El Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo ha desempolvado la vieja fórmula del garrote y la zanahoria al abordar las relaciones con Cuba, a la que ofrece abrirle la mano si rebaja la represión sobre los ciudadanos y se sale de Venezuela.
Nada nuevo bajo el sol, excepto el silencio de la oposición cubana que –en vez de callar- debía fijar su postura frente al penúltimo disparate del gobierno norteamericano, que insiste en hacer saltar por hambre a los cubanos de la isla y en exigir al tardocastrismo lo que no exige a China, Viet Nam y Arabia Saudí, modelos totalitarios donde los haya.
En una entrevista reciente con Diario de Cuba, Pompeo asegura que su gobierno está haciendo “todo lo posible” por ayudar al pueblo cubano; afirmación que resulta chocante con el entendimiento bilateral en materia de deportaciones, el endurecimiento de los requisitos para entrar y quedarse a vivir en Estados Unidos y el internamiento en prisión de cubanos solicitantes de asilo y refugio, y la devolución desde Centroamérica y México de emigrantes cubanos.
Aquellos que ven cada gesto de Trump y su equipo como algo grandioso, incluso aunque sea el movimiento de su dedo meñique, y que basan su estrategia anticastrista en el grado de apoyo que consigan congraciándose con el trumpismo, debían saber que nadie regala nada y que los intereses generales de Estados Unidos, América Latina y la Unión Europea no tienen por qué coincidir con los de Cuba y los cubanos.
Sería deseable que la estrategia Trump obedezca a cálculos electorales y una vez consiga ser reelegido, para lo que ha hecho méritos con una política doméstica correcta; la Casa Blanca se replantee el problema cubano con una mirada a los nuevos tiempos, presidida por la eficacia, la transparencia y la promoción de la democracia y la reconciliación nacional como la salida más viable para Cuba.
Pompeo tuvo el detalle de condolerse por la situación de pastores evangélicos y por al apresamiento y agresión en la isla del periodista Roberto Jesús Quiñones Haces, pero olvidó que el periodista José Ramírez Pantoja, aguarda por la tramitación de su asilo político en una cárcel de California.
La estrategia Pompeo complementa a la táctica cubana de disponer siempre de un número de presos políticos para negociar con gobiernos extranjeros y, lo más grave, premia al cubano que resiste las embestidas de la dictadura dentro de la isla y olvida o soslaya al que ha tenido que emigrar por la asfixia civil padecida en la isla. Estableciendo, de facto, dos o más categorías de cubanos.
Pero todo ello no son más que juegos florales que –paradójicamente- benefician a los duros de La Habana que usan la hostilidad yanqui de comodín legitimador y pretexto para seguir reprimiendo a su pueblo. También sabemos que el Obama’s deal no dio los resultados esperados por el miedo que se apoderó de Raúl Castro, siempre receloso de lo que llama Carril 2; pero una Habana llena de turistas americanos prefiguró la Cuba del doblar de la esquina.
Intentar rendir por hambre a un pueblo, víctima de una dictadura sexagenaria, es delito de lesa humanidad y solo conseguirá generar, por vez primera en mucho tiempo, sentimientos contradictorios y de antiamericanismo en Cuba, que conoció la modernidad con el know how norteamericano y que admira valores y pujanza de la democracia más sólida de la región y agradece la solidaridad norteamericana para con las diferentes olas migratorias cubanas.
Intentar rendir por hambre a un pueblo, víctima de una dictadura sexagenaria, es delito de lesa humanidad
El daño antropológico y la pequeñez de entendederas que el castrismo provocó en el Hombre Nuevo exige la máxima sensibilidad hacia los infelices cubanos reducidos a la condición de mendigos suplicantes por el propio poder que se ufana de logros sociales e independencia, pero vive pendiente de la llegada de un barco de petróleo, antes del Mar Negro, ahora de Venezuela.
Como no hay dos sin tres, grupos de cubanos alabarderos de Trump, que se sienten a salvo porque ya ellos consiguieron el sueño de muchos de sus compatriotas, se han envuelto en la bandera del nuevo Mesías y agreden a sus paisanos con epítetos made in Partido Comunista de Cuba. El totalitarismo ha sido tan abarcador que muchos exiliados se proyectan con idéntica rabia e insultos que sus antiguos carceleros.
El totalitarismo ha sido tan abarcador que muchos exiliados se proyectan con idéntica rabia e insultos que sus antiguos carceleros
Resulta triste que, conociendo la nefasta experiencia de Cuba con su apoyo ciego y mayoritario a Fidel Castro Ruz, ahora repitan esa pasión con un presidente norteamericano que dentro de cinco años no lo será y se dediquen a descalificar a Barack Obama y las ideas socialdemócratas, confundiéndolas con el socialismo de Europa del Este y el castrismo.
El problema de Cuba es el castrismo, no el presidente norteamericano de turno. El problema de Cuba es la dictadura verde oliva que oprime y saquea a la mayoría con precios topados para pequeños empresarios privados; mientras vende artículos de primera necesidad en una moneda artificial y que vale, por decreto estatal, 25 veces más que la que usa para pagar salarios y pensiones; entre otras contradicciones de los que con los pobres, dicen, que quisieron su suerte echar.
El problema de Cuba es el castrismo, no el presidente norteamericano de turno. El problema de Cuba es la dictadura verde oliva que oprime y saquea a la mayoría
La crisis cubana exige moderación y la búsqueda de alternativas que promuevan encontrar una solución en la que todos pierdan un poco para que Cuba gane mucho; el resto son inventos de caminos y desgarros emocionales que no llegan ni a la Virgen del Camino.
Muy mal debe andar aquellos ciudadanos y esos políticos que delegan su responsabilidad en un tercero, al que identifican con el bien o el mal, según sus intereses a corto plazo y Cuba debe aprender a reconocer sus valores, sin los habituales excesos tardocastristas que se vienen abajo en cuanto pierden en la pelota con Canadá, y asumir que el camino a la democracia y la libertad está preñado de desafíos y que la injerencia extranjera resulta contraproducente.
Aún es pronto para evaluar la estrategia Trump frente al conglomerado empresarial del ejército cubano y sus sanciones a altos cargos de la nomenklatura castrista, incluidos los responsables de los programas médicos; pero si dentro de un año la dictadura sigue en el poder, los cubanos de la isla son más pobres aún y sus familiares y amigos en el exilio tienen que aumentar el monto de sus ayudas, dicha política habría fracasado.
Estados Unidos tiene un peso enorme en el mundo post Guerra Fría y, especialmente en su vecina Cuba. Una posición de ventaja que debía usar para construir consensos y dialogar como hace con Corea del Norte o al menos contenerse, como hace con Irán.
Mientras más cubana sea la solución para la isla, mejor será para la mayoría, solo hace falta que los cubanos nos reconozcamos como capaces de asumir el destino de nuestra patria con el goce de la diferencia, que nos permita aquilatar que la independencia es carísima, pero salvadora.
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