A sus 105 años Saro vive en Entronque de Fierro, en San Cristóbal, Artemisa, con su hija Ana y su nieta Nalanis. Este cubano centenario es el único vivo de 12 hermanos.
Según su madre nació el 13 de agosto de 1913, aunque aparece inscrito en 1920. "Entonces ya tenía 13 años", dice en entrevista concedida al periódico local El Artemiseño.
Saro sobrevive con una pensión mensual de 200 pesos cubanos y es atendido por los servicios del Sistema de Atención a la Familia (SAF) en un restaurante cercano a su modestísima casita de madera,.
El hombre, cuyo nombre completo no se revela en el reportaje, empezó a trabajar con 15 años. "Comencé a cortar y guataquear caña en Sumalacara, una zona de grandes plantaciones del cultivo, que tributaba al otrora central La Francia", recuerda.
"Laboré en la construcción de la Carretera Central como aguador, desde el puente de Santo Domingo, Fierro, hasta el Entronque de Palacios. Había salido a buscarme la vida: trabajaba por aquí y por allá, no tenía una morada fija, dormía donde podía. Fui carretero en Guasimal, Isla de Pinos y Palmarito, fincas de latifundistas”, dice Saro.
Este hombre centenario es natural de San Diego de los Baños. Con la subida del 13 al 41% de los salarios a los trabajadores de los centrales azucareros entre 1946 y 1947 reunió dinero para irse a vivir a La Habana.
"Allá vendí periódicos: El Crisol, El País…, y permanecí hasta 1950 0 1951, cuando regresé y conocí a Ramona López Gutiérrez en Los Palacios. Ella cocinaba en un hotel en San Diego. Me enamoré, nos casamos y nos radicamos en La Habana. Allá nacieron nuestros cuatro hijos: dos hembras: Ana (67 años) y María de los Ángeles (59), y dos varones: Jorge (66) y José Esteban (63)”.
A finales de 1959 y principios de 1960, Saro regresó a su tierra natal, a vivir en las cercanías del Entronque de Fierro, en San Cristóbal. “Era una casita de guano hecha por un tío de mi hija Ana, allí me acomodé con mis hijos y mi señora”, cuenta el reportaje de El Artemiseño.
Saro está jubilado desde antes de los 60 años por problemas de salud. Entre sus últimos oficios estuvo en la extracción de abono para labores de reforestación en La Cueva, situada en la subida de El Toro; más tarde en una empresa forestal como responsable de construcción.
Según la periodista Vázquez, Saro camina el barrio con su bastón metálico. A sus 105 años no puede jugar dominó como antes, pero aún disfruta un poco la pelota en la televisión, y asegura bañarse solo.
Aunque no sabe si su avanzada edad es genética -su madre murió con 108 años- o cuál es el secreto de la longevidad, Saro dice “Yo camino, si me paro es peor”.
"Bueno, vamos a ver si el año que viene estoy vivo”, le dijo Saro a la periodista en la despedida.
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