Vídeos relacionados:
“Pérate, cállate” le ordena repentinamente la cajera a la mujer con la cual conversaba, y le retuerce los ojos, al tiempo que saluda con desacostumbrada simpatía y diligencia a tres extranjeros que se acercan al quiosco.
“¿Water?... Sí, sí tengo… guan dólar”, y se vuelve, para sacar de la nevera tres pomos de 1 500 ml de agua. “Only Water?”, vuelve a preguntar mientras cobra.
Lo más leído hoy:
Luego de despedir a los clientes timados —y sin avergonzarse ante quienes miran los estantes desde el mostrador—, la dependienta se ufana de la astucia con que se ganó 90 centavos en solo un momento: “y eso no es na', una vez llegaron unos que me pagaron las cervezas a dos pesos”, le cuenta a su amiga.
La escena, no es extraña. En Santa Clara cada vez son más los casos de estafa a los turistas, con sobreprecios o adulteraciones en los productos. Un fenómeno que, lejos de criticarse públicamente, muchas veces es visto como un acto de picardía ante la supuesta ingenuidad de los visitantes extranjeros.
Hace solo unos días, un turista mexicano regresó airado a la tienda La Riviera, ubicada en la propia ciudad cubana, pues apenas salió del establecimiento se percató de que le habían engañado. Ante esta situación tan embarazosa la dependienta se disculpó y devolvió cuatro CUC al cliente, rogándole que la disculpara, pues “a veces la caja no lee bien los códigos de barra”.
En esa propia tienda, emblema de la Corporación CIMEX en el territorio, es usual que las etiquetas que señalan el precio de los productos se encuentren en blanco, movidas de lugar, o sencillamente arrancadas. El objetivo es generar la confusión de los clientes y medrar gracias a ellos.
Cuando alguien se queje de la situación, las dependientas o trabajadores probablemente culparán a los propios clientes por la indisciplina.
Otro fue el caso de Heikel, un cubano que desde hace 8 años vive en Suecia y debió pagar 20 CUC por encima del precio establecido, cuando quiso comprarle un refrigerador nuevo a su madre.
“Ellos comienzan a decirte que quedan pocos en el almacén, que seguramente no alcanzarás porque hay varios clientes en cola y entraron muy pocos equipos. Y uno se da cuenta enseguida de lo que persiguen con eso, pero con tal de comprar el equipo les das más dinero y logras comprarlo”, explica el joven.
Pero no se trata de una tendencia que se manifieste únicamente en los puntos de venta en divisas, sino también en la red de locales de la gastronomía popular y en los negocios por cuenta propia. Cuando un extranjero solicita cualquier alimento, existen altas probabilidades de que termine pagando un plus por encima del precio establecido. Sobre todo, en aquellos lugares donde responden afirmativamente a la noble pregunta de "¿es su primera vez por Cuba?"
En momentos en que todas las presiones del gobierno se dejan sentir en el sector de trabajadores por cuenta propia, revisando políticas y estudiando nuevas vías de control, la provincia más destacada a nivel nacional en el área del comercio interior muestra alarmantes tendencias en sus establecimientos gastronómicos.
Por ejemplo, varios centros gastronómicos santaclareños tienen ahora mismo una carta-menú alternativa, con ofertas y precios fijados por los propios trabajadores, y especialmente pensados para timar a los turistas.
Tal es el caso del Café Literario o el Burguecentro, establecimientos contiguos, ubicados en las inmediaciones del céntrico parque Vidal, y donde son constantes la desatención, la mala calidad y falta de higiene; algo que suele distinguir a las ofertas en moneda nacional.
En cada uno de estos establecimientos pertenecientes a la dirección provincial del comercio y la gastronomía, un trabajador aguarda en la entrada, e invita a pasar a los extranjeros que transitan por allí. Es posible ver entonces cómo, independientemente de no figurar en el menú, enseguida sobre la mesa aparecen mojitos, daiquirís y cubalibres, en medio del acostumbrado aroma del café mezclado. Pizzas, dulces o cervezas, son traídas de otras cafeterías o paladares cercanas para complacer los caprichos del visitante, que ignora tanto la procedencia, como el carácter espurio de las ofertas.
Sin salir del parque Vidal llegamos a La Marquesina, uno de los centros más visitados por los turistas que llegan hasta la conocida como “ciudad del Che”. Entre sones, bailes y sonrisas, muy pocos perciben que ese ron con el que se elaboran los mojitos no es precisamente Havana Club, o que el café que se oferta es mezclado.
Según informó una fuente confidencial, en 2017 la Dirección Integral de Supervisión en Villa Clara detectó más de 130 casos de abuso, o estafa a los clientes en diferentes establecimientos del comercio, la gastronomía y los servicios. Una cifra que estima conservadora, pues explica que ni las inspecciones son tan sistemáticas como deberían ser, ni los propios administradores, gerentes o directivos, manifiestan un real interés en que señalen a sus trabajadores cuando violan lo establecido.
Ninguna estadística refiere qué porcentaje de esas estafas corresponde a los visitantes extranjeros, pero, según la fuente, la tendencia es significativa. “Por ser extranjeros a veces desconocen las dinámicas cubanas, y como tantas cosas les resultan chocantes o contradictorias, piensan que es normal la mala calidad de todos los productos, o pagar 2 CUC por una botella de agua”, concluye la fuente.
Archivado en: