Inspiradora y poética, como debía ser, resultó la apertura musical del Festival Internacional de Gibara, cuando se reunieron, en la Plaza da Silva, dos de los más talentosos cantautores cubanos de estos tiempos, Kelvis Ochoa y David Torrens, para intercambiar canciones de Silvio y Pablo.
Para quienes desconocíamos la capacidad de Kelvis y David para hacer suyas canciones mitológicas en las voces de sus autores, resultó un auténtico deslumbramiento resdescubrir temas clásicos, a dúo o en solitario, con un aire nuevo, porque se trata de canciones imperecederas, que aguardan por artistas sensibles y talentosos para ser redescubiertas, como ocurrió en esta ocasión.
Tres generaciones volvieron a cantar, o tararear, letras inolvidables, que forman parte del imaginario colectivo de los cubanos, desde hace treinta o cuarenta años, y al espectador le permite soñar con la posibilidad de repetir este concierto en La Habana, y que lo grabe la televisión, para hacerlo llegar a la mayor cantidad posible de espectadores, o soñar incluso con un disco, que hermane en hermoso gesto a cantautores de los sesenta, con los de finales del siglo XX, todos convocados por el poder de la poesía hecha música, y viceversa.
Ya se sabe que en La Habana ocurrió un concierto similar, cuando Kelvis y David fueron acompañados por José María Vitier al piano, en la plaza San Francisco de Asís, donde debutaron las versiones de Óleo de mujer con sombrero, Yolanda, Unicornio azul, Para vivir… En Gibara, estuvo al piano Rolando Luna, y cada canción fue arropada también por un coro de voces, que celebraba el reencuentro entre la mejor música cubana de antes y de ahora.
Kelvis Ochoa y David Torrens han hecho juntos numerosos conciertos y videos musicales; en dúo se han anotado éxitos como Contigo, y las versiones de Silvio y Pablo se anotan entre los éxitos incuestionables de ambos artistas.
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