Los clientes del Mercado de Neptuno, frente a la Filosofía, en la capital cubana comprobaron hace unos días que la única realidad desagradable a la que debían enfrentarse no eran la falta de variedad o los altos precios de los productos.
Cucarachas junto con sus excrementos compartían espacio en las vitrinas donde se exponían los productos que se vendían.
Lo más triste no es, sin embargo, que los animales decidiesen conquistar un sitio de la vitrina, sino que los trabajadores del centro no hubieran atajado el caprichoso comportamiento de los insectos y hubieran procedido prontamente a sacarlos del lugar antes de que los consumidores pudieran verlos.
Lo anterior, si bien no es la norma, habla de una larga y diversa lista de malos tratos que a diario reciben los consumidores cubanos.
Falta de abastecimiento, adulteración en los precios y hasta en las fechas de caducidad, mala atención por parte de los dependientes, inclumplimiento de los horarios de apertura y cierre de los establecimientos son algunos de los escollos que sortea -cuando puede- el consumidor en la Isla.
Hace poco más de un mes entró en vigor una resolución en Cuba, que pretende solventar la dispersión legislativa en cuanto a los derechos (y deberes) y protección del consumidor. De igual manera aúna las obligaciones -y sus derechos- de proveedores.
La referida resolución establece dentro de "las obligaciones generales de los proveedores de productos y servicios" "cumplir los requisitos de calidad declarados o establecidos para los productos y servicios; incluye los relacionados con la inocuidad de los alimentos y los insumos de los servicios".
Paralelamente recoge dentro de "los derechos de los consumidores" "recibir productos y servicios que cumplan con los requisitos de calidad, insumos del servicio y de seguridad establecidos", al igual que contar con "vías y mecanismos para tramitar cualquier insatisfacción, reclamación".
Sin embargo, que haya cucarachas en un mostrador de una tienda no solo incumple lo establecido en estas normas, sino que rebasa los límites de la indolencia y el maltrato, y entra de lleno, sin timidez y con mucho estruendo, en el terreno de la insalubridad y el irrespeto.
Que cosas como estas ocurran evidencian lo arraigado que está el maltrato al consumidor cubano y, tristemente, lo habituado que ya se halla éste a padecer prácticas como la descrita.
Tristemente, hechos como estos no son infrecuentes, hace unos años era el mercado Isla de Cuba situado entre las calles Monte y Factoría el que estaba infestado de cucarachas, que campeaban libremente por los mostradores.
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