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La naturaleza hoy se duele en Pinar del Río de los estragos causados por uno de sus propios hijos, el huracán Gustav, que azotó sin piedad los ecosistemas de esta provincia, la de mayor extensión con áreas protegidas en el país. Los vientos del huracán defoliaron a su antojo techos y paredes, pero también árboles y vegetación en general, con un efecto a largo plazo que pudiera repercutir a su vez en la fauna, que ha perdido sus fuentes naturales de alimento. Pajarillo muerto tras el paso de GustavEn Soroa, desde el paso de Gustav no se ha vuelto a ver un tocororo. Al pie de una de las escalinatas que conducen al devastado Orquideario, apareció el primer colibrí muerto. El pajarillo al parecer murió de hambre. Sobrevivió a Gustav, pero no a sus efectos. A cientos de kilómetros de allí, mientras tratan de reparar la torre de vigilancia estremecida por las ráfagas, los guardabosques de Viñales ya comenzaron a evaluar la cantidad de árboles y ramas caídas. Saben que dentro de pocos meses, si no llueve, esa foresta destruida se convertirá en materia combustible. Una pequeña chispa pudiera desatar un incendio descomunal, y acabar de terminar la destrucción que comenzó el huracán. La naturaleza se duele, porque para ella los efectos de Gustav apenas acaban de comenzar. Fuente: Juventud Rebelde
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