Mi primera experiencia con el internet cubano para teléfonos móviles fue traumática. No tengo otro adjetivo más exacto.
Seis años después de volar a Miami desde un contrito aeropuerto de Holguín, regresé a casa por motivos profesionales. Y supe por primera vez de ciertos engendros de novísima creación insular: Wifi de parques y aceras, correos Nauta, tarjetas prepagadas.
En 2010, antes de yo salir, lo más moderno que se implementaba en la isla era transmitir los partidos de la Copa del Mundo de Sudáfrica en la pantalla grande de los cines. Ultramodernismo total, vamos.
Mi trauma con los números de Acceso y Contraseña de las Tarjetas Nauta fue de terapia primermundista: necesité volver a T-Mobile en mi celular para calmarme el diafragma, el mal humor, el stress. ¡Que eran 12 dígitos para el Acceso y 12 dígitos para la Contraseña!
Ahora mismo, para precisar esos números, he debido contar uno por uno esos dígitos en una foto de internet: me volví a perder varias veces contando numeritos esqueléticos. Ya me dirás tú lo que me pasaba cada vez que debía entrar aquella combinación de caja fuerte de banco suizo para revisar mi email y decirle a mi familia en Miami que estaba bien.
Promedio: cinco intentos por cada vez, entre 'ay coño ya volví a meter mal el dedo, esto no va, me da error otra vez, que me faltó un número, sigue probando', hasta que por fin.
Pienso en esta epopeya ahora que ha concluido la tercera prueba de ETECSA con los datos móviles para teléfonos en Cuba, y luego de leer con risa, con vergüenza, con dolor y nuevamente con risa, en lo que se convirtieron estas pruebas técnicas de internet. Un aquelarre de ineptitud. Una vitrina donde ETECSA, ese símbolo anti tecnológico del Estado cubano, exhibe impúdicamente su primitiva condición empresarial.
Que nadie se vaya con la de trapo: no, no es normal que dieciocho años después de inaugurado el Siglo XXI, un país bien poblado de neuronas, de talentos varios, y de cercanía extrema con la nación más tecnológica del planeta, esté en sus pruebas mediocres para ver cómo se acaba de implementar algo parecido al internet en los teléfonos celulares.
No es normal que dieciocho años después de inaugurado el Siglo XXI, un país bien poblado de neuronas, de talentos varios, y de cercanía extrema con la nación más tecnológica del planeta, esté en sus pruebas mediocres para ver cómo se acaba de implementar algo parecido al internet en los teléfonos celulares
En esto, me empecino en ver el vaso medio vacío.
¿A qué maldito conformismo apelan cuando les piden a los cubanos, que ya tienen teléfonos Samsung Galaxy 9 en sus manos, que lancen cohetes y den vivas porque les están regalando unos maltrechos megabytes durante tres días de agónica medición? Apelan a un conformismo de nación atrasada, rudimentaria, polvorienta, por culpa no de falta de inteligencia poblacional sino de sistema de gobierno totalmente inoperante.
En zonas rurales de Cuba hay áreas de internet comunitario e ilegal. Uno o dos jóvenes ingenieros o técnicos o cacharreros (ese término cubanoide para definir a quienes se las arreglan con la tecnología) siempre terminan lanzando cables, fabricando antenas, ingeniando conexiones que luego llevan hasta casas de barrio. Y cobran poco o nada por ello.
Bueno, esos jóvenes con bandejas de metal reconvertidas en antenas tienen más velocidad creativa y menos pruebas fallidas que el monopolio ETECSA. Algún día en los libros de Historia se hablará de compañías que simbolizaron toda la ineficiencia de los sistemas socialistas, comunistas, y afines. En el caso cubano, esa empresa ladrona, abusadora y herrumbrosa, será la metáfora ideal.
¿Hasta cuándo serán las burlas, los chistes de ingenio, la resignación de los cubanos, la solución a un atraso injustificable? Sospecho que hasta que la inventiva popular, la espontánea, la que no pide carnés del partido o declaraciones de confiabilidad para dirigir empresas, no sea la que dicte qué consumen los cubanos lo mismo en sus transportes que la internet que usan en sus teléfonos.
Cuba tiene, ahora mismo, quinientos ingenieros más competentes que los que dirigen e implementan las famosas pruebas tecnológicas de ETECSA. Pero esos ingenieros no firman acuerdos, no revisan estructuras, no compran hardware en el extranjero. No compiten. No programan o diseñan sobre la base del mercado internacional. Para hacer eso en Cuba no alcanza con ser ingeniero: hay que ser un ingeniero confiable. ¿O acaso la Revolución no sabe del terrible peligro que implica una internet libre y sin los filtros computarizados y humanos, compañeros?
Mientras la propaganda triunfalista exhibe hoy las tres pruebas de internet gratuito como un avance primermundista yo solo cito las cenizas de un fantasma de Canterville: cable de fibra óptica. Que algunos tenemos algo de memoria.
Año 2011. Enero. La prensa oficialista redoblaba tambores por la llegada del fantoche cable procedente de Venezuela. “ALBA1”, lo bautizaron con ese clásico buen gusto denominativo tan afín a la burocracia castrista.
Hasta el sol de hoy.
Se sabe tanto de ese cable de fibra óptica como de los restos de Camilo Cienfuegos. Así de limpio juegan los que mandan allá.
Y tengo memoria, otra vez: Barack Obama en su noble, ingenuo y fracasado intento por empoderar a emprendedores cubanos, ofreció en 2015 internet de punta a los cubanos si el gobierno de Raúl Castro autorizaba la entrada de Verizon, T-Mobile, Google y gigantes afines.
También hasta el sol de hoy. Las últimas noticias que tuvimos de algo cercano a internet primermundista son los viajes sospechosamente escurridizos del consejero general de Google a Cuba, sobre los que se sabe tanto como del cable de fibra óptica y de los restos de Camilo Cienfuegos.
Y ahora, a estas alturas, nos salen con pruebitas de 3G que, al decir del inefable Pánfilo, significa que solo 3 Gentes se han podido conectar a través de ella. Una burla en clave de códigos binarios.
Los engendros de tarjetitas Nauta y códigos de 12 números seguirán quemando en las manos de los cubanos con iPhone X procedentes de una economía vecina donde el debate anda, ahora mismo, por si debe Amazon entregarnos la compra usando sus drones ya listos y relucientes.
El gobierno de Díaz-Canel, ese Castro 3.0 con pelos de Richard Gere, tiene tanta modernidad en su esencia retrógrada, marxista, verdugo de toda creatividad empresarial independiente, como esas pruebas de ETECSA que antes que para navegar han servido a los cubanos para naufragar.
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