Michael dejó una escena de guerra en Panama City. El huracán azotó la costa oeste de Florida con categoría 4 y sus vientos dejaron una estela de muerte y destrucción.
Las casas, en su mayoría construidas bajo estándares de seguridad no acordes con la severidad del fenómeno, fueron masticadas por la furia de Michael. La magnitud de las pérdidas aún se está cuantificando.
Sin embargo, algunas viviendas sobrevivieron curiosamente a los embates del huracán en medio de barrios destrozados casi por completo. Casas que lograron mantenerse en pie a pesar de que, en apariencia, tenían la misma fragilidad que las vecinas.
No era verdad. Algunas diferencias habían hecho su parte.
“Se trata de reforzamientos simples, pero que cuentan a la hora de presentar resistencia al viento”, nos explica el experto Andrés Almeyda, fundado de la compañía constructora Abas Group, con sede en Miami.
“Antes del Huracán Andrew que destruyó Florida en 1992 las casas no se construían calculando la fuerza de estos vientos”, dice a CiberCuba Almeyda. “A partir de la calamidad que supuso Andrew, a las construcciones nuevas se le instalan unas pequeñas estructuras llamadas conectores, que conectan las paredes con el techo, y que a pesar de ser pequeñas están diseñadas para sostener con mucha más fuerza los techos ante vientos de intensidad”.
Esos conectores son perforados decenas de veces por puntillas galvanizadas N8, que no se oxidan y en consecuencia mantienen la firmeza con el paso de los años.
Pero incluso las viviendas ya construidas bajo estándares antiguos pueden actualizar sus sistemas de protección con pequeñas barras de metal que luego de atravesarse con puntillas para concreto, se doblan intencionalmente y ejercen enorme presión para mantener la estructura unificada, a pesar del empuje de los vientos.
Según declaró Roy Wright, CEO de IBHS, una organización sin fines de lucro que intenta fortificar las casas de personas con bajos ingresos, todos los habitantes de la costa oeste de Florida aprendieron con Michael una realidad cruda: mantener el borde de sus techos lo suficientemente pegado a las paredes era imprescindible para evitar que la fuerza de los vientos lograra hacerlos volar.
“Eso puede lograrse, por ejemplo, con puntillas especiales y aditivos de metal que son bastante baratos”. La idea de organizaciones como IBHS es adiestrar a los propietarios de viviendas para que no crean que proteger sus casas siempre es sinónimo de gastar decenas de miles de dólares.
En Estados Unidos, las viviendas construidas antes de la Segunda Guerra Mundial tendían a enfrentar bien las tormentas, según los expertos. Eran construidas con estándares de mayor rigor. Sin embargo en los años siguientes (el conocido baby boom de postguerra) las constructoras pusieron más interés en velocidad que en calidad: materiales más económicos, viviendas más vulnerables.
“La lección parece ir aprendiéndose”, nos dice Andrés Almeyda. “Las nuevas construcciones de Miami, como por ejemplo los barrios residenciales nuevos en Doral, se olvidaron de los techos a dos aguas y optaron por estructuras de concreto. Casi como las que recordamos de Cuba”.
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