por los angostos y verdes senderos del sitio, es descubrir la magia de su jardín, y también su propia pasión contagiosa por descubrir qué había detrás de cada uno de sus helechos.
Entre el sonido distintivo de las pequeñas ranas que pocos han podido ver y sin embargo habitan en el lugar, las aves que van y vienen y suman unas 40 especies, los insectos que tienen su paraíso particular, y también los pequeños reptiles que se refugian entre los millones de recovecos que hay, se descubren especies fósiles, ejemplares en peligro y amenazados, otros con mutaciones genéticas, no pocos únicos o muy raros en la geografía cubana, algunos que esperan ser estudiados de cerca… hasta completar un inmenso remanso donde conviven desde helechos, orquídeas, bromelias, cactus, y un sinfín de clases y familias botánicas, hasta animales también de gran variedad, todo en un ecosistema de tres mil metros cuadrados.
En el lugar, se descubre un sitio especial para los helechos arborescentes, con 6 de las 27 variedades reportadas en el país, aquellos otros que son comúnmente cultivados dentro y fuera de Cuba, los que viven en paredes calizas y un excelente muestrario de la jardinería vertical, estos últimos en un hermoso pasadizo construido por el propio Manolito a semejanza los famosos sistemas de acueductos que construyeron los franceses a su llegada a Cuba siglos atrás.
Más al fondo del jardín están los helechos acuáticos y un inmenso umbráculo, con unas dimensiones aproximadas de 500 metros cuadrados.
Está el famoso helecho elefante, que a duras penas cabe por sus hojas que alcanzan los nueve metros de largo, el helecho azul que en realidad no es de este color sino más bien tornasol.
Al fondo del lugar la parte de los que son acuáticos, inimaginables para muchos, entre estos últimos frondoso crece el trébol de la buena suerte, con sus cuatro hojas, el mosquito que se dice entre los más pequeños del mundo.
También está el helecho nido de pájaros por su peculiar forma, los arborescentes, todo un espectáculo ver cómo se desenrollan las nuevas hojas, el hermoso encaje del helecho pata de conejo, oriundo de las Islas Canarias…
Se dice que en este precioso oasis verde está una de las más grande e importantes colecciones cubanas de los llamados helechos lámpara, los Platycerium, y se conserva con especial cariño uno que tiene cuatro décadas de vida, y sus inmensas dimensiones así lo atestiguan. Sin embargo, hay dos ejemplares a los que Manolito tiene especial afecto.
El primero es uno de las cuatro especies botánicas que, descubiertas recientemente por investigadores, han sido nombradas con el apellido del creador del Jardín de los Helechos: Caluff, en franco honor al este hombre que del empirismo es hoy renombrada personalidad internacional en la botánica.
El segundo, es justamente su preferido, no por alguna razón especial, sino porque simplemente es el que más le gusta.
Y todo inició en el lejano 1976 cuando el intranquilo Manolito desandaba por las montañas de toda Cuba, tras incorporarse al grupo de aficionados a la botánica, y de esas expediciones recolectaba diferentes helechos. Comenzaba así su pequeña colección privada, devenida luego jardín botánico de Santiago de Cuba, y referente en el continente por su extraordinario valor.
Este hombre cuenta que algunos ejemplares han llegado por donaciones, por ejemplo de Melba Hernández y Juan Almeida, pero también de amigos que sabían de su devoción por este tipo de planta, asegura que muchas especies las encontró en más de 40 años de trabajo y de incansable búsqueda, incluso algunas arribaron al remanso como “polizones” cuando se introducían otras de gran valor… pero todas son recibidas aunque de vez en cuando haya que mantenerlas a raya con uno que otro corte.
Su hermosa casona, de estilo inglés y construida en 1929, y que aún conserva elementos originales a pesar de haber sido afectada duramente por Sandy, el famoso meteoro de 2012, posee amplios ventanales rodeados de vegetación. En 1984 el jardín fue donado a la Academia de Ciencias de Cuba, formando parte en la actualidad de la División de Jardines Botánicos de Cuba y de la Asociación de Jardines Botánicos de Latinoamérica y el Caribe.
“400 millones de años de evolución en solamente una hora de recorrido” es el slogan que promociona el Jardín de los Helechos de Santiago de Cuba, un sitio “mágico”, como fuera llamado por su fundador, una verdadera joya que lamentablemente aprecian más los visitantes foráneos que los propios nacionales. Detalle que, sin embargo, no ha limitado la enorme y descomunal obra de crearlo, mantenerlo y de extender labor de educación medioambiental irradiada en todas direcciones.
Enhorabuena a Manuel García Caluff por la feliz idea de crear, en Santiago de Cuba, justamente en el famoso y legendario poblado de El Caney, el primero y único Jardín de los Helechos de la isla.
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