La Iglesia Católica cubana sigue dando golpes de ciego en su peculiar Vía Crucis, desde que Barack Obama y Raúl Castro la dejaron fuera de la cocina del arreglo bilateral, y acaba de arremeter contra la intención gubernamental de legalizar el matrimonio de gays y lesbianas.
No se trata de una singularidad católica cubana, pues hace unos días, el Papa Francisco, confiado en su atractivo made in Evita Perón, soltó la estupidez de llevar al psiquiatra a los niños gays, en medio del escándalo de abusos continuados de 300 curas pederastas en USA.
¿Qué pinta la Iglesia machacando a los gays cubanos, cuando no ha tenido el coraje de enfrentarse a los abusos de la dictadura castrista con la que he tendido puentes de todo tipo, confiada en que su dogmatismo sería mejor aceptado que el comunismo empobrecedor, y a cambio de migajas bien sopesadas en el Comité Central del PCC?
A estas alturas de la misa, podría soslayarse que la Iglesia Católica no cuestione el partido único ni la irrevocabilidad del castrismo, aquello de socialismo no tiene nada; pero que aparezca ahora el obispo de Santiago de Cuba con una letanía anti gay confirma la desorientación de la cúpula eclesial y su relativismo moral a la hora de enjuiciar los actos de la dictadura.
Cuba, que ha padecido y padece el machismo homófobo, está urgida de pluralidad, de respeto e inclusión y no de dogmas discriminatorios que ahondan el sufrimiento de las personas. Hay muchos gays y lesbianas que son creyentes sinceros y hay muchos curas y monjas homosexuales que esconden sus pecados y sevicia debajo de sus hábitos.
Mal anda la Iglesia católica cubana y aquellas congregaciones que han hecho de la caza del maricón el leit motiv de su postura frente a la nueva Constitución cubana, que ahora incluye a los gays y lesbianas en su articulado propagandístico, pero que no solucionará los problemas reales de marginación que sufren los diferentes, los raros; como gusta decir a los dogmáticos de toda ideología.
El problema de Cuba no es la inclusión de derechos civiles por segmento de género, sino el establecimiento de una democracia con deberes y derechos para que todos los ciudadanos piensen y trabajen en clave de legalidad, riqueza y justicia social.
Mientras tanto, será más rentable ser gay y lesbiana de izquierda, los preferidos del tardocastrismo, que los ha instrumentalizado, pero siguen vigilados, como el resto de los cubanos; ahora abofeteados por unos curas oportunistas e irresponsables que fingen tormento por el “imperialismo cultural”.
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