El 19-D es desde ya un día histórico no solo para el béisbol, sino para el deporte cubano. Las puertas de la rigidez se abrieron finalmente de ambas partes, y por ellas empezarán a entrar hombres felices. Sin embargo, hay algunas preguntas que me gustaría tener debidamente respondidas.
¿Por qué muchos de los que aplauden el convenio son los mismos que unos años atrás usaban términos como pelota esclava y blablabla? ¿Se convencieron sinceramente de su error, o es que solo jugaban a ser meras veletas del oportunismo?
¿No suena demasiado grande esa mordida del 25 por ciento del dinero del contrato? ¿Se empleará esa plata en el mejoramiento del Latino, el Guillermón, el Mella...? ¿Se invertirá sin remilgos en uniformes, bates, guantes..., tanto para la Serie Nacional como para el béisbol infantil? ¿O irá a parar adonde mismo han ido los millones derivados de los contratos en Japón (o sea, a no sé dónde)?
¿Se llenarán nuestros estadios de esos trabajadores del béisbol, los scouts, a quienes históricamente se calificó como pirañas en la prensa nacional? ¿Será que ahora, luego de crucificarlos, los venerarán? ¿O será que las pirañas más voraces estuvieron todo el tiempo de este lado del río?
¿Quién y con qué palabras les va a pedir disculpas a Linares, Casanova, Muñoz, Pacheco y compañía, que no pudieron enfundarse una franela del mejor béisbol del mundo por caprichos de gobiernos enfrentados? ¿Qué sentirán esos señores peloteros al comprobar que todo pudo ser taaaaaan diferente?
¿Servirá este acuerdo trascendente para que la pelota vuelva a estar –como hace muchos años- en el centro de los sueños de los niños?
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