El gimnasta cubano Randy Lerú viajó a Lima con la suprema convicción de liderar un grupo carente de su héroe, Manrique Larduet, que quedó en la Isla recuperándose de una lesión y atento a las actuaciones de sus amigos de la infancia.
Randy voló miles de kilómetros con el objetivo de guiar y comandar en los momentos claves a un equipo joven, deseoso de dignas actuaciones y preparado para regalar rutinas convincentes.
Más allá de lo colectivo, Lerú tenía metas individuales: clasificar a la final de máximo acumulador y regresar con la medalla de oro de la barra fija, su aparato favorito, en el cual es –no tenga dudas- uno de los mejores del mundo.
Quinto olímpico en Río de Janeiro 2016 en esa propia prueba, Randy era, de inicio, el gran favorito y la mayoría de los especialistas mencionaban su nombre a la hora de pronosticar. Sin embargo, no todo sucede en la vida como uno lo planifica y las gotas de sudor en los entrenamientos no resultan sinónimo de victoria.
En Lima, quiso esta vez el destino que una de sus complicadas sueltas quedara incompleta y que su firme poder sosteniendo la barra quedara reducido a cenizas en una fracción de segundo.
Ante las cámaras de la televisión, Lerú cayó al colchón estrepitosamente, terminó con la respiración contenida y con él miles y miles de cubanos que sufrieron al observar el percance de su gimnasta estrella en la capital peruana y el ver irse, a la velocidad de la luz, un título dado por seguro.
Horas y horas de trabajo fueron a parar al fregadero con ese movimiento fallido en una noche que creó la ilusión de revancha en el resto de las modalidades. Una revancha que nunca llegó, porque Randy culminó octavo en el all around, con 78,600 puntos, y lejos estuvo de hacerse justicia en las finales por aparatos, con similar puesto en el caballo de salto (13.083).
No fue la semana de Randy Lerú dentro un deporte que ya concluyó en la cita continental, pero sus continuas decepciones tuvieron en sus compañeros de equipo un pañuelo de seda para sacar las lágrimas. Con el adiós al oro de la barra fija, poco más se esperaba de esta disciplina, tras las continuas malas actuaciones de la líder femenina, Marcia Videaux.
Fue así cuando salió a la palestra pública la multimedallista en Veracruz-2014, Yesenia Ferrera, con una extraordinaria medalla de plata en el salto femenino, cuando pocos le aseguraban un lugar de respeto. La pequeña atleta computó 14.391 unidades para quedar muy cerca de la vencedora canadiense Elsabeth Ann Black (14.450).
Y cuando parecía que la historia quedaría de esa manera, aparecieron los jóvenes Alejandro de la Cruz y Huber Godoy, con sendos premios en concursos individuales para maquillar unos días tristes para la familia de la gimnasia artística cubana.
De la Cruz mereció el metal bronceado en el salto masculino, con 14.183, y Godoy (14.200) brilló con luz propia en la mismísima barra fija, ese aparato que apagó momentáneamente las elusiones de Randy Lerú.
Así, sin su héroe de siempre Manrique Larduet, sin la estabilidad de su segunda figura Lerú, la gimnasia de la Isla “atrapó” en Lima una segunda posición y dos terceros lugares en una competencia que contó con un elevado nivel.
Lejos de Toronto, a pesar de todo
En sentido general, los resultados no pueden catalogarse de negativos. La ausencia de Manrique –se sabía- era un golpe demasiado fuerte, por eso la comparación con los resultados de Toronto-2015 es como ir a una guerra sin fusil.
La ciudad canadiense dejó para Cuba saldo de dos medallas de oro e igual número de platas y bronce. A simple lectura, es fácil advertir que el deporte quedó bien por debajo en Lima y que el propósito de un título no se cumplió.
A pesar de todo, este grupo continuará día a día esforzándose, ahora con la mira puesta en la cita olímpica de Tokio, donde Manrique y el propio Randy -en la barra fija- buscarán el primer premio para Cuba en esta veleidosa disciplina.
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