Es cosa rara encontrar un cubano que no tome café. La mayoría lo bebe al amanecer y a más de uno, si no lo toma en la mañana, le duele la cabeza el día entero. La mayoría de los cubanos toma café hasta tres veces en un día.
El café de la mañana
Para empezar el día no hay nada más rico que tomarte una taza de café recién hecho. Mientras paladeas ese néctar amargo repasas los retos de la jornada. Si estás en Cuba, el olor se mezcla con la tierra mojada de rocío.
Si estás lejos de la Isla, la cabeza se te llena de recuerdos evocados por el olor. Un café en la mañana es imprescindible para ampliar las miras, cargarte de energía y entrarle al trabajo como si no hubiera un después.
El café de la tarde
Este es el café que llega para salvarte de ti mismo. Ni los refrescos de cola, ni las bebidas energizantes azucaradas son capaces de reiniciarte a las tres de la tarde. Este es un momento de risa con amigos, un instante de “ñooo me salvaste con este detalle”.
Es también, aunque menos saludable, el que a más de uno le gusta acompañar con un cigarrito o un buen tabaco.
El café de la noche
Este es el café que casi nadie se toma. Es el café de los valientes, el de la gente que no quiere dormir, o que no puede dormir. Es el café del que quiere estar despierto porque la noche promete, del que está luchando su propia guerra, del que no teme amar y ser vencido. Es el café de los que leen de noche y chatean de madrugada.
Ya sale el sol, prepara el café.
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