Es en vano presumir de conocimiento sobre la cultura cubana si no se aprecia la obra de Carlos Enríquez, nacido en el pequeño pueblo de Zulueta, al centro de la Isla, el 3 de agosto de 1900.
Su familia lo envió a Filadelfia, en Estados Unidos, para estudiar ingeniería, pero su vocación artística habló más fuerte. Regresó a Cuba en 1925, casado con la norteamericana Alice Neel, y se dedicó a pintar con total intensidad.
Es considerado un importante miembro de la primera generación de artistas cubanos modernos, o de vanguardia, y así se evidenció en la Exposición de Arte Nuevo, en 1927, aunque dos de sus obras, que representaban desnudos femeninos, fueron retiradas de la muestra bajo la acusación de “realismo exagerado”.
Después partió a Europa en la búsqueda de un estilo propio. Al regresar a Cuba, en 1934, intentó exponer su obra en la Asociación de Reporteros de La Habana; pero la directora del centro tildó sus obras de “inmorales e impropias”.
Carlos Enríquez se estableció definitivamente en Cuba, y presentó una exposición en la Sociedad Lyceum de La Habana, que fue clausurada horas después de su apertura, por el audaz tratamiento del desnudo femenino. A partir de ese momento empezó a reflejar en sus obras la realidad histórico-social de Cuba.
Entre 1939 y 1946 realiza una intensa labor expositiva de su obra pictórica, en Estados Unidos, México, Haití, Guatemala, Argentina y Cuba. Pronuncia conferencias, escribe artículos y novelas (Tilín García, La vuelta de Chencho, La feria de Guaicanama), ilustra libros. En 1947 diseña la escenografía del ballet Antes del alba, y realiza las ilustraciones del libro Son entero de Nicolás Guillén.
Muchas de sus obras más importantes fueron realizadas en el taller que abrió en su finca Hurón azul, situada en las afueras de La Habana, donde residió hasta su muerte. Hoy ese inmueble fue convertido en museo.
1. El rapto de las mulatas fue galardonado en el Salón Nacional de 1938 y es considerada síntesis de las esencias estéticas de su obra: el sentido de movimiento, la peculiar sensualidad y una raigal cubanía. Una atmósfera como de sueño establece sensuales nexos entre hombres, mujeres, caballos y paisaje. El tratamiento formal se desarrolla a base de sueltas pinceladas, matices, veladuras y transparencias. La pieza es una de las más importantes de nuestro patrimonio y se exhibe permanentemente en el Museo Nacional de Bellas Artes.
2. En 1935 pintó uno de sus cuadros más famosos: Manuel García, el rey de los campos de Cuba, premiado en el Salón Nacional de ese año y el más digno exponente de su etapa reconocida como “El Romancero guajiro” por su identificación con los temas del campo, sus ambientes y tradiciones.
3. Campesinos felices es considerado entre sus obras más eficaces de denuncia social, un ciclo dentro del cual también se encuentran La ahogada, Hijas de las Antillas y Hornos de carbón, por solo mencionar algunas.
4. Dos Ríos recrea varios elementos figurativos típicos de la obra de Carlos Enríquez: los caballos y el viento, característicos del gusto por el movimiento y el fragor, además de las sinuosidades a la hora de atrapar el momento de la caída de José Martí en Dos Ríos.
5. Paisaje cubano: Es otra de sus obras que destaca por la originalidad e imaginación, más allá del academicismo y de las concepciones estrictamente técnicas. Destaca por ofrecer una visión personal de varios elementos muy representativos del paisaje rural.
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